Reconocimiento a cuatro víctimas de los nazis
Un monolito recordará a Pedro Almagro, Antonio Vilches, Antonio Santy y Manuel Ruiz
El destierro tras la victoria de Franco les llevó a Francia. Eran republicanos sanroqueños. Sus nombres: Pedro Almagro Coll, Antonio Vilches Gallardo, Antonio Santy Ramos y Manuel Ruiz Castañeda. Los cuatro acabaron en campos de concentración nazis. Los dos primeros murieron en Dachau, el tercero en Mauthausen. Consiguió salvarse Ruiz Catañeda al ser liberado dicho campo por las tropas de Estados Unidos.
Fueron capturados por los alemanes tras la ocupación de Francia en 1940. Franco desatendió la consulta de Hitler sobre qué hacía con los prisioneros españoles. La respuesta fue determinante: no eran españoles, eran apátridas. Al complejo de prisioneros de Mauthausen-Gusen, en Austria, fueron transportados en vagones de carga 7.300 españoles refugiados en Francia. Se les colocó la etiqueta de apátridas y la "S" de spanier.
Junto al resto de prisioneros de un complejo establecido para los Enemigos Públicos Incorregibles del Reich, Antonio Samty, vecino de la barriada de Campamento fue uno de los 320.000 de los que allí perdieron la vida. Su paisano Ruiz Castañeda perdió a su mejor amigo y resistió hasta la liberación. Hasta el final de sus días mantuvo la esperanza de que aquel terror organizado no volviera a repetirse.
Dachau se hallaba a 13 kilómetros de Munich, en la región de Baviera. Comenzó a funcionar en 1933 y a partir de 1941 se convirtió en campo de exterminio. Fue el lugar donde los nazis concentraron especialmente a los prisioneros religiosos disidentes: testigos de Jehová (los únicos con un triángulo púrpura en sus ropas), protestantes y católicos. De esta última religión era la mayoría de los presos religiosos, 3.000, sobre todos provenientes de la Polonia ocupada. Esos grupos se vieron incrementados con judíos, gitanos y presos políticos de otros países. De allí jamás salieron Pedro Almagro y Antonio Vilches
Víctimas de la maldad más inmensa y terrible del ser humano sus nombres cayeron en el olvido. Por eso quiero agradecer a todos los grupos municipales del Ayuntamiento de San Roque, que hayan acogido la petición de este cronista para recuperar su memoria y que un monolito recuerde de manera permanente a estos cuatro sanroqueños. Y colocar al final de sus nombres una sencilla frase, la que mantuvo el único superviviente sanroqueño, la esperanza que llenó el resto de su vida: Para que no se repita.
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