Las abejas, reposteras de la campiña
La miel que estos insectos fabrican dentro de los límites del Parque Natural de Los Alcornocales es considerada un manjar
Tarifa siempre ha llevado a gala ser una ciudad que ha obtenido sus principales riquezas de actividades tradicionales como la agricultura, ganadería o la pesca. Es desde hace una década cuando el municipio ha encausado su prosperidad económica y desarrollo futuro hacia el turismo. Un turismo sostenible que persigue la conciliación de proyectos futuros y novedosos con actividades tradicionales surgidas como actividades complementarias a la antigua y dura vida en el campo. Una de ellas, ha sido la apicultura, la obtención de riquezas mediante el cuidado y crianza de las abejas.
Una actividad que en la historia de la Civilización se remonta al 2.500 a.d.C.. La abeja -apis Mellifera- es un insecto que a pesar de su fortaleza se antoja una especie amenazada y cuya amenaza constituye en sí toda una amenaza para el frágil equilibrio natural pues son las abejas quienes juegan un papel crucial en el mantenimiento de la flora y por tanto de la fauna autóctona. Todo por su condición de polinizadoras que contribuye a la reproducción de las especies vegetales. No en vano las abejas son las causantes de la polinización de la tercera parte de los alimentos de origen vegetal de los que alimentan los humanos.
Pero al margen de sus habilidades como equilibrador natural, son estos pequeños y laboriosos insectos unos auténticos reposteros natural que con la fórmula de la piedra filosofal consiguen hacer del néctar de las flores uno de los productos alimenticios más sanos que nos brinda la naturaleza. Además, la miel que se genera en los campos de Tarifa en general y dentro de los límites del parque natural de Los Alcornocales en particular, constituye uno de los alimentos con denominación de origen y marca de parque natural de mayor calidad internacional como así lo avalan los diferentes éxitos cosechados en algunas de las principales ferias internacionales de Apicultura que anualmente se celebra en diferentes países de la Unión Europea.
En Tarifa son muchas las colmenas que se reparten a lo largo de su extenso término municipal constituyendo una fuente de ingresos en algunos casos y en otros un pasatiempo como el caso de José Guerra quien tiene alrededor de un centenar de colmenas repartidas en los montes de Tarifa. Con él estuvimos en la zona denominada El Mastral donde amontona más de una treintena de estas cajas que atesoran en su interior todo un manjar de dioses. Cada colmenar, necesita de una superficie de al menos dos hectáreas que garanticen la presencia de plantas que alimenten y nutran a las abejas.
Para acceder a las colmenas se hace imprescindible ir pertrechado de una ropa especial para evitar que las abejas nos aguijoneen. Las abejas no pican, sino que aguijonean con el aguijón que tienen al final del abdomen recargado de un veneno denominado Apitoxina. Un aguijonazo en una persona no alérgica supone una desagradable molestia en forma de intenso dolor en la zona afectada. Pero en el caso de ser atacados por un enjambre el resultado podría llegar a ser de consecuencias terribles no descartando incluso la muerte. Por otra parte, el veneno de abeja tiene propiedades bactericidas, hemolíticas, anticoagulantes y tónicas. Es el mayor vasodilatador conocido, fluidifica la sangre al ser anticoagulante, se le reconocen propiedades en casos de reumatismo y actualmente el veneno es utilizado de forma racional en algunos países. Pero bien ataviados el riesgo se reduce prácticamente a cero.
Así, pertrechados con guantes, un chaleco especial, pantalones de algodón atados para no dejar huecos por donde se introdujera una abeja y por supuesto un gorro y mascarilla especial que permite la visión impidiendo que las abejas nos alcancen con sus aguijonazos como poco después comprobaríamos que hacen cuando se sienten amenazadas, nos dirigimos y "colarnos" en mitad de un colmenar.
José enciende el humeador que es una rudimentaria herramienta por la que sale un humo que desorienta al enjambre producto de la combustión de "moñiga" de vaca. El humo no actúa como tranquilizante sino como hemos comentado, desorientador. Además se alimenta previamente al enjambre para que al estar "gordas" les sea más difícil doblar el abdomen para aguijonearnos.
José abre las colmenas y va sacando una a una las alzas donde las abejas han ido depositando sus larvas, alimentos para éstas y la miel. A penas raya las "alzas" rezuma el dorado néctar de las flores que es un regalo para el paladar. En cada colmena puede haber unos 1.000 ejemplares y la actividad seseante aumenta a medida que permanecemos cerca de las colmenas llegando a ser verdaderamente amenazante.
Poco a poco, habituado y acostumbrado también a sentir algún que otro aguijón sobre su cuerpo, José Guerra va comprobando minuciosamente cada colmena y va castrando la miel que después vende a una empresa del norte.
La miel que se fabrica en Tarifa es especialmente de calidad por su variedad de flores y según comenta José Guerra, "aunque son muchas las personas que se dedican a la apicultura de manera no profesional, constituye un negocio rentable a la par que sostenible". Es en verano cuando la "castración" de la miel es más rentable José Guerra también nos ha contado que con la miel de sus colmenas se fabrican turrones y caramelos de gran calidad. La vende a una empresa leridana que es su cliente más fiel.
Tras un eterno momento rodeados de miles de abejas revoloteando a nuestro alrededor, y una vez comprobadas todas las colmenas, José y nuestro grupo de visita nos vamos alejando de los cajones de madera y el ruido va poco a poco apagándose hasta ser un leve susurro lejano. Sólo alguna insistente abeja pegada en nuestra ropa delata las cercanía de la colmena que hemos dejado atrás con la oportunidad de conocer un poco más a nuestras pequeñas y turbadoras amigas
Repartidas por el término municipal de Tarifa existen más de un millar de colmenas que perpetúan una forma de vida tradicional y contribuyen en gran medida al mantenimiento del equilibrio natural. Todas ellas repletas de nuestras abejas, que además "cocinan" generosa y gratuitamente para nosotros la miel de la campiña.
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