Cuando ver ballenas era otro negocio
La ensenada de Getares alberga hoy las ruinas de lo que fue una planta donde se procesaba la carne de los cetáceos cazados por sendas empresas situadas en Algeciras, que cerraron al exterminar las especies
Hubo un tiempo en el que los cetáceos del Estrecho de Gibraltar no se usaban como reclamo turístico. A principios del siglo XX, las empresas ligadas a delfines y ballenas en la comarca no se dedicaban al avistamiento y conservación de estos bellos animales marinos. Más bien a perseguirlos para su aprovechamiento comercial e industrial, dando nombre a una zona de la ensenada de Getares, la ballenera, donde aún quedan las ruinas de la planta.
El historiador algecireño Antonio Torremocha lleva un año recopilando datos en los archivos de la Autoridad Portuaria Bahía de Algeciras para un libro sobre la historia del puerto que llevará un capítulo sobre la industria ballenera. Según sus informaciones, la factoría Ballenera del Estrecho, cerró definitivamente en 1963 habiendo llegado a emplear a un centenar de personas -de los que la mitad eran mujeres- para el procesamiento de las carnes y de las grasas de las piezas cazadas en el Golfo de Cádiz para su posterior transporte a otras ciudades.
Las ruinas actuales albergaron en sus tiempos sala de calderas, frigoríficos, rampa de izado de los cetáceos y una explanada de despiece, además de tanques de fusión y conservación de los aceites, tal y como cuenta en su libro Cazadores de ballenas en el golfo de Cádiz Mariano Vargas, el capitán del barco Antoñito Vera, uno de los últimos balleneros del Estrecho con base en Algeciras.
Sin embargo, ésta no fue la única empresa instalada en la zona. La primera fue Compañía Ballenera Española, creada en 1914 por socios noruegos, que construyó el edificio que aún se mantiene en Getares hacia 1920 para cazar en seis años hasta 3.609 rorcuales y 345 cachalotes.
La caza de ballenas tuvo un receso de más de dos décadas, probablemente por el exterminio que se produjo de los cetáceos en la zona, para dar lugar a Ballenera del Estrecho, un proyecto en el que estaban implicados un armador de Málaga, José López Gutiérrez, y el algecireño José Soriano Erlés. En Ceuta hubo otra empresa similar, llamada Industrial Marítima.
El Antoñito Vera y el Pepe Luis López eran los balleneros de la última época, el último con peor suerte al hundirse en una de las expediciones en 1953. Barcos noruegos de casco de acero de 300 toneladas que se hacían a la mar en busca de ballenas. El diario de Mariano Vargas cuenta que pasaban días y días sin actividad hasta que alguien gritaba "¡ballena a las doce!", el arponero disparaba y, si hacían blanco, seguían al animal moribundo. A su muerte, lo inflaban para llevarlo flotando a Getares, donde aprovecharían todo.
Aún hay personas en Algeciras que recuerdan el olor que surgía del tratamiento de la grasa, procedente de la planta de Getares, donde llegaba el producto de una actividad impensable en estos tiempos. De aquella industria hoy sólo quedan escombros y el nombre de la playa, que probablemente quede para siempre.
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