Tribuna abierta
Joyas de papel: La colección Antonio Viñas de Roa
LI Festival de Cante de Las Minas de La Unión. Primera parte. Guitarra: Tomatito. Cante: Morenito de Íllora, Simón Román. Segunda guitarra: El Cristi, José Fernández. Percusión: Lucky Losada. Baile: José Maya. Artista invitado: Jorge Pardo. Segunda parte: Baile y coreografía: Blanca del Rey. Cante: Yeye de Cádiz, Perrate, Alfredo Tejada. Guitarra: Felipe Maya, Antonio el Muñeco, Pino Losada. Lugar: Antiguo Mercado de La Unión. Fecha: Lunes, 8 de agosto. Aforo: Lleno.
Al filo de las dos de la noche la bailaora decía adiós. El público, entregado, daba las gracias por los servicios prestados durante estos años, cerca de 50. Gracias por crear un estilo propio, una isla en el universo jondo que representa, mejor que otra cosa, su soleá del mantón. Se trata de una creación de otro tiempo, una concepción de la estética flamenca hoy en vías de extinción que, desde el minimalismo de movimientos, articula una serie de variaciones de la gramática del mantón. Es una suerte de ejercicio de técnica sobre cómo, sobre todo porqué, manejar este complemento del vestuario jondo. Desde la elegancia, la austeridad en la puesta en escena, y la máxima estilización de los elementos flamencos consciente, como era la bailaora al crear esta coreografía, de que la estética visual debía imponerse sobre los elementos rítmicos o de fuerza, en este número. Bailó con lágrimas en los ojos, las mismas con las que le dijimos hasta pronto, ya que la intérprete seguirá vinculada al mundo de lo jondo desde la docencia y la gestión de su local en Madrid, el mítico Corral de la Morería. Gracias Blanca del Rey, hasta siempre.
Tomatito es un intérprete maduro que sabe lo que se hace. Tiene su repertorio más que rodado y un estilo muy definido. Ése que se deriva de sus años siendo la mano derecha de Camarón, idolatrando a Paco de Lucía: ya saben que Paco-Camarón es una estética indisoluble en partes. Esa estética de la que Tomatito asume la contundencia rítmica y el halo mítico. Y a la que él aporta un personal sentido de la épica musical y que el propio artista conceptúa en el uso de armonías machos. Luego está su particular sentido de la melodía, que lógicamente afecta a su acabado rítmico. Un estilo agreste, algo romo, abrupto, mineral, austero. Único. La taranta con la que abrió la noche puede ser el mejor ejemplo de lo dicho. El acabado perfecto de los estilos levantinos contrasta con una melodía bronca. Lo demás fue una sucesión de estilos festeros con muchas descargas por bulerías, algunos tangos y una brillante rumba. También hubo lugar para la personal importación del tango bonaerense y otros aires americanos como la síncopa brasileña. Sonó un fragmento de soleá, poderosa y solemne, que me dejó con ganas de más. La fórmula de sus conciertos consiste en alternar varios estilos, varios ritmos, en una sola descarga: abrir por tangos y cerrar por bulerías o viceversa, iniciar la soleá y acabar con un tango porteño. O como en el número de baile donde hubo, sucesivamente, soleá, tangos, bulerías y de nuevo soleá para el brillante ejercicio de un José Maya pleno de pateos y dominio rítmico.
El almeriense dejó espacio para el lucimiento de sus músicos, no sólo del bailaor, echando mano de la fórmula de sucesión de variaciones sobre una rueda de acordes, impuesta en el flamenco por Paco de Lucía en los años setenta. Jorge Pardo sabe bien de que va esto y por eso emocionó en su intervención por cartageneras en donde llevó la melodía tradicional del Rojo el Alpargatero, creada hace 150 años por estos lares, a dimensiones sonoras desconocidas.
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