De isla tarifeña a catálogo de artillería

Patrimonio

Más de 20 investigadores del IECG revisan alrededor de 30 elementos patrimoniales de la isla de Tarifa. El entorno, de gran valor paisajístico, guarda restos fenicios y de origen islámico

De isla tarifeña a catálogo de artillería
De isla tarifeña a catálogo de artillería
María E. Selva

26 de enero 2014 - 07:08

Al filo de las diez menos cuarto de la mañana una veintena de investigadores se dio cita ayer frente a la puerta cerrada de la isla de las Palomas de Tarifa. El frío y el viento enrabietado no podía impedir su misión, catalogar los elementos patrimoniales de este recóndito espacio de tierra que divide desafiante un mar y un océano. Una tarea encargada al Instituto de Estudios Campogibraltareños (IECG) como punto de partida a su futuro uso público.

El director de la institución cultural,Ángel Sáez, condujo a los investigadores a la parte superior de la casamata británica para dar las primeras indicaciones, entre ellas un mapa de la isla y la hoja para apuntar los datos de cada elemento, que repartió en dos por cada participante. Era indispensable indicar el estado de conservación actual y tener a mano herramientas como cintas métricas y brújulas. La presencia del Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) tampoco debía pasar desapercibida –obligado no hacer fotografías–, limitando el espacio de las investigaciones. Había arqueólogos municipales de Ceuta y Algeciras, cinco expertos de Málaga y un nutrido grupo comarcal.

En primer lugar era vital saber que hasta comienzos del siglo XIXfue una isla, procediéndose posteriormente a construir la escollera y el puente levadizo. La entrada tuvo una cortina defensiva que sólo permitía el acceso por un túnel subterráneo. Para Sáez todo el perímetro de la isla se circunscribe como un “catálogo de artillería de costa de los siglos XIXy XX”. De la mano de la creación de los más de 500 búnkeres durante la II Guerra Mundial en el litoral costero del Campo de Gibraltar, se incluyeron algunos en la isla, apreciándose “copias absolutas” del modelo alemán tal como una correlación entre los regímenes de ambos países.

En el extremo noroeste se encuentra el Rediente de la Dársena, donde se pudo advertir la caída de un dintel tras reventarse un sillar; la puerta de Carlos III también se mostraba erosionada e incluso agrietada; en el muro aspillerado no había más que apreciar el preciso hueco usado por los fusileros para disparar.

De camino hacia el este, a la necrópolis fenicia, en el suelo se ven plantas de gran interés botánico, cuyo estudio se está haciendo en paralelo al patrimonial, como es la Saladina. No está demás precisar que las gaviotas, ante el asumido abandono de la isla, han ido tomándola cada vez con más presencia.

Bordeando la costa se llega a la cantera, cuyas rocas sirvieron como sillares para levantar el castillo califal de Tarifa y las defensas ceutíes, unido a ellas se construyó después un fortín de hormigón. A pocos metros hay una batería semicircular que demuestra una arquitectura militar cuidada a la vez que pone en relieve la falta de conservación de las pilastras.

En línea recta junto al litoral la vista se paraliza ante el Murallón o Batería de la cantera, que se confundió con un puerto fenicio porque a base de las excavaciones para extraer sillares –de gran magnitud– quedó abierto para el desembarco. Sáez destaca que la isla, realmente, es una gran cantera configurándose como un gran “tetris”, ya que pocos materiales fueron usados del exterior para sus construcciones.

Más adelante está la batería acasamatada de San Fernando cuyas troneras fueron cegadas. A pocos metros también se ubica el Molino de Sangre, usado por animales para mover la piedra.

Ya en la zona sur de la isla se atisba que al desaparecer el acantilado natural se eleva un perímetro defensivo, creándose pues accesos subterráneos, justo al lado del faro –que era una torre almenara que se elevó–. El litoral de este margen es de alta protección del parque natural de El Estrecho –calificación A1–.

En el camino se ve como en la retaguardia de cada fortín se asienta un pozo, dos de ellos se asemejan al modelo alemán, como los conocidos tobruks; además se levantan respiradores.

Esta zona de la isla, reflexiona Sáez, sí podría tener un perfecto uso turístico, poner en valor algunas baterías y edificios.En cambio, apunta al debate que surgirá en los próximos meses acerca de su interés conservacionista o especulativo, añadiendo que hay estructuras edificadas que sí podrían ser reconvertibles como incluso alojamientos.

En el margen oeste de la isla se aprecian estructuras piramidales, que eran almacenes a prueba de bombas, mientras que en la zona centro se levanta un campo de entrenamiento americano. El interés subacuático no se escapa al entorno ya que el acantilado ha enriquecido su belleza visual. En la zona central de la isla, casi inexistentes a la vista humana se ubica un garaje subterráneo con varios repuestos de pólvora y munición y depósito de armamento; al lado está el almacén de pólvora de San Fernando, que se construyó con un foso buscando el aislamiento de la humedad y suelo de madera, hoy nutrido de electrodomésticos en desuso.

La lista de elementos a catalogar cubrió ayer a alrededor de 30, pasando además por un aljibe supuestamente islámico, así como la batería de Guzmán el Bueno o baluarte de Poniente o los traveses y batería de Santa Isabel. La jornada de los investigadores finalizó al mediodía, quedando más elementos por catalogar, aunque para otra ocasión, como el espigón de Levante y el túnel de la antigua entrada a la isla.

El trabajo de campo que llevan a cabo forma parte del marco de colaboración establecido por Mancomunidad de Municipios con la comisión que estudia el protocolo de acceso al recinto, con el fin de hacer compatible el uso que realiza el Ministerio del Interior como CIE con el disfrute ciudadano, la divulgación y la investigación científica y medioambiental, principalmente.

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