Tribuna abierta
Joyas de papel: La colección Antonio Viñas de Roa
El talento de Buñuel no necesita de aniversarios para ser recordado, pues nunca ha caído en el saco del olvido. Con su figura pasa algo curioso, pues fue a su muerte hace un cuarto de siglo en México cuando empezaba a ser bien conocido en su país natal, en el que pasó a ser un mimado de la joven democracia tras el anatema del franquismo. No obstante, era tarde para que España arreglase las cosas con uno de sus más brillantes hijos. Buñuel no regresó como tantos otros exiliados.
Y es que el genio de Calanda era un recordatorio demasiado doloroso de una generación privilegiada a la que su país no supo aprovechar. Al menos tuvo más suerte que su compañero en la Residencia de Estudiantes García Lorca, pues se le dio una vida para realizar una incomparable obra. Buñuel hizo una mezcla explosiva entre sus orígenes burgueses, clase a la que supo comprender en sus películas a pesar de lo que la fustigaba, su adscripción al surrealismo y la tradición negra española, en la línea esta última de otro talento aragonés, Goya. Durante medio siglo combinó estos elementos con sabiduría.
Lo hizo en Francia, donde se marchó tras su conversión al surrealismo después de una conferencia de Louis Aragon en la Residencia de Estudiantes. Un perro andaluz, el film que irritó a Lorca pues pensó que el perro era él, y La edad de oro son dos cumbres del movimiento de los sueños a secas, no sólo del cine. Lo hizo en España, con su polémico documental sobre Las Hurdes Tierra sin pan que consiguió que el Gobierno de la Segunda República fuese un censor y lo prohibiese. Y sobre todo, lo desarrolló en México, donde se refugió tras la Guerra Civil después de una parada en Estados Unidos malograda por las acusaciones de que era comunista por parte de Dalí, lo que rompió su relación para siempre. En el país azteca combinó los trabajos alimenticios -fue Buñuel el que ideó este afortunado término- con obras mayores como Los olvidados, Nazarín o El ángel exterminador. En medio, hizo una etapa en España con Viridiana, donde le metió al régimen de Franco un torpedo en plena línea de flotación.
Pero Buñuel dejaría México harto de problemas de producción y volvería a Francia, donde rodaría su afamada Belle de Jour y en una España que le dio otra oportunidad Tristana. Pero cerró su carrera con su cine más libre con la asombrosa trilogía formada por El discreto encanto de la burguesía, El fantasma de la libertad y La vía láctea. El remate menos interesante de Ese oscuro objeto del deseo no empaña la fidelidad a sí mismo de un creador irrepetible que 25 años después de su muerte mantiene la frescura.
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