En tránsito
Eduardo Jordá
Parteaguas
Cajón de sastre
EN la Villa de Los Barrios, siempre me he encontrado especialmente bien. Lo mejor de la Villa son sus habitantes. Gente sencilla, buena, amante de las tradiciones y acogedora con los de fuera. Han sabido evolucionar con el tiempo desde sus orígenes agrícolas hasta cristalizar en esa hermosa realidad que es el Polígono de Palmones, pulmón comercial del Campo de Gibraltar. He tenido compañeros que eran naturales de Los Barrios que me han brindado su lealtad y franqueza, de los que llaman al pan, pan y me honro en su amistad.
Por Navidades resplandece en el pueblo una rondalla que lleva por nombre "Los Tagarnineros de Belén". No pueden haber escogido un nombre mejor porque uno de los deportes favoritos de los barreños, es salir al campo a cogerlas. Casi una treintena de hombres, han emprendido la aventura de recuperar los viejos villancicos locales que son auténticas joyas de la tradición oral. Las nuevas generaciones podrán así conocer, porque han editado un primoroso cd, lo que cantaban sus antepasados y conservar ese común patrimonio intangible. He pasado un buen rato escuchándolos. Me ha gustado sobremanera su interpretación de la "Nana para un rey". Las recias voces de la rondalla cantan, llenando el espacio de ternura perfumada con la autenticidad. No esperen polifonías complicadas ni alardes musicales. Son solamente los villancicos que la gente canta en sus casas.
Conozco y admiro a uno de los componentes del coro. Se trata de Francisco Ruiz que toca la humilde zambomba que él mismo se construye. Francisco es un hombre sencillo y alegre que ha tenido el valor, con la ayuda y el amor de su María, de sacar adelante siete hijos con su oficio y muchas ganas de trabajar. En su hogar están siempre las puertas abiertas y sus ocho nietos lo adoran. Es un cocinero de muchos quilates y lo mismo te avía un refrito barreño para un montón de gente que endulza aceitunas o te chupas los dedos con su tarta de zanahoria. Pero lo que más me maravilla de Francisco es que ha convertido su casa en un acerico de amor donde están siempre prendidos como Alfileres, todos los suyos. Larga vida a los "Tagarnineros de Belén".
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