El mundo de ayer
Rafael Castaño
Tener un alma
Campo chico
Fiat lux: ¡Hágase la luz! y de pronto, el tren se convirtió en paradigma de todos los desarrollos posibles. Pequeñito era yo cuando marché a Madrid a estudiar matemáticas. Aunque ya entonces fuera universitario. Estrené la cualificación en Sevilla viviendo en una callecita peatonal de Puerta Real, cuando aún el archifamoso tranvía del paseo de Colón que nos llevaba a la antigua fábrica de tabacos, lucía su lento, familiar y pausado esplendor.
Pero ¡ay de mí! la universidad más cercana a nuestra comarca, en la que era posible estudiar matemáticas, se ubicaba en la espléndida ciudad universitaria de Madrid. De modo que con el propósito de cursar el segundo año de carrera, subí a mi tren en la estación marítima, a las ocho de la tarde, y tras una primera parada de diez o quince minutos -premonitoria de cómo se haría el camino- en la estación urbana de más allá del cine Delicias, ocupé mi asiento de segunda clase con la ilusión a flor de piel.
El escenario de la vieja estación de Atocha, o de Mediodía, sería mi primera visión de la capital. A las doce y media, más o menos, del día siguiente, y con las facultades físicas ligeramente tocadas, me encontré con el formidable espectáculo del histórico recinto. Claro que en aquellos tiempos nadie sabía lo que era un "teu"; es decir, un Twenty-foot Equivalent Unit, unidad de capacidad de carga de un contenedor normalizado de veinte pies, poco más de seis metros. Si me apuran, ni siquiera había consciencia de lo que significaba la palabra contenedor, en el sentido marítimo del término.
El puerto era simplemente "de Algeciras" y eso de la "autoridad portuaria" estaba lejos de formar parte del lenguaje. Además de los barquitos de pesca, había uno que atravesaba la bahía de parte a parte. Más que nada para llevar a los trabajadores españoles a los astilleros militares de Gibraltar. Una magnífica lonja y una fábrica de hielo completaban el cuadro enriquecido con la pareja de barcos que atravesaba el estrecho cuando era posible, hasta arribar a Ceuta y a Tánger.
La vida ha cambiado mucho y desde que nos gobierna el PP en Madrid y el PSOE-IU en Sevilla, en San Telmo y derivados se ha desatado una apasionada corriente de opinión dirigida a que el tren cumpla su función de vía de acceso principal al que ahora está en primerísima línea entre los puertos del Mediterráneo. Hay que ver lo que se fija la izquierda en estas cosas desde la oposición. Siempre me pareció que es desde donde más y mejor contribuye al progreso.
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