El mundo de ayer
Rafael Castaño
Tener un alma
Al sur del sur
TIENEN motivos sobrados el pueblo campogibraltareño y sus representantes políticos para estar molestos con la llegada de un nuevo submarino de propulsión nuclear averiado a Gibraltar. También los tiene el Gobierno de España, que ha optado en esta ocasión por ofrecer una respuesta de perfil bajo como muestra de buena voluntad hacia el nuevo gabinete de Theresa May. No en vano, el Reino Unido, a pesar del Brexit, continúa siendo un aliado clave en el seno de la OTAN, más aún cuando el terrorismo islamista forma lamentablemente parte de nuestra cotidianeidad.
Como poco, el HMS Ambush se saltó a la torera el Convenio Internacional del Mar que desde 1981 obliga a que los submarinos de todos los países firmantes naveguen en superficie cuando se sitúen en aguas territoriales, por lo que su colisión en el Estrecho con nada menos que un barco dedicado al transporte de productos químicos y petroleros no se habría producido si la nave hubiese respetado dicho convenio.
Además, el Reino Unido también incumplió el acuerdo tácito que mantiene con España por el que se compromete a anunciar la llegada al Peñón de cada buque británico de guerra atravesando aguas territoriales de nuestro país.
A lo relatado se suma la ausencia de información por parte del Reino Unido sobre las causas del accidente, su secretismo en torno a la identidad del otro barco implicado -el Andreas, de bandera panameña, según desveló ayer en exclusiva Europa Sur- y la falta de detalles sobre el estado real del HMS Ambush tras el violento choque, que afectó gravemente, al menos, al puente de mando del sumergible y a una aleta.
La bochornosa imagen del submarino llegando a remolque al puerto del Peñón justifica las protestas y el debate abierto, por más que algunos se esforzasen incompresiblemente ese día desde Gibraltar en celebrar su venida como un acto de exaltación patriótica.
Es obvio que está en juego algo más que una cuestión soberanista o de respeto a la legislación internacional. El 20 de enero de 2001, con ocasión de la avería del Tireless, se manifestaron por las calles de Algeciras 60.000 personas llegadas desde todos los puntos de la comarca en reivindicación de su derecho a vivir en paz y con seguridad, sin la amenaza permanente que conlleva el trasiego continuo a unos kilómetros de sus casas de buques de guerra, muchos de ellos con propulsión nuclear y armamento igualmente peligroso. El nuevo Gobierno de España tendrá que jugar sus cartas en defensa de los intereses de los vecinos del Campo de Gibraltar y dar respuesta al desdén con el que habitualmente despachan los británicos las cuestiones relacionadas con su colonia.
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