La Rayuela
Lola Quero
Nadal ya no es de este tiempo
La otra mirada
HAY algo que me sorprende del ser humano: esa dualidad innata y a veces oculta que le hace ser a la vez frágil como el cristal y duro como el acero. Alguna de esas condiciones permanecen años escondidas en el interior de uno mismo ofreciendo una imagen distorsionada de la persona, dejándola a medias y convirtiéndola en una especie de ser-luna del que sólo conseguimos ver una de las caras.
Por eso el hombre es extraordinario en el mundo de los seres vivos y en ocasiones podemos contemplar que el más duro de ellos es capaz de romperse en mil pedazos y dejar aflorar una emoción brutal que quizá sea fruto de tantos años intentando guardársela muy dentro para no aparentar lo que se es o, simplemente por miedo a sentirse vulnerable ante los demás. En el lado opuesto, personas que viven encerradas en una especie de urnas, siempre reservándose de cualquier agresión que venga del exterior, con la emoción al borde del derrumbe psicológico, sorprenden en ocasiones con una fuerza interior que les hace capaces de enfrentarse a situaciones de las más duras imaginables.Hoy en día estamos viviendo una época de triunfadores, pero de triunfadores light, de quita y pon y eso no deja ver la autentica dimensión de la personalidad moderna, oculta tras una máscara. Sólo estamos ante el producto de un tiempo. A poco que rasques en ellos, nos encontramos con la nada. Mientras tanto, el grupo formado por aquellos que preservan las emociones, vigilan el mundo. Lo hacen desde la fragilidad. Desde sus miedos, desde su cristalina forma de ver la vida. Encerrados en sus urnas. A veces no entienden lo que hay y no se involucran por temor a verse envueltos en algo que piensan que no les va a permitir encontrar su lugar en el mundo.
Porque todos tenemos ese sitio aguardándonos. No se trata de un dónde físico, más bien de una condición que completa nuestro paisaje interior, un lugar en el que conjugamos nuestro verbo ser en toda su dimensión porque en él nos permitimos y soñamos con ser lo que en la realidad cotidiana nos olvidamos o nos negamos.
¿Y si emoción y acción se unieran?¿Y si acero y cristal se moldearan en un todo? Sería el mundo que muchos han soñado: frágil y duro, como el propio ser humano en su lugar encontrado y en puro equilibrio vital.
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