Alberto Pérez De Vargas

A Propósito De Diverciencia

Campo chico

Hay científicos relevantes que se han criado y estudiado en nuestros centros

23 de abril 2017 - 02:11

Da gusto ver en la calle el desarrollo de actividades ligadas al arte y a la ciencia. El esfuerzo de los que hacen que sea posible una muestra sencilla y próxima de la creatividad y del ingenio, de la sabiduría en fin, de la experiencia y la profesionalidad merece el reconocimiento entusiasta de todos.

Esa imagen de profesores y alumnos, de artesanos y de artistas proyectándose hacia los vecinos y hacia los transeúntes ocasionales, que coinciden por casualidad con los actores en la propia escena donde se desarrolla su papel en la sociedad es la de un mundo de entrega a los demás, de generosidad y de paz.

La divulgación científica y la popularización del arte son actividades que requieren no sólo conocimientos y habilidades, sino además el ejercicio estratégico de comunicación que supone poner al alcance de todos prácticas que no siempre son tan simples como para permitirlo. Es una pena que ese levante que castiga nuestras costas estos días, por muy nuestro que sea, no haya descansado después de tanta insistencia en los últimos meses. Porque ha impedido algunas actuaciones y ha obligado a esconder otras de la vista del viandante.

Pero qué se le va a hacer.

Lo importante es que la iniciativa mantenga su vigor y se reactualice cada año. Once ya son suficientes para augurar una espléndida madurez. En una tierra dada a ofrecer al visitante cante, baile y palmas a coro, eso de advertir de que también hay espacio para los dones y misterios de la naturaleza proporciona una hechura antropológica bastante más presentable. Tiene razón Ana Villaescusa (no se pierdan su blog anavl), pregonera de la trigésima feria del libro de Algeciras (2016) y figura principal, junto a su colaborador indispensable, Alejandro Martín, de estas afortunadas iniciativas.

Poner frente a la población y con ella a gente de ciencia hace un efecto de animación que agita los espíritus en los que late un interés, a veces desconocido, por el conocimiento. Anunciar al personal de a bordo que hay científicos relevantes que han nacido, se han criado y han estudiado en nuestros centros educativos es una de las más sugestivas lecciones que se les puede ofrecer a los que sienten esa llamada que en sus interiores les incita a la curiosidad y al saber.

Como es el caso este año de la doctora Carmen Infante Duarte, bióloga del hospital La Charité (Universitätsmedizin de Berlín), y lo puede ser de otros muchos de la ya bien nutrida lista de notables, y no pocos jóvenes, paisanos de la tierra.

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