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Más de 50 cadáveres de caballos se acumulan en un cementerio ilegal de Algeciras

MEDIO AMBIENTE

Agentes de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía descubren este muladar incontrolado en las inmediaciones de la barriada de Pajarete

Galería gráfica del cementerio de caballos de Pajarete

El cráneo de un caballo, entre otros restos óseos, en un muladar incontrolado en Pajarete.
El cráneo de un caballo, entre otros restos óseos, en un muladar incontrolado en Pajarete. / Erasmo Fenoy
G. Sánchez-Grande / E. Fenoy

23 de agosto 2023 - 02:00

Poco antes de alcanzar una torreta eléctrica, en mitad de la loma, el cráneo de un caballo y otros restos óseos asoman entre los cardos borriqueros y el pasto seco, asolado por el verano. Las flores, de intenso color amarillo, se abren paso por las oquedades de la calavera.

Más allá, montañas de huesos por doquier salpican de blanco aquel secarral donde nada crece. Este macabro cementerio ilegal de caballos se encuentra a tan solo 3 kilómetros del pleno centro de Algeciras, en la barriada de Pajarete. El popular centro comercial Puerta Europa, adonde cada día acuden cientos de vecinos, se divisa no muy lejos.

Un cráneo en primer plano y, de fondo, un caballo extremadamente flaco.
Un cráneo en primer plano y, de fondo, un caballo extremadamente flaco. / Erasmo Fenoy

Un duro paisaje de hueso

La parcela, sin ningún edificio, cuenta con unos 300.000 metros cuadrados. Los únicos seres vivos que hay en ella son cuatro caballos, uno extremadamente flaco, quizá enfermo, que se afana por encontrar las últimas briznas de pasto. Posiblemente muera en unos días para pasar a formar parte del duro paisaje de hueso.

Las aves carroñeras suelen planear sobre este muladar ilegal donde se acumulan más de 50 cadáveres de equinos en distintos estados de descomposición. Algunos llevan allí unos pocas jornadas y las moscas aún zumban entre el pellejo seco y los órganos putrefactos. Otros son ya un rompecabezas de restos diseminados por el suelo. En otros casos, sólo se conservan las herraduras, las pezuñas y la cabezada.

En lo alto de la loma hay un pequeño vertedero con desperdicios de fibrocemento, material tóxico por contener amianto. En otra zona se amontonan vestigios óseos más pequeños, entre los que se pueden contar unos 15 cráneos. Parecen los despojos de un rebaño completo de cabras u ovejas.

Agentes de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía localizaron este extraño cementerio cuando, a mitad del verano, se desató un pequeño incendio de pasto bajo la torre de alta tensión. Probablemente un buitre u otra especie similar chocó contra los cables y produjo el chispazo. Todavía se distingue el área quemada.

Una herradura oxidada entre los huesos de los equinos.
Una herradura oxidada entre los huesos de los equinos. / Erasmo Fenoy

Alimento para los buitres

La mayoría de dueños de equinos en Algeciras y sus alrededores conoce este lugar. Lo llaman popularmente el cementerio de caballos. Uno de ellos, consultado por Europa Sur, admite que, cuando se muere un ejemplar en su propiedad, traslada el cadáver hasta estos terrenos de Pajarete y lo abandona bajo la torreta de electricidad, lo que le evita tener que pagar las tasas oficiales de retirada e incineración.

"Le damos alimento a los buitres. Si la administración correspondiente ya no permite dejar cadáveres de animales en el campo, como sucedía antes, ¿de qué van a vivir las carroñeras de nuestro entorno?", se pregunta este propietario, que no tiene en cuenta las posibles infracciones medioambientales y sanitarias que comete. Como él, son cientos en la zona.

Sin embargo, un muladar para alimentar especies necrófagas, es decir, un depósito controlado de cadáveres de animales, para ser legal, tiene que reunir una serie de condiciones, como estar alejado de zonas habitadas, carreteras y tendidos eléctricos, tres requisitos que no cumple el cementerio de caballos de Pajarete. Tampoco está vallado ni nadie mantiene un registro actualizado de las especies, otros requerimientos obligatorios.

Los restos de un caballo muerto se descomponen a pocos kilómetros de las viviendas.
Los restos de un caballo muerto se descomponen a pocos kilómetros de las viviendas. / Erasmo Fenoy

Recogida oficial de cadáveres

"El cauce legal y lógico cuando se muere un caballo es que su dueño llame a una empresa, contratada por la Junta de Andalucía, que se hace cargo de los restos", explica a este periódico un veterinario equino. Este servicio tiene un coste aproximado de 200 o 300 euros.

"Antiguamente, efectivamente, solían soltar los cadáveres en cualquier lugar que terminaba convertido en un muladar incontrolado. Esta práctica, por otro lado, no siempre tenía un impacto positivo, desde un punto de vista nutricional, para los buitres y demás carroñeras porque muchos de los caballos habían sido previamente eutanasiados con pentotal sódico y, por tanto, contenían unas toxinas nocivas para los demás seres vivos", aclara este veterinario quien considera que abandonar cadáveres de equinos actualmente es una práctica ilegal, inmoral e insalubre, pero muy económica.

"Algunos inaprensivos todavía dejan morir de hambre y sed a sus caballos en terrenos propios o ajenos, lo que se traduce en delitos de maltrato animal y relativos a la protección de la fauna y animales domésticos. Otros, les inyectan barbitúricos y se marchan", zanja. Admite, no obstante, que la empresa subcontratada por la Junta de Andalucía no ofrece un servicio perfecto. "Si se te muere un caballo en viernes, por ejemplo, ya no acuden hasta el lunes y esa demora, en verano, genera inconvenientes fácilmente imaginables", concluye este especialista.

Una pezuña entre los cardos.
Una pezuña entre los cardos. / Erasmo Fenoy

Por otro lado, eliminar un microchip de identificación a un caballo es relativamente sencillo. Sólo hace falta un lector electrónico para ser localizado y algo de pericia a la hora de practicar un corte subcutáneo, generalmente en el tercio medio del cuello, que permita la extracción. Una vez destruido el chip, el sistema de trazabilidad de los équidos queda desactivado.

Mientras, esta tierra fronteriza y yerma engulle decenas de caballos. "A los montes duros solo relinchaba con el río muerto sobre la garganta. ¡Ay, caballo grande que no quiso el agua! ¡Ay, dolor de nieve, caballo del alba!", escribió Federico García Lorca en su célebre nana.

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