"De las 42 cornadas que he recibido, en Algeciras sufrí una de las más graves"
ENTREVISTA I ANTONIO FERRERA, TORERO
Torea este sábado en el coso de Las Palomas una corrida de Victorino Martín junto a Octavio Chacón y López Simón
"No quiero salir a torear atado a ninguna cadena", asegura el diestro extremeño, que defiende su libertad a capa y espada
Libre, cabal y fiel a sus principios. Así podría definirse al torero Antonio Ferrera que esta temporada cumple sus bodas de plata en la profesión. Los 25 años no le han salido fáciles ni baratos: acumula 42 cornadas en su cuerpo -una de las más graves la recibió en Algeciras-, aunque asegura sentirse un afortunado, quizá por la forma que tiene de valorar la vida. Y porque Dios le ha permitido contarlo. Este sábado hace el paseíllo en Las Palomas.
-Siempre me ha dicho que Algeciras es una plaza especial para usted y que le trae recuerdos buenos y malos. ¿Por qué?
-Todos los recuerdos confluyen y esta plaza ha sido importante para mí, como torero y como persona. Debuté en Algeciras en 1998 con una corrida de Pablo Romero en la que compartí cartel con Ricardo Torres y Juan José Padilla. Toreé muy bien a uno de mi lote, pero al descabellar recibí una cornada muy fuerte, de las más fuertes de mi carrera. Tuve que pasar muchos días ingresado en el Hospital Punta Europa.
-¿Cuántos días son muchos?
-Estuve ingresado veinte días. Los primeros fueron muy duros. Le estoy muy agradecido a todo el personal médico que me atendió y a su calidad humana. Después también vino mi madre. Si echo la vista atrás, fueron días que recuerdo como complicados y grandiosos a la vez. Esos recuerdos son los que, a la larga, prevalecen.
-Incluyendo la de Algeciras, ¿cuántas cornadas lleva en el cuerpo?
-Alguna que otra (reflexiona y duda). Creo que son 42.
-Bien puede aplicarse aquella frase de Louise Madeira que decía: "Adoro la ambivalencia poética de una cicatriz, que tiene dos mensajes: aquí dolió, aquí sanó". Usted ha sanado muchas veces.
-Yo he sido un afortunado. En el arte en que nos sumergimos, es el que más alto riesgo tiene. Hablo a nivel vital. En las 42 cornadas, Dios me ha ayudado. Pero otros compañeros no han corrido la misma suerte que yo.
-Lleva usted 25 años jugándose el pellejo. ¿Contempla optar por el descanso del guerrero en un futuro próximo?
-No. Dios me está brindando momentos para aportar, a mí y al público. Por eso mantengo la ilusión. Lo que sí procuro es proseguir mi camino de la manera más cabal posible y con el máximo compromiso.
-¿Valora más la vida porque sabe que, en cualquier momento, puede terminar?
-Esta profesión te hace sufrir momentos de incertidumbre permanente. Al final, ser torero es una condición de vida y eso te obliga a ser más consciente y consecuente con todo. Por supuesto, le das más valor a cada instante que pasa.
-Su concepto del toreo se basa en la creatividad y en la emoción, hasta el punto de que, a veces, se sale completamente de lo establecido. ¿Llegan a criticarle porque no le comprenden, por esa forma que tiene de no respetar los cánones?
-Quizá por eso, por la libertad que puedo permitirme ahora, sigo enfundándome un vestido de torear. Trato de expresar mis sentimientos por distintas vías, siempre ante el toro que, al final, es una fiera imprevisible, no lo olvidemos. Ante cada toro y cada circunstancia, uno transmite de una manera, siente de una manera. Por eso yo no me limito a un único camino ni quiero ir atado a ninguna cadena. No quiero torear porque se me imponga desde una obligación, ni de reglamentos, ni de cánones, ni de conceptos. Mi entrega tiene que surgir desde la naturalidad. Intento ser quien soy.
-¿Esa libertad de espíritu hace que se sienta incomprendido?
-Puedo comprender esas críticas, a veces. Sucede cuando se ve un festejo desde los tópicos. Pero eso limita los instintos naturales de una tarde de toros. Yo he ido creciendo desde unos cánones procurando ser fiel a mí mismo. Y sincero en mi entrega.
-¿Siente que ha sacrificado parte de su vida personal por esa fidelidad extrema al toro?
-No lo siento como un sacrificio. A veces, pensamos que estamos perdiendo cosas cuando, en realidad, estamos encontrando otras muchas y no nos damos cuenta. Creo verdaderamente que el arte del toreo tiene unos valores muy arraigados que explican cómo debemos comportarnos como seres humanos, por eso yo me siento muy agradecido de que Dios me haya brindado este camino y esta vida.
-¿El maestro Miguel Mateo, Miguelín, ha sido un referente para usted? Comparten ciertas similitudes.
-Ha sido un estandarte para el toreo. Recuerdo cuando yo era niño y empezaba a tener la intuición del toreo que veía vídeos del maestro Miguelín y me transmitía algo especial. Era un creador y fue único.
-¿Qué le faltó a Miguelín para convertirse en una figura del toreo y mandar en su época?
-Miguelín tenía un espíritu tan transparente, generoso y bondadoso que estaba por encima de todas esas cosas. Era pura entrega. Lo de ser figura del toreo podría quedársele hasta corto. O, por lo menos, esa ambición no era lo fundamental para su alma.
-Este sábado, en Algeciras, lidia una corrida de Victorino Martín. ¿Es el toreo en activo que más corridas de Victorino ha estoqueado?
-Exacto. Además me quedan muy pocas para igualar el récord de Francisco Ruiz Miguel. Yo tomé la alternativa con una corrida de Victorino hace un cuarto de siglo. Este tipo de ganaderías y encastes han sido muy importantes para desarrollar mi tauromaquia. Son toros con una exigencia especial y, al mismo tiempo, un reto personal porque te piden mucho. Te obligan a superarte y crecer.
-A usted lo apodera actualmente la torero Cristina Sánchez. ¿Hay que tener personalidad, incluso en el siglo XXI, para que sea una mujer quien lleve las riendas de su carrera?
-Sí, sobre todo por cómo se ha visto y cómo se ha tratado a la mujer en el toreo. Pero Cristina está consiguiendo grandes cosas por su capacidad profesional y humana. Es una ilusión que esté a mi lado.
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