Antonio Meulener: el militar algecireño que destruyó los planos del arma mortífera que inventó
Historia
Desde 1905 trabajaba en un revolucionario explosivo que alcanzaba una potencia muy superior a la de cualquier otro
"No hallé ni un árbol, ni un hierbajo, ni rastro alguno del ganado, ni piedrecilla en el suelo", describe el general Luis Bermúdez de Castro sobre las primeras pruebas del arma
Algeciras/Antonio Meulener Verdeguer fue un militar e inventor nacido en Algeciras el 16 de abril del año 1861 que destacó en la investigación en materias de balística, química y metalurgia, y en el desarrollo y mejora de diversos aparatos topográficos y criptográficos. Las investigaciones realizadas durante los últimos años de su vida en Algeciras permanecieron olvidadas o en un intencionado secreto. Los únicos datos que se tienen sobre ellas se encuentran en las publicaciones del teniente general don Luis Bermúdez de Castro, sin que hayan podido ser contrastados. Según este militar y escritor, Antonio Meulener Verdeguer se hallaba trabajando, desde el año 1905, en un revolucionario explosivo al que había denominado Tóspiro, con el que a través de una serie de explosiones sucesivas (¿reacción nuclear en cadena?) se alcanzaba una potencia muy superior a la de cualquier otro explosivo conocido.
En el verano de 1912 se realizaron las primeras pruebas, eligiéndose para ello una zona en los montes de Toledo en la cual se situaron cabezas de ganado para evaluar sus efectos. Cuando tras el disparo del cañón reconoció la zona el entonces general Luis Bermúdez de Castro -según sus palabras-, “la impresión fue profunda; no hallé ni un árbol, ni un hierbajo, ni rastro alguno del ganado, ni piedrecilla en el suelo. Los campesinos del lugar estaban aterrados; la Guardia Civil me informó de que la explosión de la granada había sido como un terremoto y que de los rebaños cercanos no habían hallado ni sangre, ni pelos, ni huesos”.
Meulener falleció poco después, atribuyéndose su muerte a consecuencia de los efectos sobre su delicada salud de los gases tóxicos respirados durante el reconocimiento de la zona después de la explosión. Antes de abandonar este mundo parece ser que destruyó los planos y las fórmulas de su explosivo, asustado por sus terribles efectos.
Sobre estos hechos no se posee otra información que la proveniente del artículo que con el título de Un rasgo español escribió el teniente general don Luis Bermúdez de Castro en ABC el 19 de julio de 1953.
Biografía
Antonio Meulener Verdeguer era hijo de Antonio Meulener Casano, militar del Cuerpo de Carabineros destinado en esta ciudad, y de Marcelina Verdeguer Nacasino. A los dieciséis años, el 15 de agosto de 1877, ingresó en la Academia de Infantería de Toledo. Pronto dio muestras de su afición al estudio, tanto en los asuntos militares como en su interés en los temas relacionados con la técnica armamentística y la criptografía.
Tras dos años y medio en la Academia, en 1880 alcanzó el grado de alférez con el número uno de su promoción. Fue destinado al Regimiento de las Antillas, al que se incorporó en Granada, aunque estuvo en él muy poco tiempo, pues pronto solicitó pasar a la situación de reemplazo en Madrid, con objeto de disponer de tiempo para preparar su ingreso en la Escuela de Estado Mayor, aunque, por causas diversas, nunca llegó a ingresar.
Hombre de espíritu inquieto cambiaba frecuentemente de destino, pues ninguno de los que desempeñaba le satisfacía. En los años siguientes, hasta su ascenso a teniente en 1885, sirvió en el batallón de Escribientes y Ordenanzas de Reserva de Fraga -poco relacionado con sus verdaderos intereses-, luego en el Batallón de Depósito de Algeciras y en el Regimiento de Infantería Extremadura 15, ambos en su ciudad natal. En sus años algecireños dedicaba su tiempo libre a la investigación en materias de balística, química y metalurgia, y en el desarrollo y mejora de diversos aparatos topográficos y criptográficos, que eran los temas que, de verdad, le apasionaban.
Como resultado de sus trabajos de investigación presentó en Madrid, en el mes de junio de 1885, un aparato conocido como Bastón de Meulener, instrumento que se podía utilizar para realizar de manera rápida y sencilla levantamientos topográficos, al tener incorporados una brújula, un goniómetro, un heliógrafo, un telémetro y otros instrumentos de medición y cálculo. Hasta esa fecha, esas mediciones de campaña exigían mucho tiempo y carecían de precisión y fiabilidad.
Pronto sus grandes conocimientos científicos, en temas militares y en tecnología, posibilitaron que fuera nombrado, tras su ascenso a teniente, como profesor ayudante de la Academia General Militar, entonces ubicada en Toledo. Sin embargo, su precaria salud le perjudicó en sus trabajos de investigación, porque necesitaba solicitar con frecuencia bajas y licencias por enfermedad. Esta situación le obligó a pedir la baja en la Academia en octubre de 1886.
Fue destinado al Regimiento de Tetuán, al que no pudo incorporarse por hallarse en Algeciras enfermo, teniendo que solicitar el pase a la situación de reemplazo, en la que se mantuvo hasta abril de 1888, cuando fue destinado al Regimiento de Extremadura 15, del que pasó al de la Reina, ambos de guarnición en Algeciras, ciudad en la que residió hasta el año 1892.
Unos meses antes, en enero de 1891, fue nombrado ayudante de campo del general don José Gámir Maladeñ, Comandante General del Campo de Gibraltar, al que acompañó en 1892 a Palma de Mallorca y a Vitoria por haber sido nombrado aquél, sucesivamente, capitán general de las islas Baleares y de las Vascongadas.
Cesó en el cargo de ayudante del Capitán General en agosto de 1893 para pasar al Batallón de Cazadores de Estella, en Vitoria, destino en el que causó baja en agosto del año siguiente por haber sido ascendido a capitán. Días después volvió a ser nombrado ayudante de campo del general Gámir, cesando en ese cargo en el mes de mayo de 1895.
Tras pasar unos meses sirviendo en el Regimiento de Reserva de las Antillas, en Toledo, en enero de 1896 pasó a desempeñar el cargo de ayudante de campo del general don Julio Seriñá Raimundo, capitán general de Aragón. Pero cuando este falleció, un año más tarde, se vio obligó a retornar a Algeciras, destinado al Regimiento de Reserva de Ronda, en el que permaneció escaso tiempo, pues en abril de 1897 volvió a ser nombrado ayudante de campo, esta vez del general Ángel Aznar Butigieg, director de la Escuela Superior de Guerra.
En mayo de 1899 pasó en comisión de servicios a la Fábrica de Armas de Toledo para realizar estudios y experiencias relacionados con un cañón-torpedo fruto de su inventiva, basado en las piezas de artillería en uso, en aquellos años, en el Ejército español, que había desarrollado de forma artesanal. Se trataba de un cañón, un nuevo proyectil y una pólvora de propulsión muy potente. Se realizaron varias pruebas que parece ser que no dieron los resultados apetecidos. El general Agustín Luque Coca, capitán general de Andalucía, lo reclamó como ayudante de campo en febrero de 1902 y Antonio Meulener, que estaba cerca de cumplir cuarenta y un años, lo acompañó a Madrid cuando lo nombraron ministro de la Guerra.
Entretanto, Meulener continuaba dedicado a sus investigaciones en relación con el fallido cañón-torpedo, que él aseguraba que sería un gran avance en el campo de la artillería. Para facilitar su trabajo, el general Luque le concedió, en diciembre de 1905, una comisión de servicios de tres meses para que continuara trabajando en sus investigaciones en Algeciras.
En mayo de 1906 fue ascendido a comandante y destinado al Ministerio de la Guerra consiguiendo, pasados dos años, la Cruz Blanca al Mérito Militar como recompensa a un método muy novedoso de criptográfica que él había inventado en el año 1894.
En febrero de 1912, asumiendo la Superioridad la gran importancia que tenían sus investigaciones y sus inventos, se le concedió una comisión de servicio especial en Algeciras para que continuara con sus investigaciones. Por desgracia se vieron interrumpidas al fallecer el 17 de agosto de 1912, a los cincuenta y un años de edad.
Esta es la apasionante historia de un militar e inventor algecireño cuya labor investigadora e invenciones han sido, hasta ahora, ignoradas por sus paisanos.
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