Arquitectura inglesa (I). Villa Patricia y Villa San José
MONUMENTOS Y EDIFICIOS HISTÓRICOS DE ALGECIRAS
Capítulo 35. Desde el siglo XIX, la alta burguesía gibraltareña mostró interés en instalarse al sur del río de la Miel, en la Villa Vieja, dando como resultado una buena cantidad de edificaciones
Algeciras/El interés de la alta burguesía gibraltareña ―comerciantes, industriales, hombres de negocios, etc.― por instalarse en la meseta situada al sur del río de la Miel, conocida como Villa Vieja o Campo del Sur, está documentada desde mediados del siglo XIX. Un territorio llano y diáfano, escasamente poblado, asomado a una recoleta playa, ocupado por algunas huertas, varias casas de campo, una pequeña industria corchera y el llamado tejar de Duarte, representaba un espacio de sosiego y salubridad que contrastaba con la vida tensa que aquellos potentados llevaban en la abigarrada y asfixiante colonia británica.
Como señala Ana María Aranda, cuyo excelente trabajo sobre la Arquitectura Inglesa en el Campo de Gibraltar es obligado seguir a la hora de elaborar este capítulo, el primer gibraltareño que se había interesado por adquirir terrenos en la Villa Vieja fue el comerciante Ricardo Joyce. En 1859 compró algunos huertos en la zona hasta constituir una finca de unos 12.000 metros cuadrados. Sin embargo, después de su fallecimiento, acontecido diez años más tarde sin dejar descendencia, sus hermanas y sobrinos decidieron vender la finca algecireña a Nicolás Díaz Oñate.
Estos terrenos lindaban con el de los hermanos del Río Mateo. Ambas fincas ocupaban la totalidad de la meseta que se extendía desde los restos de torres medievales situadas al mediodía y el barranco que se precipitaba sobre la orilla derecha del río en su lado norte. Hacia el Oeste se hallaba la propiedad de Luis Antonio Lombard, uno de los impulsores del establecimiento de la línea del ferrocarril entre Bobadilla y Algeciras, que había adquirido en 1888 y era conocida como “El Recreo”.
Pero sería con la llegada del ferrocarril y la construcción del muelle de Madera como terminal de mercancías y pasajeros en la orilla derecha del río de la Miel, cuando la zona de la Villa Vieja, asistió a un verdadero auge urbanístico por iniciativa, sobre todo, de comerciantes y empresarios gibraltareños. En 1897 el magnate de la Roca y vicecónsul del Reino Unido, Guillermo Jaime Smith Corlet, cuyos padres habían llegado a la colonia británica en 1837, compró a Díaz de Oñate su propiedad y, unos meses después, vendió la mitad de los terrenos a Alexander Henderson para que éste construyera el Hotel Reina Cristina.
Si ya era atractiva para los ingleses y los habitantes de su colonia la Villa Vieja algecireña, desde que se inauguró el lujoso hotel la zona se revalorizó y ricos hombres de negocios de Gibraltar comenzaron a interesarse por esos terrenos con el fin de construir hoteles o mansiones como segundas residencias en las que poder encontrar la tranquilidad que no hallaban en la bulliciosa colonia británica. A este primer período de actividad constructiva en la Villa Vieja, le seguiría una segunda etapa a partir de 1910, cuando comiencen a edificar sus casas Adolfo Ernesto Rugeroni y Montano y los hermanos Gaggero, así como un pequeño hotel por iniciativa de Guillermo Lombard Damonte, todas estas construcciones rodeadas de amplios jardines.
Con la instauración de la II República se elevaron las voces de relevantes personalidades temerosas de que la adquisición de propiedades por los gibraltareños en el Campo de Gibraltar, pero sobre todo en La Línea y Campamento, pudiera representar un medio de extender la colonia fuera de las fronteras de la Roca ―circunstancia que ya se había dado en el siglo XIX― y de futuras anexiones territoriales. Este temor hizo que el Gobierno de la Nación prohibiera la venta de terrenos y de casas a los gibraltareños.
A este impedimento vino a sumarse, unos años después, la inestabilidad provocada por la Guerra Civil, lo que obligó a los súbditos del Reino Unido que residían en el Campo a buscar refugio en la colonia. Sin embargo, aunque la guerra finalizó tres años después, las cosas no volvieron a ser como antes. Algunas mansiones de la Villa Vieja fueron compradas por españoles y otras, la mayor parte de ellas, quedaron abandonadas sufriendo la zona un proceso de degradación urbanística que se prolongó hasta los años sesenta del siglo XX.
Villa Patricia.- En torno a 1905 Guillermo Luis Lombard Damonte, hijo de Luis Antonio Lombard, ya citado, que poseía la finca conocida como “El Recreo” en la Villa Vieja, había comprado a los hermanos del Río Mateo un trozo de terreno junto a la calle San Nicolás. En 1912 adquirió otra parcela colindante a la anterior con el fin de obtener suficiente espacio para la casa y su correspondiente jardín, aunque la construcción de Villa Patricia se debió realizar entre los años 1902 y 1906, en opinión de Ana María Aranda, pues el edificio aparece fotografiado en esa segunda fecha. Recibió el nombre de Ana Patricia Mendoza, una gibraltareña que era esposa del señor Lombard.
La vivienda cuenta con dos plantas más el sótano y ático con buhardilla, elevándose sobre un plano con forma de doble rectángulo. La fachada, en la que se abre la puerta principal cubierta con arco de medio punto, presenta un cuerpo saliente poligonal a modo de porche-mirador. Uno de los cuerpos principales del edificio se cubre con tejado de tejas planas a dos aguas de cuya cornisa pende una crestería de madera.
El segundo cuerpo está rematado con un pretil calado. Fue reformada con posterioridad, pues actualmente presenta los vanos de las ventanas rematados con frontones curvos y la puerta principal con un frontón triangular. La villa está desocupada desde el año 1912. En los años cuarenta la finca fue adquirida por la familia Cervera que, años después, la donó a la congregación de las Adoratrices. La vieja mansión se halla clausurada ―aunque milagrosamente todavía en pie― desde los años ochenta del siglo XX.
Villa San José.- Pero quizás la más sobresaliente de las construcciones que los gibraltareños erigieron en la Villa Vieja, fue el hotel de recreo que la familia Gaggero edificó entre 1910 y 1911 en el inicio de la calle San Nicolás, donde hoy se halla el Colegio de las Adoratrices, conocido como Villa San José. Los terrenos donde se erigió la casa y la zona ajardinada que la rodeaba fueron adquiridos entre 1909 y 1910.
Los Gaggero eran una familia de Gibraltar relacionada con el negocio de la consignación de buques. Desde que estuvo finalizada la mansión, en 1911, fue utilizada como lugar de veraneo por los diferentes miembros de la familia, aunque, poco después, uno de los hijos de Manuel Alberto Gaggero trasladó sus negocios a Algeciras pasando a residir en Villa San José. La casa contaba con dos plantas y una robusta torre-mirador, que se elevaba un piso más, de sección cuadrada con las esquinas achaflanadas lo que generaba una cubierta con tejados a ocho aguas. La nota regionalista la daban los forjados de hierro, los tejados constituidos por tejas árabes vidriadas, las losetas con claveles pintados realizadas en talleres sevillanos, las guirnaldas que decoraban los antepechos de las ventanas y las piñas que remataban las cubiertas.
Sin embargo, la función residencial de la mansión fue corta en el tiempo. En el año 1924 la familia se trasladó a otro edificio que había construido en Algeciras, en la orilla izquierda del río de la Miel, el Hotel Sevilla ―del que se tratará en el próximo capítulo―. La casa de la torre-mirador quedó deshabitada hasta que una de las hijas de Manuel Alberto Gaggero decidió donarla a la congregación de Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento para que éstas establecieran allí un colegio para niñas. Consta que en 1944 ya estaban instaladas las monjas en el edificio. En el año 1970 fue demolido y en su lugar se construyó el actual colegio al que se añadieron los terrenos de Villa Patricia y la mansión cedidos a la congregación por la familia Cervera.
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