Curiosos orígenes de algunos apellidos

En la Edad Media, los reyes y la nobleza adjudicaban apellidos patronímicos a los plebeyos que no los tenían, basados en sus conductas guerreras: Valiente, Matamoros, Bravo..., o por el aspecto físico: Delgado, Cano o Moreno. En mucho aprecio tendrían a aquellos a los que adjudicaron los apellidos de Amigo, Joya o Leal.

En otros casos, los patronímicos se debían al lugar del que se procedía: Gallego, Valencia, Navarro, Cádiz... Y localistas: Monte, Valle, Arrabal... Otra importante veta de apellidos fue la de oficios y ocupaciones: Herrero, Panadero o Carpintero. Y también del campo militar: Capitán, Ballestero o Cabo.

De nombres propios de pila se originaron numerosos apellidos. Así, de Sancho, Sánchez; de Nuño, Núñez; o de Lope, López. En tiempos de los Reyes Católicos, la intransigencia religiosa y las conveniencias políticas y económicas movieron a expulsar de España a los judíos que no renegaran de su religión. Los conversos, además de abrazar el cristianismo, debían renunciar a sus apellidos hebreos. En unos casos tomaron como apellido el nombre de la iglesia en la que eran bautizados: Santamaría, Sanjuán o Santana; o el de la ciudad: Córdoba, Cuenca, Toledo o Valencia.

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