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Algeciras despide a Diego Valencia, asesinado en la iglesia de La Palma: "Ha muerto recordando su fe"

FUNERAL

El obispo de la Diócesis de Cádiz y Ceuta, Rafael Zornoza, ha sido el encargado de oficiar la misa, junto a Juan José Marina, párroco de La Palma

Familiares, amigos y autoridades como el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, han acudido a dar el último adiós al sacristán asesinado en un ataque yihadista

Salida del féretro de Diego Valencia de la iglesia de La Palma. / Erasmo Fenoy

"A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño". Fue el último Evangelio de los muchos que, en la parroquia de Nuestra Señora de La Palma, escuchó Diego Valencia, el sacristán brutalmente asesinado durante el ataque yihadista del pasado miércoles. Dos días más tarde, en el mismo templo, se ha celebrado la misa exequial para que familiares y vecinos despidan al difunto.

El obispo de la Diócesis de Cádiz y Ceuta, Rafael Zornoza, ha oficiado el funeral, tras el cual se ha dado sagrada sepultura al cuerpo en el cementerio de Algeciras. A la eucaristía ha asistido el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, además del alcalde, José Ignacio Landaluce, y numerosas autoridades civiles, militares y judiciales.

El ataúd del sacristán reposaba bajo el altar mayor, presidido por la Reina y Madre de todos los algecireños, la Virgen de la Palma, con un crespón negro a los pies. Desde una de las naves laterales, la Virgen del Carmen, de la que el fallecido era fiel devoto, también velaba el féretro, amparado por multitud de coronas de flores y un Cirio Pascual, símbolo de Cristo resucitado. En la parroquia no cabía un alfiler. Entre los asistentes, se palpaba el dolor, y aún la conmoción, de una de las catequistas que se encontraban dentro de la Palma la tarde en que Yassine Kanjaa irrumpió en el templo.

Juanma Moreno y José Ignacio Landaluce llegando al funeral de Diego Valencia. / Erasmo Fenoy

Por quién dar la vida

Escribió Lorca que un muerto en España estaba más vivo que en ningún otro sitio del mundo: "hiere su perfil como el filo de una navaja barbera". Ciertamente, el féretro de Diego Valencia, reposando en el interior de la iglesia que ha custodiado durante años, era este viernes como una herida abierta, a pesar de que, como ha recordado Rafael Zornoza, para los cristianos, "la ignominiosa muerte del hijo de Dios ha conseguido para nosotros una morada en el Cielo, una vida resucitada". "La muerte ya no es un muro contra el que todo se estrella y se hace pedazos la vida, sino un puente hacia la vida eterna", ha evocado el obispo de Cádiz durante la homilía.

"Participar en la Eucaristía es la manera más verdadera, justa y eficaz de prepararnos a la muerte. En La Eucaristía hacemos cada día testamento y decidimos a quién dejar la vida. Por quién dar la vida. Por quién morir. Ésta es la Eucaristía que Diego acababa de celebrar antes de ser asesinado despiadadamente, la que le alimentaba todos los días y la que le fortalecía para amar a su familia, para servir a todos, para vivir alegre y en esperanza", ha pregonado Rafael Zornoza en su visita a Algeciras. "Ha muerto por su fe y y recordando su fe. El Señor lo tendrá en su Gloria".

El obispo ha reconocido que se siente "dolido y desconcertado" y ha trasladado su pésame a los familiares, amigos y feligreses de la parroquia tras la atroz muerte de su sacristán a los 63 años. "Toda la Iglesia sufre con vosotros por este horror". A continuación, ha recordado que a los cristianos "nos enseñan a perdonar y a orar por nuestros perseguidores como hizo Jesús en la cruz. De no perdonar estaríamos ya derrotados", ha recordado Zornoza apenas 72 horas después de que el terrorista Yassine Kanjaa asesinara a Diego Valencia de varios machetazos bajo los gritos de Alá es grande y Muerte a los cristianos.

Los restos de Diego Valencia, antes de recibir sagrada sepultura en el cementerio de Algeciras.

Una vieja historia

Entre los presentes en el altar mayor se encontraba el párroco de la Palma, Juan José Marina, visiblemente consternado, con la mirada perdida en una hilera de velas que Diego Valencia se encargaba de encender y apagar cada tarde, consciente de que aquel golpe mortal iba dirigido a él. El principal templo algecireño perdió este miércoles a uno de sus mayores protectores.

Al finalizar el funeral, entre lágrimas y aplausos, familiares, hermanos de La Palma y el propio Marina han conducido, sobre sus hombros, el ataúd hasta la Plaza Alta, deslumbrados por una claridad dolorosa. A pesar de que la muerte es una vieja historia, sigue sobrecogiendo.

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