"La pregunta no es cuántas directoras de orquesta hay, sino a cuántas no se les echa el freno"
IRENE DELGADO-JIMÉNEZ, DIRECTORA DE ORQUESTA I ENTREVISTA
Ser la hija de una policía local en Algeciras le dio fuerzas para derribar estereotipos y convertirse en una prometedora directora de orquesta. Actualmente, vive en Viena donde está becada por la fundación Taki Alsop que promueve la diversidad de género en la música
Cuando compuso su Novena sinfonía, una de sus obras más trascendentales y populares, Beethoven estaba prácticamente sordo. Corría el año 1824 y Viena esperaba con afán la primera aparición pública del genio alemán en doce años. Toda la sociedad sabía que había perdido el oído. La noche del 7 de mayo, la Novena sonó por primera vez en el abarrotado Teatro Imperial que se rindió, conmocionado, ante un Beethoven que, sin escuchar los aplausos, no apartaba la vista de la partitura. Tras aquella estremecedora aparición, el de Bonn se retiró, para siempre, de la vida pública.
La algecireña Irene Delgado-Jiménez, directora de orquesta, vive a pocos metros del lugar donde Beethoven terminó la Novena sinfonía. También tiene a tiro de piedra Stadpark, con su monumento en honor a Johann-Strauss, y el Belvedere donde, entre otras obras, vive El beso de Klimt. Sin embargo, el camino entre la Urbanización Parque Bolonia, al lado del recinto ferial, y Viena no ha sido, ni de lejos, un camino de rosas. Y, entre otros obstáculos, ha tenido que abrirse camino, batuta en mano, entre un mundo demasiado dominado todavía por los hombres. A comienzos de 2022, fue becada por la Taki Alsop Conducting Fellowship, la fundación estadounidense liderada por Marin Alsop que promueve la diversidad de género en la música.
-Se encuentra actualmente en Barcelona, dirigiendo para el Gran Teatre del Liceu la microópera de Marc Migó "The Fox Sisters". Cuénteme cómo está siendo la experiencia.
-Algo maravilloso. The Fox Sisters forma parte del proyecto Òh!pera que fomenta el aprendizaje de jóvenes estudiantes a través de una experiencia real de creación operística. Yo llevo la dirección musical de esta microópera de Marc Migó, con el que ya había trabajado anteriormente. Los cantantes y músicos que me han tocado están dispuestos a todo.
-Explíqueme el secreto para llegar desde el Instituto Isla Verde al Liceu...
-Han pasado unos añitos... Desde luego, no existe un puente directo. He trabajado mucho y, a casi todo lo que me han propuesto, he respondido que sí. He rechazado pocas cosas a nivel profesional. Por supuesto, lo que más me ha impulsado ha sido trabajar en Viena. Musicalmente, esa ciudad sigue teniendo el sello de aprobación mundial.
-Ser nombrada, para el periodo 2022-2024, miembro asociado de la prestigiosa TACF, la beca de dirección Taki Alsop, ha sido su billete directo para instalarse en la capital austriaca y participar en las producciones vinculadas a la organización. ¿Sigue siendo cierto que en Viena se respira música clásica?
-Absolutamente. La música clásica está presente en la sociedad vienesa. Ni comparación con España. La gente acude a conciertos y recitales con frecuencia. Aquello es un micromundo por donde pasan los mejores músicos. Todos coinciden en Viena. Hace un mes, asistí a un concierto impresionante con la Tonkunstler, una de las mejores orquestas austriacas, y la participación de seis mujeres refugiadas que cantaron dos canciones cada una de ellas. Había unos ritmazos... ¡y qué manera de disfrutar la orquesta! En Viena se da un cóctel perfecto para que sucedan este tipo de encuentros.
-¿Cree usted que en España estamos dejando morir la música clásica? ¿Qué falla aquí para no poder seguir el ejemplo de otros países centroeuropeos?
-En España, para empezar, falla el apoyo institucional. Y para continuar, la educación está muy mal orientada hacia la música clásica. Lo que se estudia en el instituto, que es cuando un joven toma conciencia de lo que quiere, se plantea de una manera excesivamente intelectual cuando la música es algo absolutamente vivencial. Finalmente, falta también un gran trabajo de divulgación a nivel social.
-A raíz de la pandemia, el número de conciertos y recitales ha disminuido preocupantemente. ¿Tienen ustedes, los directores de orquesta, también algo de responsabilidad en esa desafección que sufre el gran público por la música culta?
-Creo que sí. Los directores de orquesta, los músicos, también nos tenemos que arrimar un poquito a la gente. Todavía somos un pelín estirados. Hay mucho mito. Demasiado. Sin embargo, hablando nos entendemos. Es por eso que fundé la asociación Thalassa Music Project, dedicada a la promoción y divulgación de la música clásica a nivel profesional en el sur de España. A la hora de programar un concierto, no nos damos cuenta de que en España las cosas no son como en Austria. En Viena, por ejemplo, la gente pide otro tipo de apertura... Dependiendo de lo que se interprete, se llegará más directamente al corazón del público. Ése es un trabajo pendiente por nuestra parte, los directores de orquesta. Y también las labores de marketing. Todo es como lo presentas. A lo mejor has montado un concierto impresionante, pero no has sabido venderlo ni explicar lo que has hecho.
-Imagino que algo parecido sucede con el género de la ópera, también incomprendido por las masas. Dígame cuál es su ópera favorita.
-Ahí me ha dado en un punto débil. Admito que me cuesta bastante que me guste una ópera. Aún así, podría quedarme con tres títulos: La flauta mágica, La Traviata y West Side Story. Mi reino por West Side Story.
-¿Podemos considerar "West Side Story" una ópera?
-Nunca sé cómo definirla: ópera, musical... Para mí, lo tiene todo.
-En ese sentido, ¿cree que la ópera, en su última etapa, fue propulsora y antesala de las bandas sonoras en el cine?
-Absolutamente. Ya lo vemos en Bernstein, ¿no? O Ravel. En L'enfant et les sortilèges se escucha perfectamente como van a venir las bandas sonoras después.
-A propósito de "La flauta mágica", creo que este verano, en el Liceu, ha coincidido usted con Gustavo Dudamel ensayando, precisamente, esa obra. ¿Cómo se sintió trabajando tan cerca de él?
-Era una pasada. Cuando salía en los descansos de The Fox Sisters, les escuchaba a ellos ensayar. La pena es que, como he cogido el Covid, no he podido acercarme a saludar. Camarena también lo ha cogido... y quien interpretaba a Sarastro es otro que ha caído hace poco.
-En muchas ciudades centroeuropeas se puede asistir a una ópera prácticamente al mismo precio que cuesta una entrada de cine. En cambio, en España, esa cantidad se triplica. ¿Cómo luchamos contra eso?
-En Viena, se puede ir a la ópera por 4 euros si te quedas de pie. Eso sí: no ves nada y sólo escuchas, evidentemente. Ahora bien, pagar 30 ó 40 euros por asistir a una ópera, como sucede en España, puede parecerle caro a alguien. Sin embargo, teniendo en cuenta lo que mueve una ópera, la cantidad de gente que trabaja en ella para que eso funcione, es muy barata. Aquí es donde digo que las instituciones deberían poner de su parte para reducir el precio de la entrada sin disminuir la dignidad del espectáculo.
-¿Hay pocas mujeres directoras de orquesta?
-No. De hecho, somos muchísimas. La pregunta no es cuántas hay, sino a cuántas no se les echa el freno. Existe un proyecto que se llama One Conductor a Day de la directora israelí Talia Ilan. Ella publica en sus redes, cada día, la foto de una directora de orquesta y suma miles. ¡Miles! Ella lo hizo para que nosotras mismas nos diéramos cuenta de que no estábamos solas. Cuando yo solicito cursar una masterclass en no sé dónde, ¿por qué soy la única mujer? Si somos un montón. Te quieren vender que no hay, pero no es cierto. Hay mucho prejuicio todavía y muchísimo por lo que luchar.
-¿Opina entonces que trabaja en un sector machista?
-Sí. Además, en los lugares donde se derriba esa barrera, luego recibes quejas de ellos que te juzgan. Escuchas: “Les dan oportunidades a mujeres y encima no son ni buenas”. Ah, perdona, no sabía que entrábamos todas en el mismo saco. ¿Cuántos de vosotros sois buenos y sois malos? ¿Cuál es el porcentaje? ¿Quién lo decide?
-Tengo entendido que su madre era policía local en Algeciras, al igual que su padre. ¿Prendió en usted su inconformismo, su necesidad de derribar determinadas barreras sociales?
-El ejemplo de mi madre me ha servido de inspiración para abrirme paso. Yo crecí con conciencia feminista. Mi madre tuvo que luchar mucho hasta para no llevar falda en el trabajo. Esa fuerza, aunque ella ya no esté, me la quedé yo.
-Y además de la rebeldía, ¿qué capacidades, temperamento y virtudes debe tener un director de orquesta?
-Creo que hay que ser una persona muy rigurosa con la partitura, resolutiva ante los muchos problemas que van apareciendo y resiliente. La vida mancha y pesa, pero hay que seguir y reinventarse. También es necesario saber adaptarse al carácter de la orquesta y al del público. Tener empatía. No es lo mismo una orquesta en Madrid que otra en un pueblo de Alemania. Cada orquesta tiene su personalidad y reacciona de formas muy diferentes. Y el público también requiere un repertorio distinto.
-¿Alguna vez ha llegado a su casa después de trabajar y ha pensado que no es capaz de dirigir a una orquesta, que se le escapaba de las manos?
-La duda es el primer paso para la afirmación. No le diré que dudo cada día. Tengo muy claro lo que quiero y que estoy preparada para hacerlo. Quizá he dudado de que se me permita llevarlo a cabo. En nuestra profesión, el “no” va por delante. Y hay que agarrarse al sitio y tener mucha fuerza.
-¿Ser de Algeciras ha sido una ayuda o un lastre para usted?
-En mi vida profesional, a menudo encuentras el perfil de persona súper exitosa. Me refiero a alguien que tiene dos nacionalidades, cuyos padres están muy conectados en el mundo de la música... Ser de Algeciras y no tener esas condiciones quizá no te aporte una fuerza en ese sentido. Hablo de abrirte puertas. Sin embargo, yo he vivido cosas que sé que esa gente centroeuropea no ha hecho. Por ejemplo, yo llevo el ritmo incrustado en la sangre. Sé que es algo muy mío por haber nacido donde lo he hecho, porque lo he mamado desde pequeñita. Y eso es algo que muchos músicos clásicos no tienen.
-Su padre es muy aficionado a la música...
-Mi padre toca la guitarra, el bajo, el piano... Lo disfruta mucho.
-¿Y usted qué instrumentos toca?
-El piano, la guitarra, el oboe, el violonchelo y lo que me echen. Si me ponen un bajo eléctrico también lo toco.
-¿E idiomas? ¿Cuántos habla?
-Español, catalán, inglés, un poquito de francés e italiano y, por supuesto, alemán.
-¿Se plantea dejar Viena?
-Lo que Viena me da ahora mismo no tiene precio. O, de momento, no me lo han igualado.
-¿Cuáles son sus planes entonces a medio plazo?
-Continuaré con la beca Taki Alsop hasta 2024. A través de ella, colaboro en la Orquesta Sinfónica de la Radio de Viena. También dirijo el Chorus Delicti. A finales de junio, viajaré a Chicago para participar en el Festival de Ravinia y a hacer unos vídeos con la Chicago Sinfonietta. Va a ser todo muy rápido. Y en septiembre, estaré por Madrid celebrando el 20º aniversario de la Fundación Taki Alsop con la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid asistiendo a Marzena Diakun.
Hasta la fecha, la Taki Alsop ha ayudado a una veintena de directoras de orquesta, las cuales están trabajando por mantener los más altos niveles artísticos al tiempo que aseguran un futuro más equitativo para las directoras e intérpretes de música clásica en el mundo. Entre ellas, la algecireña Irene Delgado-Jiménez.
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