La Isla de Algeciras (I)
Crónicas de la Isla de Algeciras
De su nombre árabe, al-Yazirat al-Jadra, la Isla Verde, deriva la denominación actual de la doble ciudad dividida por el río de la Miel, Wadi-l-‘asal
En 1926 quedó unida por un puente
Algeciras/Tras el reciente descubrimiento del pozo de Umm Hakim en la Isla Verde de Algeciras durante la intervención arqueológica de recuperación en el fuerte militar, Europa Sur reedita a lo largo de cuatro entregas un artículo del historiador Ángel Sáez publicado en la revista Almoraima en abril de 2001.
Introducción
Son diversas las islas, islotes y accidentes costeros en la orilla norte del Estrecho denominados “de las Palomas”. Es nombre alternativo para la Isla Verde algecireña y para la Isla de Tarifa, pero también conforma la denominación de Punta Paloma y de cierta “Cueva de las Palomas” en el litoral tarifeño, así como del islote de las Palomas –entre Punta Secreta y Punta del Fraile– y el del mismo nombre de la costa de Casares (Málaga), inmediatamente al norte de la Punta del Salto de la Mora. Su proliferación no está relacionada con avifauna alguna, sino con la espuma provocada por el choque de las olas con las rocas de islotes y arrecifes.
Alguna de estas islas de las Palomas ha sido identificada por García y Bellido con la “Isla de Hera” que cita Estrabón, situada junto a las “Columnas Herákleias”.
La Isla de Algeciras, de las Palomas o Verde, también llamado islote o isleta de la Palomilla, se encontraba frente a la población, a ochocientos metros de la costa. Era un afloramiento rocoso, prácticamente llano, con una altura máxima de ocho metros sobre el nivel del mar. Estaba rodeado de escollos y arrecifes, “de los cuales los que salen hacia el SSO. y hacia el NNE., constituyen unas escolleras naturales que a los barcos pequeños que fondean al NO. de ella resguardan de la mar”. Tenía forma triangular, con su lado mayor de unos doscientos metros de longitud en sentido norte-sur. En su perímetro destacaba una pequeña cala en su cara oriental y una playa en la punta noroeste, formada por los depósitos arenosos de las aguas remansadas del canal entre la isla y el continente. Aquí se realizaban las faenas para la conexión marítima entre ambos.
De su nombre árabe, al-Yazirat al-Jadra, la Isla Verde, deriva la denominación actual de la doble ciudad dividida por el río de la Miel (Wadi-l-‘asal). De la Isla Verde partía, en dirección norte, el rompeolas del puerto inaugurado en 1913. En 1926 quedó unida al continente por un puente y, progresivamente, fue convirtiéndose en el núcleo del desarrollo portuario, hasta quedar completamente integrada en el mismo.
Al-Yazirat al-Jadra
De la crónica del siglo IX de Ibn ‘Abd al-Hakam se desprende que la isla algecireña habría sido la primera cabeza de puente de la invasión islamita del año 711. Tras la primera expedición exploratoria del gobernador de Tánger, Tarif ben Malek, que tomó tierra en Tarifa en 709, en el mes de mayo de 711 desembarcaron las fuerzas árabo-beréberes de Tárik ben Ziyád en la Bahía de Algeciras. Provenían de Ceuta, embarcados en naves que el conde Iulian, señor de Ceuta, les habría proporcionado. Algeciras había formado parte –y quizás todavía lo hiciese, como dice Ibn ‘Abd al-Hakam, quien lo nombra señor de Ceuta y de Algeciras– de una entidad administrativa y militar bizantina, extendida por ambas orillas del Estrecho y con capitalidad en Ceuta, vinculado al proyecto justinianeo de la restitutio imperii.
Señala el cronista egipcio que las tropas invasoras llegaron a una isla donde establecieron un campamento y donde Tarik dejó a su esclava Umm Hakim protegida por un destacamento militar. Del nombre de esta mujer derivó un topónimo alternativo para la ciudad, aunque no prosperó: Gazirat Umm Hakim. Al desembarcar, los recién llegados “sólo encontraron en ella a unos viñadores”. La isla había de servir de seguro lugar de reembarque hacia África si la reacción visigoda hubiese puesto en peligro a las fuerzas musulmanas. La misma crónica de Ibn ‘Abd al-Hakam relata el conocido episodio de la simulación de un acto de canibalismo por parte de las tropas islamitas en la isla, con objeto de aterrorizar a los lugareños y desanimar su posible intención de oponerles resistencia.
De la singularidad estratégica de este elemento insular da cuenta la atención que le prestan historiadores y geógrafos árabes, a pesar de su escasa relevancia topográfica. Al Idrisi, geógrafo ceutí del siglo XII, explica cierta peculiaridad del enclave, que llamó poderosamente su atención:
“Delante de al Yazira hay una isla, que se conoce como Um Hakim, en la que hay una cosa extraordinaria y es que tiene un pozo muy profundo de agua dulce, mientras que la isla, en sí, es pequeña y poco elevada sobre el mar”.
Pocos años después y habiendo triunfado ya la invasión, la isla volvió a ser escenario de destacados acontecimientos. En 741, un contingente de siete mil guerreros sirios al mando de Baly arribaron a la Península provenientes de Ceuta. Llegaban con el encargo de reprimir una revuelta beréber, pero el gobernador omeya Abd-al-Malik, receloso del poderío de los recién llegados, les hizo dejar como rehenes en la Isla Verde a varios jeques que quedaron bajo la custodia del gobernador de la ciudad. La desconfianza de Abd-al-Mali resultó fundada y los sirios, tras vencer a los levantiscos norteafricanos, acabaron con el gobernador y participaron en los conflictos andalusíes. Finalmente, los yund, o cuerpos de ejército sirios se asentaron en el sur de al-Andalus, estableciéndose en el distrito de Algeciras el yund de Palestina.
Siglos después, entre 1278 y 1279, Alfonso X intentó conquistar Algeciras, base de las tropas meriníes en al-Andalus. El bloqueo, que duró todo un año, tomó muy mal cariz para las fuerzas castellanas a causa del hambre y las enfermedades. Abu Yusuf, conocedor de esta situación, forzó el desbloqueo de la plaza atacando con su escuadra a la flota sitiadora en aguas de la Isla Verde. El desastre fue total para el bando castellano. En la isla se congregaba la tropa afectada por las adversidades desatadas durante los meses de asedio, enfermos y heridos, todos los cuales fueron pasados por las armas. Tras estos acontecimientos, el Infante Don Pedro tuvo que levantar el cerco y abandonar la empresa que tan costosa e inútil había resultado.
El bloqueo que impuso Alfonso XI a la ciudad en 1342 terminaría siendo más eficaz que el ordenado por su bisabuelo. También el rey Justiciero se apoyó en la Isla de Algeciras para establecer el bloqueo naval imprescindible para rendir la plaza por hambre. Dado que desde los puertos de Gibraltar y Ceuta se enviaban pequeñas embarcaciones con vituallas que burlaban la vigilancia de la multinacional fuerza cristiana allí congregada, el rey decidió apretar el cerco. Estableció un completo asedio marítimo con la construcción de una barrera de troncos y cadenas que iba desde la Ensenada del Saladillo hasta la Isla Verde y, desde ésta, hasta la Playa de Los Ladrillos. La isla sirvió eficazmente para cumplir la función de eje de tan peculiar modalidad de bloqueo. En la primavera de 1344 pasaba, junto a la ciudad a la que le daba nombre, a formar parte de la Corona de Castilla.
Este nombre habría de pasar también a los anales de la historia de la Iglesia ya que, a petición de Alfonso XI, el 30 de abril de 1344, el papa Clemente VI firmó en Avignon la bula Gaudemus et exultamus por la que erigía una nueva diócesis con el nombre de Gadicensis et Insulae Viridis, Gaditana y de la Isla Verde. La nueva entidad canónica quedaba sometida a la metrópoli de Sevilla, como ya lo estaba la de Cádiz. En bula de 19 de julio del mismo año, el papa accedió a que la iglesia de Santa María de la Palma fuese elevada a catedral.
La época oscura
Arrasada la ciudad en el siglo XIV, su isla quedó en el olvido, al igual que el campo de ruinas en el que quedó convertido la que fuera ciudad emblemática de la dinastía benimerín en la al-Andalus. Ambas pasaron a depender de Gibraltar cuando, en 1462, el rey Enrique IV entregó los términos de Algeciras al recientemente formado concejo gibraltareño. La ciudad de Tarifa reclamó sus derechos de uso de dichos términos, entablándose un pleito que sólo quedó resuelto a favor de Gibraltar en el año 1514. No obstante, todavía en el siglo XVI, sus “campos muy abundosos y dehesas de yerva donde se crian los mejores ganados vacunos de España (...) llamanse (...) los campos de Tariffa”. Una muestra de la explotación gibraltareña de las tierras de Algeciras puede encontrarse en el aprovechamiento de la isla que nos ocupa. En palabras de López de Ayala: “Enfrente de Algeciras, pero con bastante inclinación sobre la derecha, está la isla nombrada de las Palomas, que es probable se va disminuyendo, porque á principios del siglo pasado pasaban á ararla i sembrar en ella desde la ciudad de Gibraltar”.
La explotación agrícola del islote debió verse perjudicada por la cotidiana actividad de los piratas berberiscos, que infestaron las aguas del estrecho durante siglos. La historiografía gibraltareña recoge diversos episodios relativos a sus cabalgadas en la costa española, entre los que se cuentan algunos desembarcos en las inmediaciones de la isla. Las galeras del marqués de Santa Cruz, construidas en la bahía y con base permanente en Gibraltar sirvieron para controlar la actuación enemiga en las proximidades de la isla durante el siglo XVI. Desde comienzos del XVII eran catorce galeones los que cumplían esa misión: “Gibraltar was a secure Spanish base well garrisoned with cannon to cover the guard squadron of 14 galleons responsible for controlling the Straits”, según Jackson.
En estos siglos de oscura historia de Algeciras, isla y ciudad no fueron sino ocasional referencia geográfica para viajeros y geógrafos, salpicada de loas a su pasado esplendor. Así describía el cosmógrafo portugués Teixeira la zona en el siglo XVII:
“Pasado este puerto de Getares, una legua al Poniente, se entra en el mar un río, que llaman de la Miel y en frente de su boca, un tiro de mosquete, está una isla despoblada, en las orillas de un lado desde dicho río, están los vestigios y ruinas, donde fueron las ciudades de las Algeciras...”.
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