Miguel Ángel Pacheco: "Pensé que el traje de torear iba a pesarme más después de casi dos años sin ponérmelo"
TOROS
Tras cortarle dos orejas a la corrida de Victorino en Algeciras, espera a que suene el teléfono para volver a torear
Antonio Caba Soria y Javier Sánchez Araújo, piezas fundamentales en su cuadrilla, le han devuelto la ilusión
La pólvora de Ferrera y el bravo 'Veronés' de Victorino incendian Algeciras
"Cuando toreo, quien peor lo lleva es mi abuela"
Antes de hacer el paseíllo en la pasada Feria de Algeciras, Miguel Ángel Pacheco llevaba un año y ocho meses sin vestirse de luces. La última vez fue la tarde agridulce del 3 de octubre de 2021, en la plaza francesa de Saint Martin de Crau, donde un toro de Hubert Yonnet le abrió el gemelo.
La papeleta de su regreso tampoco resultaba fácil: iba a reaparecer en Las Palomas ante un corrida de Victorino Martín, considerada por los aficionados como una "ganadería dura" por la dificultad y peligrosidad que presentan algunos de los toros de esta divisa histórica. Esa tarde, el joven torero de La Línea de la Concepción se lo jugaba todo a una carta. Si no triunfaba, era más que probable que sufriera una nueva temporada en blanco, como la de 2022.
Un linense y dos algecireños
"He pasado muchos meses entrenando solo y sin saber cuándo podría volver a los ruedos", recuerda Pacheco. Sin embargo, Dios aprieta, pero no ahoga y, hace aproximadamente un año, aparecieron en su camino dos personas fundamentales, ambos de Algeciras: el torero retirado Antonio Caba Soria, su actual apoderado, y el banderillero Javier Sánchez Araújo. "Ellos me devolvieron la ilusión", agradece el diestro.
La pasada temporada, Sánchez Araújo iba en las filas de Morante de la Puebla y hacía el paseíllo prácticamente a diario. "En el mes de agosto, regresaba de torear con el maestro y me iba con Miguel al Pinar del Rey a embestirle. A tragar polvo allí", resopla el fiel rehiletero algecireño. "Lo primero que hicimos Caba y yo fue afinarlo. Pacheco practicaba entrenamiento TRX y estaba como una mole. Fuerte como un león. Todos los días venía a contarnos cuántos kilos había perdido". Antes pesaba 86 y ahora se ha quedado en 72 kilos.
"Cuando entrenas solo, cumples con tu obligación, pero no aprendes, no evolucionas", comenta el banderillero. "Yo, como no me veía, creía que hacía cosas bien que, al final, con Antonio, me di cuenta de que no. Eso se nota después", completa Miguel Ángel Pacheco. "Desde el minuto uno, Caba y yo sí que vimos que Miguel hacía algo muy bueno: le gusta torear con las manos muy bajas. Todo por bajo", destaca Sánchez Araújo.
Los días previos a la corrida en Algeciras, Miguel Ángel Pacheco y su equipo no han salido del campo, apurando los últimos tentaderos en las fincas de Cebada Gago y La Palmosilla. Sabían que la de Victorino venía seria, con sobreros que, previamente, habían pasado por las plazas de Sevilla, Valencia y Castellón y que, finalmente, no habían sido lidiados en estos destinos.
Dos papeletas
"Todo era un reto. Pensé que el traje de torear iba a pesarme más después de casi dos años sin ponérmelo. Al final, estaba cómodo. Esa tarde me sentía despejado", comenta el linense sobre sus sensaciones el pasado sábado cuando, en el hotel Alborán, volvió a enfundase el terno que lució en su alternativa, un rosa palo y plata. "La ropa de Fermín es lo que tiene", puntualiza su tercero sobre el popular sastre taurino. "Esos colores claros son muy agradecidos porque, si te arrimas, luego se ve mucho la sangre, que fue lo que ocurrió. Para las fotos y demás, resulta muy llamativo. Cuando regresas al hotel, te ves lleno de sangre y te das cuenta de que la cosa no ha ido mal y que te los has pasado cerca".
"Me daba igual qué toro me tocara: yo sabía que tenía dos papeletas y debía resolver aquello como fuera", rememora el matador. Su primero no fue fácil: era un Victorino muy vivo, rápidamente orientado y que iba rebañando a cada pase. "Desde el principio, vi que se quedaba cortito. Esta ganadería tampoco quiere toques fuertes porque se descarrila".
"Quien diga que no pasa miedo, miente", asegura Pacheco. "Sin embargo, en Las Palomas no lo pasé mal. De hecho, lo pasé bien. Era una tarde que tenía que alimentarme después de estar tanto tiempo sin torear". Su primero de Victorino, no obstante, intentó cazarle en varias ocasiones. "En ese momento, uno está en caliente. Pasé más miedo en el hotel. Luego, metido en faena, uno sabe que está preparado y que puede pegar ese paso hacia delante. Tenía los deberes hechos. Por eso, estuve solvente y lo maté bien".
Así fue: el joven de La Línea cortó, con toda justicia, una oreja de su primero y, luego, continuó la larga espera hasta vérselas con su segundo: la tradicional merienda, el indulto de Ferrera, las dos orejas de Escribano... "Verme acartelado con dos figuras especialistas en este encaste se me hizo un poco cuesta arriba. Ferrera, que al final me dio la enhorabuena, es mi padrino de alternativa y, en el ruedo, un bicharraco. Y Escribano acumula triunfo tras triunfo con los Victorinos. En el sexto, yo tenía que salir a darlo todo. La pena es que a ese último toro le faltó algo de fuerza. Si le bajaba la mano, no aguantaba. Lo resolví más o menos bien". De nuevo, otra buena estocada de Pacheco que, desde novillero, ha destacado por su regularidad con la espada, algo infrecuente entre los que empiezan. "Si te tiras a matar con fe, con ganas y por delante, salen las cosas".
La Línea, con Pacheco
Su abuela, con quien está muy unido, no pudo acompañarlo en la plaza. Tiene mal una cadera. "Muchos aficionados de La Línea acudieron el otro día a Algeciras para ver torear a Miguel", cuenta Javier Sánchez Araújo. Faltó el alcalde, Juan Franco, o un mensaje de enhorabuena en su defecto. "Cuanto cortó las dos orejas y salió a hombros de Las Palomas, los chats y los grupos de gente de allí echaban fuego. Se preguntaban por qué el chaval del pueblo no está anunciado este año en La Línea", explica el banderillero. "Pero esa ya no es nuestra guerra", agrega. "En la vida hay que ir por derecho".
"Cuando yo empecé en esto, la gente también me ponía muchas zancadillas. Viví muchos sinsabores. Supongo que eso pasa en todas las profesiones. Pero yo no me venía abajo. Al revés: me motivaba más y entrenaba más todavía. Eso nunca me ha fallado. Por eso, yo estaba convencido de que Miguel Ángel iba a funcionar. Esto no podía salir mal. Antes de torear en Algeciras, sólo le pedí a Dios que fuera su voluntad", añade Sánchez Araújo.
"Ten en cuenta la situación de la criatura", prosigue el banderillero. "La familia vive en El Zabal de un negocio familiar. Su padre tiene una hamburguesería en La Línea donde, por cierto, pone unos bocatas estupendos. Hamburguesería Pacheco, en la avenida María Guerrero. Yo estuve el otro día. Realmente, hemos hecho de todo: hasta pegar carteles con la foto de Miguel, en las farolas, en los árboles... Es muy fuerte. A la gente, hay que calentarla con los toreros de la tierra. En La Línea defienden mucho lo suyo. En Algeciras, no barremos tanto para casa", analiza Sánchez Araújo.
Mariposas en el estómago
"Miguel ha hablado en el ruedo y, con eso, ya hemos dado un paso". Toma la palabra el espada linense: "También es un paso a nivel personal. Hablo de recuperar la ilusión. Necesito más corridas para seguir rodando". Y finaliza la explicación el banderillero: "Las mariposas ya están otra vez en el estómago. Ahora vivimos fritos de que suene el teléfono para ir a torear corridas, festivales, en el campo...".
Mientras tanto, Miguel Ángel Pacheco seguirá trabajando a tiempo parcial en una empresa de trasteros y mudanzas de La Línea. Con las dos orejas de Algeciras en el esportón, su apoderado, Antonio Caba, puede llamar a los empresarios para intentar meter cabeza. La empresa no resulta fácil, pero el torero de La Línea ha vuelto a creer y apunta alto, aunque prefiera el eterno toreo por bajo.
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