¡Miguelín!
tribuna de opinión
El 18 de mayo de 1968 se produjo el salto por antonomasia, el del torero algecireño en Las Ventas
En 2004 se firmó la creación de la Fundación Miguelín, de la que hoy nadie sabe nada
El pasado 18 de mayo fue inevitable, un nombre me vino a la cabeza ¡Miguelín! Y se avivaron los recuerdos de hace cincuenta años. Fue en aquel 18 de mayo de 1968. El del Salto por antonomasia, el de la rebeldía de un torero de paisano. Ocurrió en las Ventas del Espíritu Santo. Un joven y desconocido entonces crítico taurino Manuel Molés escribió: "Tú y tu gesta se contará en los romanceros taurinos cuando doble el siglo y aún más allá". Y el siglo se ha doblado. No se equivocó. Desde Abc, Vicente Zabala apostilló: "Miguelín solo ha tirado de una de las puntas de la manta".
No les voy a recontar otra vez esta historia tan conocida de aquella tarde venteña. Un torero rebelde, de Algeciras, destapaba la farsa del toreo. Se lo llevaron preso, detenido, entre policías de uniforme gris. Pero el 3 de julio de ese mismo año, ese torero rebelde de Algeciras volvió a la misma plaza, esta vez vestido con alamares, corrida de la Prensa. Se entretuvo en cortar seis orejas. Nunca más por ningún torero se ha repetido tal hazaña. Salió a hombros por la puerta grande ya sin la policía vestida de gris. ¡Era Miguelín, pero más grande! Lo siguió siendo hasta el 10 de junio de 1979 en su adiós en la Feria de Algeciras.
¿Qué tuvo ese año 1968 como talismán para el torero algecireño de Murcia? Un mes antes de esta gesta, la del Salto del torero rebelde, hubo otra en abril, también en el 1968, en Sevilla, en su feria. Fue con un toro manso de Germán Gervás condenado a banderillas negras: realizó la faena imposible, portentosa, le cortó las dos orejas y lo vio todo el mundo, era corrida televisada. Recuerdo hoy a mi amigo José Belmonte Fernández, taurino con vitola, fino y exquisito pintor taurino que apoderaba a Miguelín aquel año. Me contó con detalles la gesta de Sevilla unos días antes de la inauguración de nuestra plaza de toros en 1969 -era el empresario-, corrida que yo había visto en aquella televisión en blanco y negro. Me ratificaba Pepe Belmonte que aquel toro de 1968 y aquella faena sorprendente fueron los que lanzaron a Miguelín a lo más alto de su cotización. Refería que cuando él cogió a Miguelín para apoderarlo en 1968 oscilaban sus contratos entre las 150.000 y 200.000 pesetas. Aquel toro, me dijo, lo puso en 500.000. Y añadía Belmonte: "Lo del Salto vino después".
No hay duda de la importancia que tuvo aquel año talismán de 1968. Fue el de la imaginación al poder. Francia primero y después Europa cambiarían de rumbo con una revolución cultural de jóvenes rebeldes e inconformistas. Nosotros aquí tuvimos uno, Miguelín. Francisco Ortiz Mejías me ha dicho que cuando alboree junio va a dar una charla sobre Miguelín. Al saberlo, me asaltó la duda razonable, ¿De qué Miguelín nos vas a hablar, amigo Paco? ¿Del torero que lo sabemos casi todo o de su poliédrica personalidad? ¿De su bohemia manera de entender la vida hasta su final en 2003? ¿Alguna vez alguien querrá hablarnos de verdad de Miguelín desde ese círculo rico, misterioso e íntimo para poder completar así su auténtico retrato aún sin terminar?
Esquinada, como el único baluarte en pie del torero revolucionario del 68, unos pocos se resisten al olvido en su última trinchera. Son los más fieles a su memoria, los auténticos, son los Miguelinistas, los de su Peña. El 11 de junio de 2004 nos reunimos en el Ayuntamiento. Fue como si entrase un aire fresco y renovador para nuestra historia local. Ese día se firmaba el protocolo para la creación de la Fundación Miguel Mateo Miguelín, mixta entre Ayuntamiento y la familia Miguelín. De esto hace ya 14 años. ¡Nadie sabe nada!, ¡nadie contesta! El buen alcalde de Algeciras, Juan Antonio Palacios, durante el poco tiempo que lo dejaron trabajar los suyos -apenas 22 meses- le puso mucho entusiasmo a la idea. Pero llegará el día en que nadie se acuerde de que hubo un torero importante y revolucionario, ¡Miguelín de Algeciras!, que vivió intensamente, sin saberlo, dos veces: su alternativa y aquel Mayo Revolucionario del 68 en el que los más jóvenes intentaron y quisieron cambiar el rumbo para las sociedades del Siglo XXI.
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