Inicios de las Misioneras Concepcionistas en Algeciras (II)
Historias de Algeciras
Hasta la llegada a la ciudad de las entregadas hermanas, la figura de la mujer había sido escasa en el Hospital Civil
Fueron, de algún modo, una pequeña "revolución femenina"
Inicios de las Misioneras Concepcionistas en Algeciras (I)
Y mientras aquellas trabajadoras religiosas domiciliadas en el popular centro hospitalario prosiguen con su ingente labor en nuestra ciudad, dando un gran ejemplo a las jóvenes algecireñas, acontecen hechos tan importantes para Algeciras como: "Constitución de la Compañía Anónima, bajo la denominación de Alumbrado Eléctrico de Algeciras [..] contando con un capital social de 175.000 pesetas, divididas en 350 acciones de á 500 pesetas cada una [...] Conformando su primera Junta Directiva, los siguientes importantes miembros: Presidente Don Juan Cardona Pérez; Vice Presidente Don Emilio Santacana y Mensayas. Vocales Don Luís Aboilanrd Giraud; Don Pedro Prouvat de Guery Labé y Don Ricardo Rodríguez España. Tesorero Don Rafael de Muro Joaristy; y Secretario Don Manuel Navarrete Campos".
De regreso a la presencia de las concepcionistas en el Hospital Civil, comentar que hasta la llegada de estas entregadas sororibus (hermanas), y desde la fundación a mediados del anterior siglo del citado establecimiento, la figura femenina había sido poco menos que insignificante en el recinto, salvo un pequeño número de mujeres dedicadas a simples labores domésticas. Por lo tanto, la presencia de estas esforzadas monjas bien pudo significar una pequeña "revolución femenina" para la siempre postergada presencia de la mujer en la sociedad de aquella patriarcal época. Pronto, los profesionales del centro sanitario algecireño bien pudieron ser testigos del buen hacer de aquellas –de algún modo– progresistas mujeres; destacando entre estos –además del conocido director del centro, Morón–, el practicante Meléndez Olmedo, el cual, además de tener por colaboradoras en las salas del hospital a las reseñadas religiosas, desde su cercano domicilio sito en el número 103 del camino que llevaba al viejo matadero –conocido por entonces como calle Nueva, y en un corto futuro Tte. Farmacéutico Miranda–, bien podría observar el devenir de las reseñadas, saliendo o entrando en el recinto, o tendiendo diariamente las blancas sábanas de las camas de los enfermos en la soleada azotea del hospital. Sumándose también a la lista de empleados del centro, la del enfermero Felipe Guallar Liceñena, quien desde el primer momento trabajaría codo con codo con las monjas recién llegadas.
En otro orden de asuntos pero coincidentes en el tiempo con la presencia concepcionista en nuestra ciudad, comentar que por aquellos días la preocupación se adueña de nuestra ciudad: las noticias que llegan desde las inmediaciones de Tánger hablan de enfrentamientos armados; no pocos soldados algecireños están cumpliendo su obligado servicio militar en aquella zona. Aquellos momentos de aflicción se convirtieron en una oportunidad de prosperidad para la ciudad: ya fuera fruto de aquel momento de conflictividad, que cada cierto tiempo se daba con las kábilas vecinas, o ya fuera por la constante y permanente reestructuración del Ejército, con la pretensión de cubrir todos los frentes desde el citado norte de África hasta la isla más recóndita del Pacífico, aún por aquellas fechas bajo soberanía española, lo cierto fue que: "Con arreglo al R. D. publicado recientemente para la situación de los Cuerpos de Infantería, se designan los destinos definitivos de los siguientes [...] Regimiento de la Reina 2, le corresponde la ciudad de Algeciras". Magníficas noticias para la ciudad y su maltrecha economía local. No pocos puestos de trabajo, directos e indirectos, generará en un corto futuro la presencia del citado Regimiento. En otro contexto, también La Gazeta designa nuevo Registrador de la Propiedad para la ciudad de Algeciras, recayendo tal responsabilidad sobre Jesús María Casas y Ruíz. Y así, mientras los soldados del Regimiento de la Reina y el nuevo Registrador de la Propiedad preparaban sus macutos y maletas, respectivamente, con dirección hacia nuestra ciudad, las "monjas del hospital", además de orear las limpias ropas de los enfermos en el alto del edificio sanitario, se convertían en parte indispensable para el funcionamiento del mismo.
Si bien Algeciras vivía mirando hacia el futuro, desgraciadamente sufría el lastre de un gran desempleo, aunque afortunadamente eran años para la gran inversión en grandes proyectos locales (ferrocarril, muelle, vapores, o la posibilidad de un gran hotel dominando la zona alta de la Villa Vieja). Curiosamente, junto a aquel esperanzador presente local se estaba desarrollando una gran crisis nacional derivada de las pérdidas humanas y económicas de la cada vez más cercana pérdida de las últimas posesiones en Ultramar; sin olvidar la siempre permanente alerta que generaba la presencia militar al otro lado del Estrecho. Aquella situación nacional se traducía en grandes dificultades para los pequeños emprendedores locales de la época, siendo uno de estos valientes y arriesgados industriales José Gutiérrez León, quien coincidiendo con la más que consolidada presencia de las Misioneras de la Inmaculada Concepción en nuestra ciudad, dio un paso al frente y adquirió el popular y céntrico establecimiento denominado La Taurina, siendo su anterior dueño Antonio García Martínez. José, desde muchos años atrás, ejerció como empleado de Antonio, por lo que el manejo del negocio y la fiel clientela no le serían nada ajeno, facilitándole tal experiencia ante el público y proveedores el afrontar el asumido riesgo económico.
De vueltas a la actividad de las hermanas concepcionistas en nuestra ciudad, comentar que por aquello primeros años de su estancia en Algeciras, antes de la llegada de la nueva centuria, estas celebraron en honor a su advocación su festividad. Reseñando el documento consultado: "El día 1º, empezó la octava de la Purísima, en la iglesia de la Caridad con gran concurrencia, viéndose preciosas señoritas, que con gran fervor en la meditación, elevaban su alma hasta la madre del redentor a la que suponemos que entre otras cosas pedirán muchas cosas, que se ven obligadas a no confiárselo a nadie más que a tan divina confidente, que de seguro las oirá y las atenderá, pues de antemano a la mayoría de las asistentes, les concedió dones que determinan la mencionada gracia".
Y mientras las hospitalarias hermanas celebran su octava, hasta la Comandancia de Marina de nuestra ciudad llega el aviso de la pronta llegada de una fragata de la Armada Nacional que, según noticias previas: "Se confirma la avería sufrida por la fragata Carmen [...] Cuando la representación de la Compañía Trasatlántica en la ciudad de Cádiz tuvo noticias de la avería, ofreció patrióticamente al Capitán General uno de sus buques para acudir en socorro de la fragata. Saliendo para prestárselo el vapor Satrústegui. La fragata averiada pondrá rumbo hasta el fondeadero de Algeciras". El citado navío entró en las aguas de la bahía, según informe que se presentó en la Comandancia algecireña, en las siguientes circunstancias: "La fragata Carmen, tiene roto el palo mayor, y graves averías en las máquinas. En su ayuda partió del puerto de Málaga el navío Pelícano. Antes de su entrada en la bahía, el vapor inglés Solón trajo noticias de la fragata española tras haberla encontrado en el mar. La fragata no pudo comunicar con tierras a consecuencia de un temporal". Efectivamente, por aquellos días de la presencia de la fragata Carmen, en estas aguas se levantó un fuerte temporal que hizo impracticable la citada comunicación. Una vez cesado el mal tiempo, se comunica desde la Comandancia algecireña: "Esta noche saldrá del puerto para Cádiz la fragata Carmen, remolcada por el crucero Castilla". Según el informe de daños: "La fragata tiene por completo inutilizadas las máquinas, el timón, la popa y el palo mayor".
De vueltas a la devota celebración de las Concepcionistas, durante la citada aconteció el siguiente incidente: "Sin duda para contemplar a las hermosas alumnas, con gracia sin límites, una de las noches acudieron a la octava unos zanganitos que olvidándose del respeto que por todos los conceptos se merece aquel sagrado sitio obligaron al capellán señor Bernes a dejar el rezo, para darles una lección de educación que por sus actos demostraron desconocer. ¿Qué lástima no hubiera acompañado a la lección algo que nos les hubiera permitido sentarse en algunos días?". Posteriormente prosigue el consultado documento: "En el hospital dieron las religiosas una comida extraordinaria a los enfermos que entre plato y plato colmaban a las hermanas de gracia y agradecimientos. Se les sirvió por la mañana café con leche y bollo con manteca, al mediodía sopa, vaca en salsa, albóndigas, vino y compota de frutas; por la noche, carne, ensalada y thé. Un infeliz, que a fuerza de paciencia y estómago privilegiado, la hermana Paz ayudó a probar de todo, decía en su colmo de admiración, agradecimiento y respeto ¡Es Vd., la reina del mundo!": Finalizando: "Como eco del disgusto que todos los devotos asistentes a la octava han expresado, por no haber podido confortar su espíritu oyendo desde la tribuna sagrada a los oradores de ésta parroquia, recordándoles aquello de contra pereza: diligencia. En cambio hemos oído justos elogios del coro compuesto de los numerosos descendientes del organista de la parroquia, del señor Vega y Oncala. Y felicitar a la virtuosa madre Paz, por haber celebrado la octava fiesta de la Inmaculada dirigiendo el colegio y el hospital de ésta ciudad, deseándole celebre muchas, en bien de la cultura femenina algecireña y de los desgraciados que tanto bien lo merecen". El citado documento, en su parte final, viene a demostrar que a los pocos años de efectuar su llegada las hermanas misioneras, ya emprendieron, sin abandonar su labor en el Hospital Civil, la tarea de la enseñanza.
Y así, mientras la reverenda madre Sor María de la Paz recibía las felicitaciones por la celebración reseñada –como también por la buena marcha del trabajo que las monjas realizan en el popular hospital y en el centro escolar abierto recientemente–, por las calle de nuestra ciudad corre la noticia de la fuga de un conocido delincuente: "Estando en la cárcel de Vejer, desde donde esperaba su traslado, se ha fugado el preso Diego Román, natural de Algeciras, quien iba a ser conducido al penal de Ocaña". En este mismo contexto delictivo, coincidente en el tiempo con el popular reconocimiento hacia Sor María de la Paz, la Comandancia de Carabineros de nuestra ciudad hace público lo siguiente: "Se ha verificado en esta Comandancia una aprehensión de 6 latas con 74 kilos de tabaco, por el alférez D. Gregorio Bravo, un cabo de mar y un carabinero; otra de 46 kilos de tabaco por el teniente D. Antonio Tovar, un sargento segundo y dos carabineros; otra aprehensión de 2 mochilas de 66 kilos de tabaco por el carabinero de caballería D. Silverio García Duque y cinco más; y otra de 4 bultos de tabaco con peso de 30 kilos, por el carabinero Francisco Moreno Díaz y tres de su clase".
De regreso a la actualidad de la presencia concepcionista en Algeciras, comentar que entroncada con la más que asentada en nuestra ciudad presencia de la Orden Concepcionista, ya sea a través de su solidario trabajo sanitario o su labor desarrollada en el mundo de la enseñanza, no podemos olvidar el también marcado carácter castrense que siempre ha tenido la fiesta de la Inmaculada dada su vinculación con la Infantería Española, y de modo muy especial –en ese doble matiz religioso y militar–, en nuestra ciudad. Y como prueba de ello, en el siguiente documento consultado se recoge el desarrollo de la fiesta militar organizada a finales de la última década del siglo XIX del siguiente modo: "Organizado por una comisión de Sargentos del Regimiento de la Reina, núm. 2, destinado en Algeciras, se desarrolló el miércoles noche la festividad de la Inmaculada Concepción, patrona del Arma de Infantería, al suntuoso banquete que en el restaurante conocido por El Tirrititi dieron los Sargentos en celebración de tan general fiesta. Abundantes y escogidos manjares llenaban las mesas, las cuales se veían defendidas por una batería de botellas, conteniendo variados y exquisitos vinos que ayudaron a una fácil y cómoda digestión. Después de servido el café y cuando la alegría y el buen humor propio de éstas fiestas y de la gente joven aviase esparcido por entre los comensales, empezó entre éstos la serie de brindis y vivas que puso término a tan agradable reunión. Allí estaban representadas las Armas de Infantería, Artillería, Caballería, Instituto de Carabineros y cuerpo de Inválidos; reinando entre todos ellos esa unión envidiable que olvidada de antiguas rivalidades, funde en la sacra palabra militar, a todos los institutos y cuerpo de nuestro glorioso Ejército". En un corto futuro, muchos soldados que brindaron por su patrona en aquellas alegres celebraciones, tras su paso por el frente rifeño o de Ultramar, serían atendidos en el hospital algecireño por las monjas con las que compartían advocación, patronazgo y devoción.
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