Ni el luto empaña a Morante en una faena singular
FERIA TAURINA DE ALGECIRAS 2022
La primera corrida de toros de la feria se salda con una oreja por coleta para Morante de la Puebla, Alejandro Talavante y David Galván ante un encierro de El Torero que ha destacado por su movilidad
Que Morante estaba de luto sólo podía saberse por el bordado nazareno de su terno y el capote de paseo catafalco con el que ha atravesado el ruedo de Las Palomas este jueves tres días después del fallecimiento de su padre, Rafael. Si los toreros valoran de un modo especial la vida es porque conocen de cerca el peso de la muerte. Y así, con la pena íntimamente agarrada a las entrañas, bajo la tarde luminosa, Morante ha honrado a su padre en una faena singular.
Empezó torerísimo, con la espalda pegada a tablas. El cuarto de El Torero cruzaba un poco la vista, quizá de ahí la colada que casi se lleva por delante al de la Puebla. Se recompuso pronto el diestro con el ejemplar huidizo que le había tocado en suerte, como la mayoría de los toros antiguos. Decidió entonces tirar de oficio, conocimiento e imaginación. También de un valor sin alharacas. Arrebujado y ceñido, le fue ganando pasos hasta que el toro empezó a recular ante tanto poderío. Fue la lucha garbosa ante un manso. Los ayudados por bajo recordaban a aquellos de Paco Camino a los berrendos de Santo Domingo en México. Las improvisadas espaldinas parecían un tributo al maestro de la tierra, “Miguelín”. La distinción de Morante era, a la vez, un cordel que hilvanaba media historia de la tauromaquia. Pocos padres tuvieron un hijo tan torero. Un pinchazo y una estocada entera dejaron una faena de dos orejas en una.
Por orden de importancia, el segundo hecho reseñable de esta primera corrida de la feria fue un toro extraordinario de nombre Adulzado, número 98, ovacionado en el arrastre. Además de un regalo por su embestida noble y alegre, el de El Torero era una pintura: fino de cabos, estrecho de sienes y abrochadito. Le correspondió su lidia al diestro de la tierra, David Galván, quien empezó a ajustarse a partir de la tercera serie, sobre todo en un larguísimo pase de pecho hasta la hombrera contraria. No se le puede reprochar nada a Galván, quien durante toda la tarde ha tenido una actitud irreprochable, de quien quiere comerse el mundo, pero falto de oficio ante un toro de tanta clase. Desde el callejón, Morante y Talavante se merendaban a Adulzado con los ojos durante la emotiva faena de su compañero, que no redonda.
Cierto sector del público enloqueció pidiendo el indulto del toro, que al final de la faena ya amagaba con rajarse. Una lacra esta del indulto por sistema, como si perdonando la muerte del toro en público el aficionado taurino fuera más amable y humano. Cuando, en realidad, pocas cosas existen más emocionantes que la muerte cabal de un toro en la plaza. Pero no se puede luchar contra el signo de los tiempos.
Se desquitó Galván ante el rajado sexto, al que le cortó una oreja. El animal cantó la gallina a las primeras de cambio, en cuanto le apretaron. A pesar de sus protestas, lo persiguió arrebatado el gaditano por medio ruedo, improvisando muletazos de todo tipo, incluidos rodilla en tierra. Embestía más el torero que el toro.
Alejandro Talavante ha pechado, tal vez, con el peor lote. Su primero, descarado de cara y enseñando las puntas, tuvo una embestida anovillada. El extremeño le brindó a Morante una faena que cogió más vuelo al natural. El quinto, en cambio, era un castaño precioso de hechuras; de comportamiento noble, aunque soso y que no tragaba por alto. Talavante exhibió ante él su muñecazo inverosímil en muletazos rematados hasta detrás de la cadera, con la mano tan baja que parecía muerta. Lo que le faltaba al toro, lo puso él con su clase. Cerró por manoletinas y una estocada por derecho, al ralentí, algo trasera. Cortó una oreja.
Por contarlo todo, el que abrió plaza fue el único cinqueño del encierro que El Torero ha traído a Algeciras. Fue un toro encastado y violento, que no humillaba. Morante tuvo que vérselas con él y con el viento de poniente que zarandeaba su muleta a pesar de haberla empapado con agua del botijo.
Preocupante la entrada, que rozaba la media plaza. Si un cartel como el de este jueves no atrae a más público a los tendidos, algo falla. Agradecer que, a pesar de la merienda, la función ha durado dos horas y media merced a la ligereza y efectividad de los hombres de plata. Los festejos de tres horas se vuelven insorportables. Por cierto, bonito y torero el gesto de Morante desde la mañana, cuando alguien de su cuadrilla sacó a ondear, como una bandera orgullosa, el capote de brega del maestro en uno de los balcones del Hotel Reina Cristina. "Aquí se aloja un torero", parecía decir.
Entre el público, esta tarde se encontraban los espadas Francisco Ruiz Miguel y Alberto López Simón, quien hace el paseíllo el sábado, por primera vez en su carrera, ante Victorinos. También el jugador de fútbol del Real Madrid y amigo personal de Talavante, Nacho Fernández. Antes, la feria continúa este viernes con una corrida de Santiago Domecq para los diestros Julián López "El Juli", Juan Ortega y Andrés Roca Rey. Veremos si mejora la afluencia de público o, de lo contrario, pronto habrá que lamentar la viabilidad empresarial de Las Palomas. Tristemente otro signo de los tiempos.
Ficha del festejo
Plaza de toros de Las Palomas. Toros de El Torero, 1º y 3º ovacionados en el arrastre. Morante de la Puebla, de nazareno y azabache, ovación y oreja; Alejandro Talavante, de nazareno y oro, ovación y oreja; David Galván, de blanco y oro, ovación tras aviso y oreja. Media entrada en tarde algo ventosa.
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