Muhammad V, sultán de Granada, entra en Algeciras en el año 1369
ESTAMPAS DE LA HISTORIA DEL CAMPO DE GIBRALTAR
La ciudad de Algeciras fue destruida en torno a 1391 tras la orden de Muhammad V
En 1439, Juan II, rey castellano, le exige a Muhammad IX, sultán de Granada, abonar una elevada suma por los daños ocasionados en la ciudad a cambio de conseguir una tregua de paz
Historia de la aduana del puerto de Algeciras (1742-1923)
Una vez desaparecido el rey Alfonso XI en 1350, víctima de la Peste Negra, sin haber podido consolidar la repoblación de Algeciras, la ciudad se tuvo que enfrentar a un período de diecinueve años -lo que duró el convulso reinado de su hijo Pedro I-, que se caracterizó por la inestabilidad provocada por la guerra civil que estalló entre el rey de Castilla y su hermanastro Enrique de Trastámara, hijo de la concubina de su padre doña Leonor de Guzmán, que, con la colaboración de su otro hermano Fadrique, maestre de Santiago, de parte de la nobleza castellana y la ayuda del reino de Aragón y de Francia, aspiraba a derrocar al rey legítimo, lo que aconteció el 22 de marzo del año 1369 cuando, ante los muros del castillo de Montiel (Ciudad Real), mató a Pedro I en su tienda con la colaboración del mercenario francés, Bertrand du Guesclín, coronándose rey de Castilla y de León.
Este asesinato provocó una enorme conmoción en Castilla y, sobre todo en los vulnerables territorios de la Frontera meridional, desabastecida, sin hombres de armas que la defendieran y con las ciudades casi despobladas. Y lo que era más grave: con un vacío de poder que iba a aprovechar el sultán de Granada, Muhammad V, para recuperar territorios que los castellanos le habían arrebatado en el pasado, entre ellos la estratégica ciudad de Algeciras, el puerto más importante de la región del Estrecho; una ciudad que el rey Alfonso XI, tras su conquista en el año 1344, quiso fortificar y dotar de defensores y repobladores, pero que la larga guerra civil entre petristas y trastamaristas había hecho fracasar.
No cabe duda de que las campañas de Muhammad V por tierras de Jaén, Córdoba y Sevilla ―graneros, estas dos últimas ciudades, de la Andalucía cristiana―, en la primavera del año 1368, en apoyo de la causa de Pedro I, habían acentuado el abandono y el desabastecimiento de las plazas fronterizas, de manera especial las más alejadas y, por tanto, las más expuestas como era Algeciras.
Muhammad V había sido un leal amigo y aliado de Pedro I en su guerra con su hermanastro Enrique de Trastámara. Una vez desaparecido el rey de Castilla, quizás para vengar la alevosa muerte de su amigo y aliado, o porque, aprovechando el caos que la desaparición del rey castellano había provocado en los territorios de la Frontera, quería resarcirse de las derrotas y pérdidas sufridas por el sultanato nazarí en tiempos del rey Alfonso XI, decidió movilizar su ejército y dirigirse a Algeciras. Una ciudad que había padecido los enfrentamientos propios de una guerra civil que debió dividir a sus ciudadanos y a las autoridades locales en dos bandos y que se hallaba desabastecida, con muy escaso número de defensores y sin poder recibir ayuda desde el Puerto de Santa María o Sevilla por mar (refiere la Crónica castellana que las galeras que estaban en Santa María del Puerto no pudieron salir a la mar porque carecían de remos).
A mediados del mes de octubre (según algunas fuentes, en julio, según otras) el sultán de Granada llegó a Algeciras con su ejército y la cercó por tierra, mientras que la flota de los meriníes, cuyo emir se había comprometido a abonar los gastos de la campaña, bloqueaba la ciudad por mar situando la escuadra norteafricana cerrando la bahía. Transcurridos tres días de asedio (según Ibn al-Jatib) y de arrojar sobre los defensores piedras con los trabucos y las balistas, el gobernador de Algeciras no tuvo más remedio que solicitar la rendición a cambio de que los sitiados pudieran abandonar la ciudad con todo lo que lograran llevar consigo.
En cuando a la fecha del asedio y la rendición de Algeciras ante el ejército de Muhammad V existen discrepancias en las fuentes, como se ha dicho, La Crónica del rey Enrique II sitúa el suceso en el año 1369, sin mencionar el mes ni el día. Refiere el cronista que “estando el rey en Portugal haciendo guerra el año de 1369, tuvo noticias de cómo la ciudad de Algeciras, por mal recaudo que en ella había, la habían cobrado los moros… y cómo tuvo el rey de Castilla y todos los del reino por la pérdida de Algeciras muy gran pesar...” El historiador norteafricano Ibn Jaldún escribe que “la ciudad de Algeciras volvió a poder de los verdaderos creyentes en el año 770 (de la Hégira)”, es decir entre 1368 y 1369. El granadino Ibn al-Jatib -cuyo testimonio ha de ser considerado el más fiable, porque fue testigo del acontecimiento- dice que el ataque a la ciudad por Muhammad V se llevó a cabo el 23 de du-l-hiyya 770, es decir el 28 de julio de 1369, pasando la ciudad a poder del sultán de Granada el día 31 de dicho mes.
El mencionado Ibn Jaldún relata con estas palabras los acontecimientos que acabaron con la conquista de Algeciras por los granadinos: “Durante este período de turbaciones (la última fase de la guerra entre petristas y trastamaristas), los cristianos habían abandonado el mantenimiento de las fortalezas que defendían su país cerca de la frontera musulmana; por ello, los verdaderos creyentes concibieron la esperanza de recuperar la ciudad de Algeciras que, en otro tiempo, había formado parte de su imperio. El soberano del Magreb (el emir de los meriníes) no podía emprender personalmente tan importante empresa pero rogó a Muhammad V que dirigiera su ejército contra Algeciras prometiéndole pagar el sueldo de la tropa y proporcionándole una flota”.
“Habiendo sido aceptada esta condición, hizo enviar al sultán de Granada varios cargamentos de dinero, mientras equipaba la escuadra en Ceuta. Estos navíos se hicieron pronto a la vela y fueron a bloquear el puerto de Algeciras. Muhammad V pagó a sus hombres, organizó sus tropas y habiéndose provisto de máquinas de guerra, embistió la fortaleza. Apenas transcurridos unos días, cuando la guarnición cristiana había perdido la esperanza de ser socorrida y reconociendo que su derrota era inevitable, solicitó una capitulación, obteniendo tan buenas condiciones que los de Algeciras se apresuraron a evacuar la plaza”.
El propio monarca nazarí, en una carta dirigida a La Meca, al sepulcro del profeta Mahoma, relata con estas poéticas palabras la toma de Algeciras… “Entonces nos dirigimos a Algeciras, puerta de esta patria por donde vino el tranquilizador Levante de la Verdad cuyo esparcimiento disipó la mentira… Los muslimes atacaron la ciudad por cuantas partes les permitía…Lanzaron sobre ella tal cantidad de dardos que venían a ser como una sombra que ocultaba el sol… Montaron sobre elevadas escaleras que dominaban las murallas de la ciudad. Abrieron brecha, arrojaron sobre ella el tormento y se apoderaron de su hijuela Albuniyya… Después se dirigieron los esfuerzos de los creyentes contra la ciudad grande y rodearon como un muro a la muralla de aquélla… Se aproximaron a ella con máquinas de batir… Luego abandonó Dios a los infieles… Entonces fue solicitado por ellos el salvo conducto para su salida… La ciudad fue rápidamente purificada de su infidelidad y los altos minaretes dieron voces llamando a la oración pública… Volvieron a florecer con la mención de Dios. La ciudad recobró sus mejores galas y, después de los terrores sufridos, quedó tranquila y volvieron a ser abundantes sus riquezas… Esta ciudad es, entre las del islam, como un collar de la garganta.”
Tercer período nazarí y destrucción de la ciudad
Según Ibn Jaldún, una vez tomada la ciudad a los cristianos, Muhammad V procedió a restaurar el culto islámico en las mezquitas que los castellanos habían consagrado como iglesias y nombró a uno de sus oficiales gobernador de la ciudad. Mujtar al-Abbadí menciona a Algeciras como una de las bases navales de los nazaríes en tiempos de Muhammad V, añadiendo que “en todas ellas existían arsenales para construir y reparar barcos y a su vez para recibir municiones y socorros desde el otro lado del Estrecho.”
Pero, las dificultades con que se encontró el sultán de Granada para repoblar el término y reactivar las funciones portuarias y la economía de Algeciras fueron similares a las que encontró el rey Alfonso XI veinticinco años antes. Serían, por tanto, el fracasado proceso de repoblación y la imposibilidad de mantener bien defendida y abastecida una ciudad con un recinto defensivo cercano a los cinco kilómetros, al mismo tiempo que se sucedían importantes cambios en Castilla (muerte de Enrique II en 1379) y en las relaciones entre los nazaríes y el emir de Fez (expulsión por los granadinos de los meriníes de Gibraltar en 1374, que aún eran dueños de esa plaza), lo que hizo que Muhammad V tomara, probablemente, la decisión de destruir Algeciras -una vez que poseía en la bahía la bien defendida y de reducida en extensión ciudad de Gibraltar- y abandonarla para evitar que el enemigo castellano o los norteafricanos pudieran volver a ocuparla.
Las fuentes que tratan sobre la destrucción y el abandono de la ciudad por los granadinos no son coincidentes en las fechas. Sin embargo, se puede afirmar que debió ser entre al año 1379, fecha de la muerte del rey Enrique II, y el año 1391, fecha de la muerte de Muhammad V, cuando este sultán ordenó la demolición del recinto defensivo de Algeciras, la destrucción y el expolio de las edificaciones de carácter público y privado: alcázares, palacios, mezquitas, baños, alhóndigas y viviendas; el cegamiento del puerto y el posterior incendio de lo que quedaba en pie. Hasta tal punto quedó arrasada la ciudad que Ibn Jaldún señala que “a la mañana siguiente se hallaba tan arruinada como si no hubiera estado habitada la víspera”.
Lo cierto es que en el año 1439, cuando se trataba de redactar los acuerdos para una tregua o paz entre el rey de Castilla, Juan II, y el sultán de Granada, Muhammad IX, el monarca castellano le exigía al de Granada que, para acordar la tregua debía abonarle una elevada suma de dinero por los daños ocasionados durante la pasada guerra y “restaurar a su costa las Algeciras, que fueron destruidas en tiempos de paz”.
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