Ortega y Roca Rey cortan una oreja bajo la sombra alargada de El Juli
FERIA TAURINA DE ALGECIRAS 2022
La desastrosa corrida de Santiago Domecq casi da al traste con el festejo, salvado por la actitud de la terna
Mirarse por las mañanas a los ojos, cara a cara y sin engaños, ante el reflejo del espejo y no desviar la vista. Hay que ser muy cabal para poder hacer eso. Cuando uno es torero y se juega la vida cada tarde, cuando uno no sabe si seguirá aquí al día siguiente, es conveniente estar en paz con uno mismo, con sus deberes, con sus deseos y con sus actos más íntimos. No sólo es que te respeten, sino respetarse a uno mismo, con la serenidad que da no tener cuentas pendientes.
El Juli es uno de esos hombres que puede mirarse al espejo. Veinticuatro años después de tomar la alternativa, sigue sin guardarse nada en una plaza de toros, vengan las cosas de cara o de cruz. Con las mismas ganas que uno que está empezando, ha brindado al público su último de Santiago Domecq como si en Algeciras se jugara la temporada, cuando era un toro que nada tenía. La decepción asomó a los ojos del diestro tras varias series de probatura sin poder sacar un muletazo limpio ante un manso imposible. Y tras la decepción vino el enfado, el estampillazo de la ayuda contra la madera de las tablas y la estocada fulminante. La pitada al toro fue unánime por parte del público quien, a continuación, intentó sacar a El Juli para que saludara una ovación desde el tercio. No fue posible. El madrileño permaneció atrincherado en el callejón, disgustado, pero respetado por todos.
Los hombres como él crean escuela y sirven de inspiración para los que vienen detrás. Es el caso de Roca Rey quien nunca ha ocultado la admiración que, desde niño, ha sentido por El Juli, cuya sombra, a la hora de hacer el paseíllo, sigue siendo alargada y temible a causa de su ambición desmedida.
El peruano ha salido a Las Palomas arrebatador, especialmente con el que cerraba plaza, un toro de cuello fino y acodado de cuernas, mirón y con peligro. Brindó Roca Rey a la afición y marchó para empezar la faena jugándose el pellejo al borde de las tablas. Al llevarlo al tercio, arreció el poniente, destapándole los engaños. Varias veces se le vinieron los pitones a la barriga. Despierto, Roca Rey optó por un muleteo de toque fuerte y sacándoselo para fuera. A fuerza de tragarle, acabó entre los pitones del de Santiago Domecq mientras los cuernos le lamían los bordados azabaches de la taleguilla en una calma tensa. Mató de un pinchazo y una estocada. A pesar de que el público pidió con fuerza las dos orejas, la presidencia concedió solo una.
Otro apéndice ha paseado Juan Ortega ante el sobrero que hizo quinto, un zambombo anovillado al que empezó a torear con elegantísimos doblones mientras se ayudaba con la espada. Fue este quinto un animal parado, detalle que beneficia a Ortega por su, a veces, excesivamente férreo concepto del toreo, tremendamente estético, pero poco práctico. El penduleo final y, sobre todo, una estocada en el sitio y hasta los gavilanes hicieron que tocara pelo.
La corrida de Santiago Domecq ha sido un desastre sin paliativos, con una alarmante falta de fuerza especialmente visible en los cuatro primeros toros. Algún ejemplar ha salido también excesivamente escurrido y anovillado. El quinto, terciado y sin plaza, fue muy protestado de salida. Hasta tal punto enervó al público y se formó tal algarabía -más por el sopor acumulado de los cuatro primeros que por otra cosa-, que el presidente, en una decisión incomprensible, lo echó para atrás. Acaeció entonces una charlotada indigna en una plaza de segunda categoría entre la parada de bueyes y los cabestreros, por llamarlos de algún modo, desconocedores del oficio. El festejo tuvo que paralizarse veinte minutos ante la incompetencia del personal de plaza, incapaz de meter al de Santiago Domecq en los corrales. Si Carmelo García continúa al frente de Las Palomas, debería cuidar esos detalles.
No sé si aquellos que hayan acudido a los toros por primera vez este viernes a Algeciras regresarán a algún otro coso en el futuro. Tal vez lo hagan si han percibido la nobleza de toreros como El Juli y Roca Rey. Todos deberíamos vivir como los diestros cabales, con esa grandeza de espíritu y sin cuentas pendientes en la vida.
Se echó en falta en el ruedo al banderillero de la tierra José María Soler, quien a comienzos de junio se rompió el menisco ejerciendo su profesión. Entre los hombres de plata, este viernes destacaron muy especialmente Javier Ambel, ovacionado por su actuación en banderillas, y Antonio Chachón, ambos en las filas de Roca Rey.
En el callejón se encontraba Juan Marín, exvicepresidente de la Junta de Andalucía por el partido político Ciudadanos, acompañado por Eva Pajares, subdelegada del Gobierno de la Junta en el Campo de Gibraltar.
Este sábado se lidia la última corrida de la feria, una de Victorino Martín para los espadas Antonio Ferrera, quien este viernes visitaba los corrales de la plaza algecireña con el fin de conocer de primera mano el encierro, Octavio Chacón y Alberto López Simón. No se espera que amaine el poniente, el peor enemigo de los toreros.
Ficha del festejo
Plaza de toros de Las Palomas. Menos de tres cuartos de entrada. Toros de Santiago Domecq, pitados los cuatro primeros en el arrastre y el quinto devuelto, salió un sobrero del hierro titular. Julián López “El Juli”, de verde y plata, ovación en ambos; Juan Ortega, de tabaco y oro, silencio y oreja; Andrés Roca Rey, de nazareno y azabache, silencio y oreja tras aviso. Volvió a soplar el poniente.
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