Polémica
Llaveros con la imagen de Franco en una tómbola

Plaza e iglesia de San Isidro

Monumentos y edificios de Algeciras

Capítulo 33. Al mismo tiempo que se formaba el barrio de San Isidro a mediados del siglo XVIII, se habilitó este espacio posteriormente urbanizado

La Plaza de San Isidro en el año 1969, antes de su urbanización. / Familia De Don Cristóbal Delgado
Antonio Torremocha

06 de junio 2020 - 05:59

Algeciras/La nueva Algeciras que renace a principios del siglo XVIII comenzó su existencia al norte del río de la Miel, en torno a su desembocadura para ir extendiéndose luego hacia la zona hoy conocida como Plaza Alta-calle Convento y, hacia el Oeste, ocupando los aledaños de la Plaza Baja-calles Huertas y Tarifa.

En un plano de 1736 aparece configurada la trama urbana dentro de lo que fue el espacio intramuros de la ciudad medieval, todavía emergente en su mayor parte, con las calles y las plazas Alta y Baja. Sin embargo, el terreno que abarcaba el actual barrio de San Isidro, que era lo más abrupto del terreno existente dentro de las murallas, se hallaba aún desprovisto de viviendas bien ordenadas, estando ocupado por un grupo de barracas, sin formar calles. Sin duda se trataba de humildes ranchos rodeados de sus correspondientes huertos. Este espacio aún sin urbanizar recibe, en el mencionado plano, el nombre de Matagorda. En las décadas siguientes, cuando se fue formando el actual barrio de San Isidro, continuó apareciendo este topónimo en la documentación: calle que sube a Matagorda o calle Sevilla esquina a la de Matagorda.

Sobre la génesis del barrio de San Isidro, de su plaza y de su iglesia es necesario decir que cuando Jorge Próspero de Verboom visitó Algeciras en 1721 y, años más tarde, mandó redactar su informe para la reconstrucción de sus murallas y la repoblación del lugar, sólo vio en lo más alto de la colina las ruinas de un castilloo iglesia rodeadas de chozas y de huertos en los que se sembraban cereales y viñas.

Según Angelines Melle, las personas que fueron repoblando el nuevo barrio, entre los años 1736 y 1760, eran en un alto porcentajes militares, soldados y suboficiales pertenecientes a las Compañías de Escopeteros de Getares y de Inválidos de Andalucía. También se asentaron en la parte alta de la ciudad catalanes y genoveses que se dedicaron a la actividad comercial. Según avanzaba la centuria se fueron estableciendo personas procedentes de las vecinas poblaciones de San Roque, Ceuta e, incluso, de Grazalema y Marbella.

Esta investigadora asegura que en los años cincuenta del siglo XVIII ya estaba delimitada la plaza y se hallaba en construcción la iglesia en su fachada sur. Lo cierto es que, al mismo tiempo que se formaba el barrio, en la parte más elevada de la colina se fue habilitando por los repobladores un espacio cuadrado sin urbanizar que, con el paso de los años, se convirtió en la plaza de San Isidro a cuyo alrededor se fueron estableciendo casas y una capilla, de la que luego se tratará, y en cuyo centro hubo un pozo para abastecer de agua potable a los vecinos.

En 1845, Pascual Madoz escribe lo siguiente sobre esta plaza: “La tercera plaza, nombrada de San Isidro, al noreste (debe decir noroeste) de la población, en el punto más elevado, es pequeña e irregular, rodeada de casas bajas, y tiene un pozo público en el centro, y en uno de sus costados un edificio que se levantaba para iglesia y se halla convertido en cuartel”. En un plano de 1857 ya se encuentran totalmente formados el barrio y la plaza. Ésta aparece con el nombre de Plazuela de San Isidro.

La plaza permaneció terriza hasta 1970, fecha en la que, siendo alcalde de Algeciras Francisco Javier Valdés, se urbanizó y se la dotó de unos elementos decorativos de tradición andaluza como son: una breve escalinata de ladrillos en su lado oeste que remata en una elegante arquería, también de ladrillos, constituida por arcos de medio punto; cuatro farolas de hierro con fustes de curvas y, en el centro, una especie de podio escalonado y ajardinado que culmina en un pedestal con una gran cruz de hierro. Cerrando los laterales sur, este y norte de la plaza se colocaron marmolillos de cemento con collarín de hierro unidos con cadenas que quieren recordar la primitiva decoración dieciochesca existente en la Plaza Alta.

La iglesia de San Isidro

En relación con el origen de la iglesia de San Isidro, escribe Emilio Santacana lo que sigue en su obra Antiguo y Moderno Algeciras: “A fines del siglo pasado (siglo XVIII), el clero y vecindario, juzgando conveniente construir una iglesia en el barrio de San Isidro para atender mejor a las necesidades espirituales de sus habitantes, dieron principio a la obra de una capilla que se sufragaba con donativos y con el auxilio del obispo de Cádiz y del Ayuntamiento. Los vecinos de Matagorda, la mayoría de ellos gente procedente del mundo rural, solicitaron que dicha capilla se dedicara a San Isidro Labrador.

Fachada de la Capilla de San Isidro Labrador.

Las obras se iniciaron en 1787, aunque los trabajos se desarrollaron muy lentamente con frecuentes paralizaciones debido a que las fuentes de financiación no eran constantes. En el año 1820 quedaron interrumpidas definitivamente y sin terminar por falta de recursos, teniendo el Consistorio que hacerse cargo del edificio dedicándolo a almacén municipal. Lo construido hasta ese año consistía en una nave, la sacristía y la escalera exterior para acceder al campanario.

En 1841 el edificio fue arrendado al vecino José Roca por 80 reales mensuales a beneficio del Hospital de la Caridad. Finalmente fue incautado por el Estado y vendido en pública subasta, siendo adquirido por José Santacana que lo restauró instalándose en él una escuela. En 1934 el Ayuntamiento compró el edificio cediéndolo al Obispado de Cádiz para que se instalara en él la tercera parroquia de Algeciras dedicada a San Isidro Labrador. La campana que se colocó en su espadaña procedía de la capilla de Nuestra Señora de Europa, cerrada al culto por aquellas fechas. El 11 de septiembre de 1974 se trasladó la parroquia a la iglesia de María Auxiliadora del vecino Colegio Salesiano, aunque la capilla siguió dependiendo de esta nueva iglesia parroquial.

El templo es de una sola nave con techo plano muy bajo y cubierta a tres aguas de tejas árabes, contando, además, con la sacristía y, en la planta alta, la casa rectoral que en algunos períodos ha sido utilizada como escuela, según Pérez Petinto. Su fachada es de una sola calle dividida en dos cuerpos, más la espadaña con un vano para la campana, separados por sendas molduras horizontales.

En el segundo cuerpo se abre una hornacina que contiene una talla de San Isidro Labrador, obra del escultor local José Román esculpida en 1955, y a ambos lados de la puerta se han colocado sendos azulejos sevillanos con las imágenes de la Virgen y del Cristo de Medinaceli realizados en talleres de Benacazón.

En su interior se venera un crucificado gótico de origen desconocido. Antes de su última reforma, en el retablo se hallaban las imágenes del Sagrado Corazón de Jesús y la Inmaculada Concepción, hoy en los laterales de la iglesia flanqueando a San Isidro Labrador, talla que presidía el retablo. El Vía Crucis perteneció al trono antiguo en el que procesionaba el Santo Cristo.

La actual capilla de San Isidro es sede canónica de la Venerable Cofradía Salesiana de Penitencia de Nuestro Padre Jesús Cautivo de Medinaceli y María Santísima de la Esperanza, que fue creada en el año 1943 y sus estatutos aprobados por el obispo Tomás Gutiérrez Díez el 22 de febrero del año siguiente. La talla del Cristo, obra del escultor Carlos Bravo Nogales, salió por primera vez en procesión en la Semana Santa de 1944. La imagen de la Virgen de la Esperanza, del mismo autor, se incorporó en el año 1948, saliendo bajo palio por primera vez en el año 1985.

Antonio Torremocha. Doctor en Historia Medieval. Académico de número de la Academia Andaluza. Director del Museo de Algeciras (1995-2007).

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último

Mapa de Músicas | Emiliana de Zubeldía. Canciones

Canciones desde México

SENTIRÁN EL ALIENTO EN LA NUCA | ENTREVISTA

Otra vuelta de turca