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Así logró el mediador de la Policía Nacional que se entregase el hombre atrincherado con un revólver en Pino Montano

Suceso

El inspector Joaquín Llanos, jefe de la UDEV en la Comisaría de Algeciras, fue durante dos horas el interlocutor con Manuel

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Momento de la detención del atrincherado en Pino Montano.

Algeciras/La muerte 48 horas antes del teniente coronelPedro Alfonso Casado, tiroteado en Santovenia (Valladolid), flotaba en el ambiente del barrio de Pino Montano y también en el ánimo del inspectorJoaquín Llanos. Un paso en falso, una palabra de más y todo podía acabar en tragedia. Veterano negociador del Cuerpo Nacional de Policía y jefe de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) en la Comisaría de Algeciras, Llanos recibió el jueves pasado el aviso urgente para que se personase en Sevilla para tratar con un individuo que, atrincherado en una panadería con un revólver, amenazaba con saltarse la tapa de los sesos.

Joaquín Llanos, en su despacho en la Comisaría de Algeciras. / Erasmo Fenoy

“Todos teníamos en mente al teniente coronel, empezando por Manuel”, relata el inspector en alusión al protagonista del episodio, quien tras cuatro horas de tensión y de pulso psicológico con el mediador decidió deponer su actitud. La Policía Nacional cuenta con un red de expertos mediadores que funciona como un reloj de precisión, de tal forma que cuando salta una alerta se persona en el lugar requerido quien esté más cerca; dado que su compañero de Sevilla se encontraba en el extranjero en un curso de formación, le tocó desplazarse al inspector pacense afincado en Algeciras.

“El hecho de que hubiese dejado salir de la tienda a todo el mundo antes de atrincherarse nos indicaba que no era malote”, indica Llanos

Cada minuto es oro, como le gusta repetir a Llanos. Durante las menos de dos horas de trayecto en coche hasta Sevilla, el mediador recibió información detallada sobre la situación médica y personal de Manuel -50 años, sometido a tratamiento farmacológico y, según su versión, ex guardia civil- y de las circunstancias físicas en las que se encontraba. Por lo pronto, no había rehenes, un punto a su favor. “El hecho de que hubiese dejado salir de la tienda a todo el mundo antes de atrincherarse nos indicaba que no era malote”, indica Llanos, aplicado a la hora de atender a cada detalle porque cada gesto aporta una información potencialmente clave.

Manuel había discutido horas antes con sus compañeros de piso, un hombre y una mujer, quienes le habían echado literalmente del hogar que hasta ese día habían venido compartiendo en el mismo barrio que ahora asistía estupefacto y con las persianas bajadas a su amenaza de poner punto final a su vida. “Los compañeros de Sevilla habían hecho una labor estupenda al despejar la zona y crear un escudo balístico para evitar heridos. Todo el barrio estaba despejado, con los GOES y la UPR desplegados”, relata Llanos, licenciado en Psicología y diplomado en Económicas y Empresariales.

"Le di mi nombre y le dije que lo buscase en Google, para demostrarle que no le engañaba", relata el inspector. "Al principio estaba desafiante, impulsivo, nervioso... Poco a poco fue aplacándose"

Una vez asegurado el espacio, el paso siguiente consistía en generar una zona de confort para establecer diálogo con la persona atrincherada e ir poco a poco creando un ambiente menos tenso que el inicial. Llanos entabló contacto telefónico con Manuel. “No le gustó que me presentase como negociador policial, pero le expliqué que mi papel era entablar diálogo con él para saber qué quería. Le di mi nombre y le dije que lo buscase en Google, para demostrarle que no le engañaba. Al principio estaba desafiante, impulsivo, nervioso... Poco a poco fue aplacándose. Decía que había prestado servicio como guardia civil en el País Vasco y que se sentía muy afectado por la muerte del teniente coronel un par de días antes”, recuerda el inspector, que estuvo apoyado en todo momento por otra mediadora, la inspectora María Rodríguez Martín, licenciada en Farmacia y cuyos conocimientos en la materia fueron claves para describir el estado de ánimo de Manuel, tras varias horas sin haber tomado la medicación.

En la habitación de Manuel, los agentes que procedieron a su registro en busca de algo que les pudiera ayudar encontraron abundantes productos de márketing -pulseras, placas...- vinculadas a las Fuerzas y Cuerpos de seguridad del Estado. Fuera o no agente de la Benemérita (algo que después se comprobó incierto) no cabía duda de que se identificaba y empatizaba con ellas.

“¡Matadme o me lío a tiros!”

“¡Matadme o me lío a tiros!”, gritaba desde la panadería Manuel, una señal inequívoca de que quería dar publicidad a su amago de quitarse la vida. En varias ocasiones hizo girar el tambor del revólver con su característico sonido. Buena parte de la misión del mediador es empatizar con la persona, pero su labor consiste también en ponerla ante su espejo, sin reproches. “Le hice ver que era contradictorio decir que iba a disparar contra todos y que, simultáneamente, se mostrase afectado por el fallecimiento del teniente coronel”, muerto justamente cuando trataba de mediar en un secuestro. “Se calló durante unos segundos, lo cual fue cojonudo”, relata Llanos. Al fin, había logrado ablandarle.

Joaquín Llanos. / Erasmo Fenoy

Dos horas aproximadas de charla mantuvieron Manuel y Llanos, quien le había insistido, una y otra vez, en que hasta ese momento nadie había resultado herido y que el delito de que le podían acusar no era tan grave. Así, hasta que el encerrado se decidió a entregarse. El inspector había tenido la ocurrencia de pedirle que le acercase una botella de agua de la tienda porque tenía sed, bajo promesa de que no le iba a pasar nada. Por cansancio, por ser consciente de que aquello no iba a más, Manuel cogió efectivamente una botella, la dejó en el suelo en mitad del establecimiento y, con las manos arriba, se dio la vuelta y se puso de rodillas para facilitar su detención. El revólver estaba a unos metros de distancia. Tres agentes del GOES entraron entonces y le inmovilizaron. "Os pido perdón a todos", fue su lacónico comentario a modo de arrepentimiento.

Esposado y fuera ya de la tienda, llegó el punto final: “Le di unas palmadas y le dije que no pasaba nada. Le agradecí su colaboración y le comenté que unos sanitarios iban a examinarle. María le recordó entonces la importancia de que no olvidase su medicación...”, recuerda Llanos. Manuel, ya más relajado, espetó a la inspectora: “¡Cómo se te ocurre meterte en esto!”.

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