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El Puerto de Algeciras, base de la flota califal en el siglo X

El Puerto de Algeciras a través de la historia

Umar ben Hafsún creó un Estado independiente de Córdoba utilizando el puerto de Algeciras para la entrada de ayuda material y aporte ideológico de los fatimíes norteafricanos

El Ojo del Muelle visto desde el mar (1915). / Archivo Fotográfico De La Apba

Algeciras/A mediados del siglo IX comienzan las rebeliones de bereberes y muladíes (cristianos convertidos al Islam) en las provincias del sur de al-Andalus contra el poder central omeya. En el año 850 se sublevó, en las sierras de Algeciras, un muladí de nombre Yahyá al-Yazirí. El emir Abderramán II envió un ejército que lo capturó en los entornos de la capital de la cora y lo condujo a Córdoba.

Al año siguiente comenzó la rebelión de Umar ben Hafsún que, desde su fortaleza de Bobastro (cerca del actual Ardales), mantuvo en jaque a los ejércitos emirales durante cuarenta y ocho años. Desde Tarifa a Almería logró crear un verdadero Estado independiente de Córdoba utilizando el puerto de Algeciras para la entrada de ayuda material y aporte ideológico de los fatimíes norteafricanos, enemigos de los omeyas.

Desde los primeros años del siglo X, Algeciras y su estratégico puerto estuvieron bajo el control de Ben Hafsún. Abderramán III, consciente de la importancia que tenía el dominio del puerto de Algeciras para lograr la derrota del contumaz rebelde, envió en varias ocasiones a sus tropas a las sierras de Málaga y del Campo de Gibraltar sin conseguir someter a los sediciosos, objetivo que no alcanzó hasta que en el año 914 logró apoderarse de Algeciras y de los castillos de su entorno.

Refiere el historiador cordobés Ben Hayyán que el 5 de mayo del año 914 partió el emir de Córdoba al frente de un numeroso ejército. “Marchó durante varias jornadas dirigiéndose al valle del Guadiaro donde atacó la fortaleza de Lawra (probablemente Castellar) saqueándola. Desde Lawra el ejército se dirigió a la capital de la provincia, Algeciras, entrando en ella Abderramán III, sin hallar resistencia alguna, el día 1 de junio”.

El puerto interior fortificado de la ciudad tunecina de Mahdia (siglo X), con el arco de entrada al mismo similar a nuestro “Ojo del Muelle”.

El emir permaneció varios días en la ciudad portuaria para atender a su gobierno y nombrar un nuevo gobernador. Ben Hayyán relata con estas precisas palabras las acciones llevadas a cabo por Abderramán III en Algeciras:

“Umar ben Hafsún tenía en aquel puerto algunas naves que enviaba a la orilla africana a comerciar y aprovisionarse, surtiéndose de todo lo necesario, por lo que el emir mandó a los soldados a buscarlas y capturarlas, pues los canallas habían huido con ellas al mar. Una vez amarradas a la orilla, las hizo quemar en su presencia. Esto fue visto desde la comarca vecina por la gente de Sas (Casares), Gaucín y Castellar y otros rebeldes de los distritos de Algeciras, provocando su desilusión y que se inclinasen a la obediencia. Abderramán III, durante su estancia en Algeciras -continúa diciendo el cronista andalusí- hizo traer naves con tripulaciones honradas desde Málaga y Sevilla y las apostó en su puerto con todo tipo de armas y pertrechos, dotándolas de fuego griego. Las hizo tripular por marinos expertos y les ordenó patrullar la costa desde Algeciras a Murcia, cortando todo suministro marítimo a Ben Hafsún y los suyos".

El “Ojo del Muelle”, en una fotografía de 1908, con la restitución de las dimensiones originales.

Para Ben Hayyán, en el puerto de Algeciras, a principios del siglo X, había una flotilla de embarcaciones de comercio utilizadas por los rebeldes para abastecerse de lo necesario en los puertos del Norte de África controlados por los fatimíes o sus aliados. La expeditiva acción contra Algeciras y su territorio estuvo motivada, sobre todo, por el interés del emir de Córdoba de aislar a los rebeldes e impedir la llegada de ayuda militar y económica, así como la entrada de propaganda religiosa subversiva, desde la otra orilla.

Desde que el emir de Córdoba hubo tomado el puerto de Algeciras y como ya tenía en mente cruzar el Estrecho con el ejército andalusí y apoderarse de la ciudad de Ceuta y de los territorios del Magreb Occidental, decidió ampliar y reforzar el puerto algecireño y convertirlo en base de su flota mandando edificar unos arsenales o atarazanas para la construcción y reparación de navíos de guerra. Al-Himyari refiere que en Algeciras “había un astillero para la construcción naval que fue edificado para sus flotas por el emir de los creyentes Abderramán III. Lo hizo construir sólidamente y rodear de muros elevados".

Según el historiador Ben Jaldún, “en el año 915 Abderramán III en persona se presentó en Algeciras para revisar los nuevos barcos que se construían en sus atarazanas”. En opinión del investigador Charles Picard, las atarazanas de Sevilla, activas desde los tiempos del ataque de los normandos, sufrieron una decadencia cuando, en el año 914, Abderramán III transfirió los navíos y sus equipamientos a Algeciras, nuevo centro del emirato en la lucha contra el rebelde Umar ben Hafsún.

En marzo del año 931, cuando iba a emprender la conquista del Norte de África, una escuadra omeya, al frente de la cual se hallaba el almirante Faray ben Ufayr, se concentró en el puerto de Algeciras antes de embarcar el ejército y zarpar para tomar la ciudad de Ceuta. En mayo del mismo año se volvió a reunir en Algeciras otra potente flota formada por ciento veinte navíos y más de siete mil hombres con los que se apoderó de todo el Magreb Occidental sometiendo a los jefes locales bereberes, bien por la fuerza de las armas, bien a base de pactos y el pago de pensiones.

Puerta de las atarazanas de Salé (Marruecos).

El arsenal algecireño se menciona (a finales del siglo XI) en las “memorias” de ‘Abd Allah, el último rey zirí de Granada. Este soberano refiere que “cuando los almorávides desembarcaron en Algeciras en el año 1086, lo hicieron en las atarazanas.” En el siglo XII este arsenal continuaba en uso. El ceutí al-Idrisi hace referencia explícita a estas atarazanas y a cómo Algeciras era un lugar donde se construían navíos. Una vez tomada la ciudad por los castellanos en marzo del año 1344, las atarazanas continuaron en funcionamiento, pues sabemos que el concejo de la ciudad, en tiempos de Alfonso XI y de su hijo, el rey Pedro I, estaba obligado a mantener en sus arsenales y a sus expensas dos galeras para que se unieran a la flota real cuando ésta se concentraba en Sevilla, Santa María del Puerto o Cartagena.

En el año 1360 era alcaide de las atarazanas de Algeciras un caballero llamado Martín Yáñez. Cinco años más tarde estaba a cargo de los arsenales algecireños un tal Ruy García. Tras la reconquista de la ciudad por los musulmanes en 1369 es posible que las atarazanas volvieran a ser utilizadas por los nazaríes como base para su escuadra. Lo cierto es que el viejo edificio sería destruido, como el resto de la ciudad, por los granadinos hacia el año 1379 y el canal de acceso al puerto interior, donde se hallaban las atarazanas, cegado para impedir su posible uso en el futuro.

Puerta de las atarazanas musulmanas de Málaga (Litografía de Pérez y Berrocal. Año 1839).

Dicho puerto interior ocuparía el espacio que hoy forma la plaza del Mercado, al que accedían las embarcaciones a través del gran arco conocido en el siglo XX como el “Ojo del Muelle”. Este vano, colmatado varios metros por la arena de la cercana playa, que se menciona en la Crónica de Alfonso XI con el nombre de “puerta del Mar” y, antes, con el de “Bab dar al-sina’a” o “puerta del Arsenal”, estaba rematado con un arco apuntado y se conservó intacto hasta el año 1918, cuando fue demolido para ampliar la calle cercana. Era de ingreso recto y estaba abierto en la muralla que daba al mar en la actual calle que mantiene el nombre de “Ojo del Muelle”. Sus dimensiones eran 6,50 o 7 metros de anchura por unos 9 de altura (suficientes para permitir el paso de las embarcaciones).

La puerta de las atarazanas de Málaga en la actualidad formando parte del acceso a un mercado.

Por su canal penetraba el agua del mar comunicando la bahía con el puerto interior. Un paralelo de esta monumental puerta lo encontramos en Salé (Marruecos), que las fuentes árabes denominan “Bab Mrisa”, es decir “puerta del Mar”, construida por los meriníes entre 1260 y 1270. Otro es la puerta de las Atarazanas de Málaga, edificadas por los nazaríes en el siglo XIV, restaurada y conservada actualmente como puerta de entrada a un mercado. Sin embargo, el paralelo más antiguo que bien pudo servir de modelo, tanto a la obra algecireña como a la magrebí, es el puerto fortificado de la ciudad tunecina de Mahdia, edificada por los fatimíes en las primeras décadas del siglo X. Para acceder a la zona portuaria había que atravesar un gran arco apuntado abierto en la muralla que defendía el arsenal, similar al “Ojo del Muelle” de Algeciras.

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