Regino Martínez
30 años del Instituto de Estudios Campogibraltareños
Tras formarse en Algeciras, llegó a formar parte de la Orquesta del Teatro Real de Madrid y despuntó en Málaga
En 1901 regresó a su ciudad natal tras morir su compañera para cuidar de su madre, pero falleció antes que ella
Algeciras/Había sido tocado de los dioses. Su violín, "violín mágico" según algunos de los que le oyeron -un Guarneri, joya material y espiritual de su familia, arrancó lágrimas de emoción y temblores de alma apasionada... Las notas divinas derramaban en la noche silenciosa de aquel Algeciras del pasado siglo, un torrente de impulsos misteriosos que arrastraban el espíritu hacia caminos inéditos, hacia regiones de increíble belleza... La calle Ancha se hacía altar donde oficiaba el arte en toda su plenitud.... ¡Silencio! Está tocando Regino. José Luis Cano, otro algecireño ilustre que vivió en la misma calle, junto a la casa de Regino Martínez, nos contaba, no hace mucho, cómo su tía, Mercedes García de la Torre, se pasaba muchas noches en vela, oyendo a través de la pared de su habitación las melodías que interpretaba tan extraordinario artista. Sí, Algeciras tuvo la suerte de ser la cuna de Regino Martínez Basso, un hombre nacido para la más apasionante aventura del espíritu: la música.
Mediaba el siglo XIX, nuestra ciudad entonces levantaba el vuelo de su futuro presentido con un esfuerzo sobrehumano; aún no hacía un siglo que había obtenido sus credenciales como municipio, y todo se hacía difícil. Todavía no se había construido el puerto, ni se había establecido el ferrocarril, ni la explosión gozosa de su feria había llamado a las puertas de su fama. España estaba terminada, y Algeciras era solo un anhelo. La Historia y la Geografía, en una alianza de ambiciones y de pólvora, la habían hecho y deshecho muchas veces, como un juego de naipes, como un castillo de arena. Ahora este sería, por fin, su último intento. Y en este proyecto de gran ciudad, que ya palpitaba en el corazón de los algecireños, nace en la calle Ancha, el día 4 de febrero de 1845, un niño que, desde sus primeros años, iba a sentirse especialmente dotado para la música, de la que iba a ser uno de los más destacados intérpretes de su tiempo, a través del instrumento por el que se sintió especialmente atraído: el violín.
Regino inicia sus estudios, siendo muy niño, con el maestro Francisco Cañizares en su academia, famosa en aquellos años por los éxitos que obtuvo. Una vez terminados los cursos del instrumento que, bajo la dirección de aquel profesor pudo seguir, y contando aún muy pocos años, su familia, que disfrutaba de una holgada posición, lo envió a Madrid con el fin de que allí, en el Conservatorio de Música y Declamación, perfeccionara sus conocimientos instrumentales. Una vez en la capital de España, continúa sus estudios como discípulo del maestro Monasterio, y, al mismo tiempo, entra a formar parte de la Orquesta del Teatro Real, donde ya empieza a darse a conocer como un violinista extraordinario.
Su estancia en Madrid dura solamente un año; pero en aquel breve espacio de tiempo sus aptitudes adquieren la técnica más depurada. Cuando regresa a Algeciras, su fama de artista genial responde a tina realidad indudable.
En 1870, cuando el ilustre algecireño cuenta sólo 25 años, una sociedad de jóvenes aficionados a las artes que existía en nuestra ciudad -La Juventud Algecireña- organiza un concierto en el que Regino, que por cierto ostentaba la vicepresidencia de la asociación, interpretaría obras de Beriots. Aquel acontecimiento tuvo lugar el 7 de abril en los salones de la sociedad y el éxito que obtuvo conmovió a la ciudad entera. Un periódico de aquella época, -La Revista-, recordaba años más tarde esta actuación de nuestro paisano con estas palabras:
"Los socios, al solo anuncio de que Regino iba a tomar parte en la fiesta, se vieron asediados por las jóvenes, para conseguir un billete porque, en aquel Centro en que reinaba la franqueza más expansiva, todo el mundo se sentía a gusto. No existían preferencias ni distinciones enojosas. Corrían aires de libertad y democracia y allí se practicaban una y otra, por eso Regino, que tenía un carácter independiente, no olvidó nunca las felices liaras pasadas en aquellos modestos espectáculos".
"Cuando a la hora del concierto se alzó la cortina y apareció el joven solista, con su violín bajo el brazo, fue saludado por una nutrida salva de aplausos. Su actitud digna y modesta, su aire correcto, su fisonomía móvil y expresiva, que denunciaba un temperamento nervioso-bilioso, verdadero temperamento de artista, todo predisponía a su favor y le conquistaba las simpatías del público".
"Las inspiradas notas de Beriots brotaron de su instrumento, brillantes, puras y sonoras como perlas desprendidas del collar de una hermosa, como caudal de agua fresca y transparente que lleva en su seno la fecundidad y la vida".
"La ovación que se tributó al concertista fue tan espontánea como merecida. Todos quedamos convencidos de que la promesa se había convertido en realidad, y nos encontrábamos en presencia de un verdadero artista".
Un año después, en 1871, trasladó Regino Martínez su residencia a Málaga, y allí, apenas llegado, es nombrado profesor de violín del Real Conservatorio de María Cristina. En la bella ciudad mediterránea, el artista algecireño, desarrolla todas sus posibilidades de su arte que, generosamente, sabe transmitir a sus discípulos, algunos de los cuales serían años después consagrados instrumentistas que llenaron páginas gloriosas de la historia de la música; tal es el caso de Palomares, Luis Alonso, González o Soto, que incluso llegó a obtener un primer premio en el Conservatorio de Bruselas. La fama de Regino había traspasado nuestras fronteras.
Por eso no nos extraña que en aquella época fuera también nombrado profesor de violín del Liceo de Málaga y socio de honor de numerosas instituciones culturales. Y no nos sorprende tampoco que cuando el universal Pablo Sarasate visitó Málaga en 1881 y oyó tocar a Regino, quedara maravillado, y le llamara con verdadera admiración "Maestro".
La anécdota se cuenta más o menos así: Cuando Sarasate llegó a Málaga en 1881, invitado por el Liceo para celebrar dos recitales, preguntó quienes iban a acompañarle durante las interpretaciones, entonces se le indicó que sería el sexteto de Regino Martínez. Recomendó entonces el concertista que el sexteto en cuestión ensayara suficientemente las obras que iba a interpretar a fin de que luego la ejecución fuera correcta; pero el algecireño rehusó tal indicación, manifestando que le enviaran las partituras momentos antes de empezar el concierto. Así se hizo. Y cuando Sarasate oyó la interpretación de Regino, lo rescató del segundo plano en que modestamente se había situado en el escenario, para obligarlo a compartir con él los aplausos que el público entusiasmado le tributó. Fue entonces cuando le llamó "Maestro", y con este título de admiración lo nombró siempre, y también para siempre lo distinguió con su amistad.
Sus éxitos continuaron. Dirigió la Compañía de Ópera del célebre Tamberlick, y cuando ésta se disolvió, en el año 1883, regresó a nuestra ciudad, porque sentía en el fondo de su corazón una apasionada llamada de amor a la que no pudo resistirse. Un periódico de 1901 comentaba así su regreso:
"Muerta prematuramente su querida compañera, sufrió el primer golpe de la desgracia; muertos unos en pos de otros sus hermanos, comprendió cuan grande era la pena que sufría su desconsolada madre y cuan indispensable era que él, siendo el hijo único que le quedaba, y acaso el más querido de todos, debía consagrar todo su amor y todo su talento a hacer más llevadera la vida de tan virtuosa como desgraciada madre".
Cuando regresa a Algeciras su vida se consagra a su violín y a la compañía de su madre a la que espera poder asistir en sus últimos momentos; pero la muerte puso la única disonancia en su vida; fue él, Regino Martínez, quien expiró en brazos de su madre el día 27 de enero de 1901. Para ella, aquella vida de dolor que atenazaba su corazón continuó aún cinco años más, sobrecargada con el recuerdo del hijo artista que había llenado, tantos días de su vida con su amor infinito, con su música mágica. "Su madre marchó con él cinco años más tarde, citando la, muerte volvió por ella y nadie la abrazó sin miedo, ni supieron cantarle aquella melodía con cadencia de exorcismo".
Aquel 27 de enero fue para Algeciras un día de auténtico dolor. Toda la ciudad quería a Regino, todo el mundo admiraba a Regino. Se dio la coincidencia de que el mismo día otro músico insigne fallecía, era Giuseppe Verdi, el autor de Aida, La Traviatta, Il Trovatore... La música estaba de luto.
Las plumas más destacadas de la ciudad escribieron sentidas páginas de profundo pesar, y los poetas hicieron rima el dolor en sus estrofas doloridas, entre ellos, Manuel Pérez-Petinto.
La vida oficial también se hizo eco del dolor del pueblo, y, enseguida, el Ayuntamiento tomó el acuerdo de dar su nombre a la calle Ancha, que entonces se llamaba ''Sagasta", para perpetuar así la memoria del artista. Y, años después, en 1914, se acordó colocar una placa en la casa donde vivió y murió Regino. Porque los pueblos agradecidos no pueden olvidar, y estos mármoles son la memoria de las generaciones. Regino Martínez nos ha dejado el recuerdo de su arte, de su amor y de su generosidad. Y Algeciras, que siempre ha sabido valorar lo sublime, se siente enormemente orgullosa de haber sido la cuna de Regino Martínez Basso.
Artículo publicado en el número 3 de Almoraima. Revista de Estudios Campogibraltareños (abril 1990).
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