Estampas de la historia del Campo de Gibraltar
Construcción de la estación marítima del Puerto de Algeciras (1927-1928)
HISTORIAS DE ALGECIRAS
Gracias al escrito de José O’Donnell, se puede configurar fácilmente el mapa político del Campo de Gibraltar en aquel mes de febrero de 1820: Algeciras tomada por los constitucionalistas de Riego, y el resto de la comarca, incluida la plaza de Ceuta al otro lado del Estrecho, en manos absolutistas.
Prueba de la soledad en la que se encontraban los constitucionalistas en Algeciras, la encontramos en la libertad de movimiento que el general fernandino disfrutaba para deambular por los alrededores de nuestra ciudad, como así recogió en su texto: “Durante estos días hice reconocimientos sobre Algeciras con la caballería, solo por hacer ver que la tenía en gran número”. Durante los días siguientes le llegaron refuerzos: “El día 8 se me incorporó el batallón de Jaén con solo 260 plazas de muy mala calidad”.
En cuanto a Gibraltar, según O’Donnell: “Un místico de guerra que estaba fondeado en Algeciras cuando entraron los sediciosos, se largó al fondeadero de Gibraltar, desde donde aparentaba dificultar la comunicación de estos con aquella plaza; pero no por eso dejaron de sacar de ella por mar zapatos y otros auxilios que les proporcionaron sus parciales que allí existían en gran número”. Los medios afines a la causa constitucional, recogieron en cuanto a la colonia británica se refiere: “El Gobernador de Gibraltar no se les mostraba adicto, y la fragata Sabina y un bergantín de guerra –al que O’Donnell hace referencia en su misiva como místico– y las tropas de la Isla Verde, les intercepta la comunicación con aquella plaza. A costa de muchas precauciones recibieron mil pares de zapatos que les enviaron los compatriotas de Gibraltar”.
El apoyo de los liberales de aquella nación, no solamente establecidos en Gibraltar sino también en la ciudad de Cádiz, se hizo patente con la causa constitucionalista desde el primer momento, según demuestra este documento de los archivos británicos: “Muchos comerciantes eran de ascendencia inglesa, escocesa e irlandesa de una educación progresista y liberal. Encontrándose juntos en sociedades secretas y logias masónicas que forman parte de las fuerzas más significativas dentro de la revolución burguesa. Entre los comerciantes más ricos establecidos en Cádiz, estaba el inmigrante escocés Daniel Macpherson, nacido en Inverness (Escocia). Se casó con Josefa Hemas Martí, hija de un comerciante valenciano. Con su ideología liberal participó activamente en la rebelión de Riego y como resultado tuvo que huir á Gibraltar para esconderse de la intimidación del autocrático Fernando VII, después de la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luís. Los hijos de Daniel Macpherson, comenzaron su educación en Gibraltar, donde algunos de ellos nacieron”.
Para los constitucionalistas las relaciones con Gibraltar eran muy importantes para el éxito de su empresa. Dos enviados de la confianza de Riego, Gutiérrez Acuña y Antonio Vega, expresaron: “Si proponiendo á Vega en Gibraltar pasar á Algeciras, por cuanto tenía entablada cierta correspondencia, de la que se prometía que lograríamos jurar la Constitución en aquella plaza; después de haberle hecho Vega las reflexiones que le parecieron juiciosas, no le respondió definitivamente: yo no tengo reparo en perderme con un hombre de bien: usted quiere ir: cuente usted conmigo: yo voy, y salga lo que saliere. Diga si no es cierto que salimos juntos de Gibraltar, y que juntos entramos en Algeciras”.
Mientras tanto, la población algecireña seguía expectante sin dejar de lado la defensa de sus intereses y negocios privados afectados por la revolución, como así le aconteció a la vecina Ana Muñoz, viuda de Francisco de Acosta, quién víctima de la situación vio como el bergantín de su propiedad, adquirido por su difunto marido y nombrado San José y Santa Bárbara, siendo su capitán José Llenas, fue requisado saliendo del fondeadero algecireño en dirección al de Barcelona, viéndose obligada a nombrar un representante en la persona de Baltasar de Pineda, residente en la ciudad condal, comandante de profesión y perteneciente al Regimiento de Córdoba allí destinado, para: “Que reclame los intereses del flete ante la administración que se lo requisó”.
El control sobre los ríos y caminos de la comarca, afortunadamente no suspendían los procedimientos judiciales en los que las partes tenían sus domicilios en diferentes poblaciones, como así le ocurrió favorablemente al vecino de Algeciras Antonio Rocha, quién, según el documento consultado: “En 1817 había comprado un caballo a Juan Bautista Capell, vecino de San Roque, por la cantidad de 640 r.v. Posteriormente lo cambió por otro caballo y 100 r.v. de beneficio con Gabriel Figuerola, vecino de Chiclana de la Frontera. El caballo fue reconocido como propio por el también vecino de Chiclana, Manuel Morales, quién manifestó justificándolo ante el juez, que le fué robado de su yeguada, reconociendo la Justicia su reclamación […], la sentencia reconoce -entre otras-, que consiguientemente a lo anterior relacionado Juan Bautista Capell ha pagado antes de ahora a Antonio Rocha, la cantidad de 826 r.v. á que ha ascendido el valor del caballo robado con las costas de las actuaciones judiciales”.
El cabildo local, una vez destituido el alcalde absolutista Pedro Barte Ortega, sustituido por el constitucionalista Juan Suárez (siendo los alcaldes durante el trienio constitucional: Miguel Bellido, José Chávez, Ventura Fita, Nicolás Ordóñez y José González; tras el regreso del absolutismo, fue repuesto en su cargo Barte Ortega), hubo de enfrentarse a una serie de gastos especiales que según las actas de plenos: “Habían ascendido á 14.024 rv comprometiéndose el Alcalde y el Comandante General adelantarlos a medias”. En cuanto a la parte del pago correspondiente al municipio, se solicitó, según se recoge en sesión plenaria: “Al rematante del arbitrio del consumo del vino, un préstamo sobre la recaudación del año venidero”. No sería la última vez que Rafael de Riego le pidiese ayuda económica al constitucional Ayuntamiento algecireño.
Luego no es de extrañar que con tal recibimiento inicial y apoyo económico, se hiciera publico el siguiente texto: ”Habitantes de Algeciras: los gritos de satisfacción y alegría, conque recibisteis a las Tropas Nacionales de mi mando, me indican vuestros buenos sentimientos y ardientes deseos de que no continúe por más tiempo el sistema de opresión, que os reduce a un estado de nulidad, de abatimiento y de miseria. Este estado va a acabarse. El grito generoso pronunciado por el Ejercito Nacional, ha sido la Aurora de las felicidades de la Patria. Los pueblos que las abrigan, han vuelto a las Leyes, que hicieron su felicidad en otro tiempo. De esclavos agobiados baxo el yugo, se han convertido en hombres libres. Las trabas de la industria desaparecieron; y la esperanza de sus futuras glorias y prosperidades tiene por apoyo el imperio de la Ley, que debe ser la voluntad de la Nación, e igual para todos los individuos, que componen un Estado. Desde anoche, habéis entrado en tan dichoso número. La Constitución tan suspirada va a resucitar en vuestros muros. Vuestra voluntad os dará los magistrados, que deben gobernaros. La Ley os regirá tan solamente y no el capricho. Iguales delante de ella, no temáis las arbitrariedades ¡que cuestan tanto a los Pueblos infelices! Respirad por fin –prosigue Riego en su texto público– y atreveos a ser hombres. No creáis las sugestiones de los que son demasiado interesados en la causa del despotismo para ser oídos. Los que predican la servidumbre ó son malvados, ó insensatos. Examinadlos bien, y veréis que viven de vuestros llantos y miserias. Su bienestar se halla en oposición con el bien público. ¿Será extraño que traten de prolongar un estado de cosa tan triste a los ojos de la razón, como funesto al reposo y prosperidad de los Pueblos?. Si habéis leído las Proclamas y Manifiesto del Ejército Nacional, ya sabréis su resolución y sentimientos. Hijos de la Patria, quieren que la Patria misma decida sus destinos. Sus Padres van a congregarse. Los Pastores de los Pueblos formarán las Leyes, que crean más convenientes a su prosperidad y a su grandeza. Aguardad estos momentos tan felices; aguardadlos con la firme resolución de no retroceder en vuestra empresa, seguros de que la constancia será un muro incontrastable contra los tiros de los malos. Ellos se disiparán, como el humo, al aspecto de los que siguen la senda del honor y de la gloria. ¡Viva la Nación! ¡Viva la Religión de nuestros Padres! ¡Viva el gobierno, que la haga feliz y libre!. Cuartel General Divisionario de Algeciras, primero de febrero de 1820. El comandante general de la primera División: El Ciudadano Rafael de Riego”.
Desde que los constitucionalistas liderados por Rafael de Riego destituyeron al alcalde absolutista, el consistorio local comenzó una actividad liberadora que alcanzó no solo a los productos reseñados en su carta por Riego, enviada al consistorio desde Vejer y reconvertida en bando, afectando no solo a los comestibles, algodón o tabaco, sino también a la liberación del terreno comunal. Poco más de un mes de la entrada del afamado militar en Algeciras, Fernando VII, jura la constitución el 9 de marzo, expresando su famosa frase: “Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional”; por lo que la liberación de los Ejidos necesitaban desde aquel momento de la real aprobación del ministerio del ramo. Dos meses más tarde, los algecireños interesados se mostraron receptivos a la idea, por lo que en el mes de mayo de aquel constitucional año de 1820 y constituidos en grupo peticionario, algunos vecinos de Algeciras procedieron del modo siguiente: “Andrés Galindo, Juan Rosales, Antonio Siles Torrejón, José Jiménez, José Lozano, José Martínez, Juan Cordón, José de Begas, Juan Galindo, Francisco Hernández, Juan Andrades, Pedro Perales, Antonio Cerrado, José Revolo, Diego Martín, Francisco Domínguez, José Padilla y Simón López, todos naturales y vecinos de esta ciudad, braceros del Campo, dan poder a Francisco María Trujillo, de esta Ciudad para que les represente ante el Rey Ntro. Sr. que Dios g. solicitando la gracia de que se repartan las Dehesas de Propios, situadas en esta Ciudad denominadas de Las Abiertas, con las demás tierras que aparecen de baldíos en este mismo término, entre los comparecientes y demás vecinos que deban disfrutarlas, para la aplicación de labor, con cuyo medio se fomentará la agricultura tan decaída en este Campo, a cuyo fin presente pedimento, memoriales, informaciones, testimonios y testigos se requiera hasta conseguir la expresada Gracia”.
Aquel reparto de solicitado por los braceros algecireños se hizo efectivo, como bien demostró décadas más tarde la vecina de Algeciras Concepción Custodio Ozores, quién legó a sus hijos: “Una suerte de tierras en Dehesa de Las Abiertas, según reparto que hizo el Ayuntamiento de Algeciras en Julio de 1820”. Igual aconteció con el llamado Cortijo de la Arrejanosa: “Según las imitaciones hechas por el Ayuntamiento en 1821 […] En su origen Ejido público […], fue adquirido por María Moreno Paz, vecina de Tarifa”. Otros terrenos públicos afectados fueron: “Varias suertes de las que el Ayuntamiento repartió á estos vecinos y sus pormenores en el año de 1822, Juan Custodio Orozco las reunió en un solo predio que pasó a denominarse Cortijo de Navarrete”. O también las suertes: “En el sitio del Rodeo […], que perteneció a Propios de esta Ciudad, y que en el reparto que se hizo en 1822, correspondió en suerte a Alonso Ynfillo”.
Continuará.
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