Riego en Algeciras en 1820 (II)
Historias de Algeciras
El general sublevado emite en la ciudad un llamamiento a la movilización para la defensa de la causa constitucional
O’Donnell contesta con la toma de edificios y posiciones estratégicas
Prosiguiendo el texto descriptivo de la presencia de Riego en Algeciras, José O'Donnell añade: "Presumí desde luego que este complot podía tener largas ramificaciones, y al momento pasé personalmente á San Roque para asegurarme del modo de pensar del Gefe de los granaderos Provinciales, oficial antiguo al que yo conocía mucho y que encontré tan bien dispuesto como lo esperaba, habiéndome él respondido de la fidelidad de su batallón. Supe de regreso que había en Algeciras varias personas, entre las mismas que por precisión había de valerme, que estaban en relación y comprometidas con los rebeldes, y aún llegué á entender después que se había tratado de prenderme y llevarme por mar a la Isla de León, pero esto no me arredró, porque contaba con muchos oficiales honrados y con todos los soldados cuyo afecto procuré y conseguí ganar".
Difícilmente en una ciudad tan pequeña como aquella Algeciras, acostumbrada a controlar la llegada de los jinetes a la sede del Gobernador Militar portando los despachos oficiales, como ya ocurriera durante la guerra contra el francés, o también las noticias traídas de primera mano desde la capital de la provincia, ya fueran por boca de los mayorales de las diligencias o marineros bergantines y laúdes, estas “informaciones” pasaran para los algecireños sin llamar la atención. No sería nada extraño que en las clásicas tertulias, como la que posiblemente se desarrollaría en la botica de Manuel Avalle -que perteneció a Julián Balbán-, sita en la calle Real, esquina plaza Baja o de la Palma, se tratara por sus parroquianos de la cuestión de los liberales. Iguales reuniones se montarían en las reboticas de Francisco Ramos o José María Almagro, este último abierto su establecimiento desde 1798; todas ellas alrededor de las tradicionales mesa de camilla, con brasero incluido – carbón, picón y cisco-, y coronadas con un buen licor para calentar el estomago de los contertulios, ya fueran constitucionales o absolutistas, que para el buen beber o el buen yantar el español nunca discute.
Sigue expresando José O'Donnell en su carta aclaratoria de los hechos acontecidos en nuestra zona: "En el mismo día 5 dí las órdenes oportunas para reunir mis escasas fuerzas, abandonando los dos cordones de sanidad, dejando dos compañías en Tarifa y una en la Línea de Gibraltar, y en el día 9 me puse en marcha para Alcalá de los Gazules, llevando ejemplares impresos de una proclama que hice circular como convenía por la Isla y en todas partes, y que fué la primera que apareció contra los sublevados...”.
O'Donnell actúa ese día con gran premura, dado que los algecireños son informados de un nuevo bando emitido por Riego durante su estancia en nuestra ciudad, y mediante el cual hace un llamamiento a la movilización para la defensa de la causa constitucional: “Edicto. Habiendo procurado por todos los medios que me han sido convenientes, y bajo de aquella conducta que acreditan los fundamentos sólidos para poder seguir adelante con la empresa de quitar el yugo que tanto oprime a la Nación Española, y teniendo una completa satisfacción en ver que se reúnen á mis compañeros, libertadores del bien común, he mirado conveniente llamar á todos los que desean tener el glorioso nombre de tales, convocándolos á que se presenten, para alistarse del modo siguiente. Todos los mozos de esta Ciudad, desde la edad de 18 años hasta los 32, se presentarán en las casas de mi alojamiento para alistarlos en el batallón de Nobles Patriotas del Campo de Gibraltar, que se vá a crear. Los que incurran en la vergonzosa falta de este cumplimiento, merecerán el castigo determinado para ellos".
El texto firmado por Riego, concluye con una malévola exigencia imperativa y de obligado cumplimiento: "Desde la publicación de este Edicto, deberán traer en sus sombreros todos los hombres sin distinción de persona ni clase, la cruzada Nacional, compuesta de los colores grana y verde, y el que no la lleve será castigado con las mismas penas anteriores. Y para que pueda tener todo el cumplimiento debido, he mandado publicar el presente, dando de término para ello hasta el tercero día. Algeciras á 5 de Febrero de 1820. El Ciudadano Comandante General de la primera División. Fdo. Rafael de Riego".
Luego las prisas de O'Donnell estaban más que justificadas, pues pretendía contrarrestar el llamamiento constitucionalista, y con ello, la toma de edificios y posiciones estratégicas en la ciudad. Con el consiguiente riesgo de enfrentamientos armados por las calles de Algeciras.
La tranquilidad inicial con la que el algecireño recibió la noticia del pronunciamiento, se volvería de gran preocupación y tensión, pues el conflicto se podría trasladar a las mismas calles de su ciudad. Comerciantes como José Bonany, que recientemente había recibido una importante partida de 838 cueros “al pelo”, llegada desde Málaga, y comprada a sus habituales suministradores los señores Isasi y Muñoz, y por la que había pagado la nada despreciable cantidad, dada la calidad del género de 53.073'4 r.v. difícilmente podían dar salida comercial en aquellos terribles momentos de inseguridad a sus artículos.
De igual modo vería amenazado su comercio, el también vecino de Algeciras dedicado a la misma actividad que el anterior, Juan de Leiba, quién había adquirido a la misma compañía malacitana la cantidad de 61 cueros “al pelo”, y por la que había abonado 11.000 r.v.
De vueltas al relato de José O'Donnell, este puntualiza: "Antes de salir de Algeciras se me habían presentado tres Gefes de Infantería de los presos en Alcalá con Quiroga, algunos oficiales sueltos de esta arma, y otros de caballería con 70 hombres montados del depósito de Ultramar, cuyos caballos útiles se agregaron al Algarve. También había procurado, inútilmente, atraer al Batallón expedicionario del Príncipe que estaba en Ximena, y que fluctuando en sus resoluciones, se puso en marcha para reunirse á los sediciosos, y mudó de parecer en el camino á influjo de su comandante que lo alcanzó y logró persuadirlo; pero esto bastó para que yo desconfiase de este cuerpo y lo separase de mí en lugar de reunirlo".
Dada la apresurada marcha de José O`Donnell del edificio de la Comandancia General del Campo (fue sustituido por el constitucionalista Demetrio O'Daly, mariscal de campo; a quién le siguió en el puesto José Álvaro Chacón, también de la misma graduación; siendo este último sustituido por José O'Donnell repuesto en su cargo tras el regreso del absolutismo), bien se puede concluir que la mayor parte de la tropa destinada en la zona estaba con los constitucionalistas.
Cuando el grueso del ejército de Riego llega hasta Algeciras, O'Donnell se encontraba lejos de la comarca, según él mismo indica: "Por mis emisarios y confidentes, sabía yo que Riego había salido de Vejer en dirección de Tarifa, y aunque no recelaba de esta plaza, había anticipado aviso á su Gobernador e igualmente á Algeciras. El 1º de Febrero supe con certeza que Riego había marchado al puerto de Ojén dejando á Tarifa a su derecha". Esta última afirmación, demuestra el camino de entrada que las tropas de Riego utilizaron para llegar hasta Algeciras, siendo este y no otro, el conocido popularmente como la Trocha, eludiendo con ello, según O'Donnell, a las tropas absolutistas de Tarifa.
"En el camino tuve noticia cierta de que Riego había entrado en Algeciras -prosigue el general fernandino-, el 3 marché á San Roque […] Establecí en la población de Los Barrios una vanguardia de Infantería y caballería […], para evitar una sorpresa de la división enemiga que permanecía en Algeciras […], me apoderé de las barcas de los ríos Palmones y Guadarranque, colocando partidas de observación sobre los vados [...], y envié buenos confidentes á Algeciras, por cuyos medios tenía puntuales noticias de lo que allí pasaba...."
Las noticias que podrían trasladarles aquellos “buenos confidentes” a su general, estarían relacionadas con el amplio despliegue que las tropas constitucionales desarrollaron en nuestra ciudad. Estos soldados serían observados por los vecinos de la plaza Baja, como María Prat, viuda de Silvestre Puch, que a pesar de sus 84 años y de haber conocido, entre otras, la presencia de los gabachos por las calles algecireñas, aún tenía su mente lúcida para defender el obrador que su hijo José, con la autorización de su difunto padre, había establecido en el bajo de la vivienda materna, sita en la popular plaza, para ganarse la vida. José, junto a su hermana Tomasa, cuidaba de su anciana madre. La excesiva presencia castrense, también se haría notar en la céntrica calle Ancha, donde los vecinos, como la joven soltera Juana Casas Ocaña, la viuda María Sánchez, o los propietarios Renato Bernal y Simón Puitg, verían con bastante inquietud la presencia de los soldados deambulando frente a sus viviendas.
Al optar por el camino de Ojén, cierta lógica impone que la llegada del grueso de las tropas de Riego, haría su entrada en Algeciras por la popular calle de Jerez, siguiendo su desfile por la citada vía -atravesando el barrio de Matagorda o San Isidro-, hasta la misma Plaza Alta o de la Constitución. De ser así, un vecino de excepción bien pudo ser Isidro Oliva, carpintero de profesión, vecino de Algeciras, natural de Campillos (Málaga), viudo de Tomasa Romero y que tenía su domicilio en aquella calle transitada vía, también conocida como de La Palma. Desgraciadamente, la situación del momento le impediría al bueno de Isidro, poder trasladarse hasta Gibraltar para cobrar los 900 r.v. que el vecino de aquella plaza, y de nombre José Gallo, le debía por aprecio de varias fincas de aquel.
Según le informan sus espías a O'Donnell, las tropas de Riego en Algeciras, se componen de: "Batallones de Guía, Sevilla y Asturias; Compañías de granaderos y cazadores de Valencey, y 50 caballos que componían más de 2.000 hombres de excelente calidad, bien disciplinados, provistos de todo […] Mi infantería apenas si llegaba á 1.400 hombres, porque muchos habían quedado enfermos, y excepto el batallón de América que pertenecía también al ejército de Ultramar -y por tanto desertores de Riego-, todos los demás eran de mala calidad, mal armados y vestidos, con mucha escasez de zapatos y aún de municiones, pués no había más de 20 ó 30 cartuchos por plaza […], se verá claramente las razones que tuve para no atacar á Riego en Algeciras". Lo cual libró a nuestra ciudad del temido enfrentamiento armado en sus calles y plazas.
Enfrentamiento que si se produjo, al parecer y levemente, en otras poblaciones: "Pasaronse, pués, estos días sin más ocurrencia que una tentativa nocturna e infructuosa que hicieron desde Algeciras para sorprender a mi vanguardia sobre Los Barrios, en la cual fue muerto un soldado de Algarve. También O'Donnell, recoge en su relato la resistencia militar que encontró Riego en nuestra ciudad: La corta guarnición de la Isla Verde cumplió con su deber resistiendo siempre a las insinuaciones y amenazas que se le hicieron para que se entregase, y fueron oportunamente socorridos con víveres desde la Línea de Gibraltar y Ceuta, de cuya plaza me vinieron al fin algunas municiones".
Continuará.
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