El Sexenio Democrático (1868-1874): Un comandante algecireño para un regimiento de Algeciras

Historias de Algeciras

La ciudad perdió a uno de sus referentes de la política, el diputado Antonio de la Calle, destinado al Regimiento de Infantería de Mallorca

El pueblo sintió muy especialmente el fallecimiento de Rosa Tenorio Padilla, popular vecina

El corregidor de Algeciras y el estallido del federalismo republicano

Voluntarios por dinero y nuevo Cónsul General en Gibraltar

Al fondo la dehesa del Algarrobo, a la derecha quedaba Majadal Alto y Matapuercos.
Al fondo la dehesa del Algarrobo, a la derecha quedaba Majadal Alto y Matapuercos.

19 de noviembre 2023 - 02:00

Algeciras/De regreso a la revuelta federalista, comentar que en nuestra ciudad todo se limitó al impedimento puesto a la pretensión de la diócesis gaditana de reconstruir la desaparecida capilla del Ecce Homo que existió junto al templo mayor de la ciudad; al final todo culminó en conceder la licencia municipal con la condición de que el acceso a la misma fuera desde el interior de la Palma. Al mismo tiempo que se encontraba una solución a la pretensión diocesana con respecto a la recuperación de la popular capilla, también y en aquellos últimos estertores del 69 se concluiría el arbolado paseo que separaba los llamados Jardines de Cristina de la zona de cuarteles y campo de instrucción militar. Sobre nuestra ciudad en la Crónica de la Provincia de Cádiz de aquel año, se expresaba: Algeciras. Las construcciones urbanas aumentan y mejoran cada día. Las fachadas de sus casas son vistosas; si bien están lejos de satisfacer todas las exigencias del arte. Otra mejora importante que se espera se empieza a fraguar en el último trimestre de aquel constitucional y federalista año, haciéndose público: Se comienzan -de modo efectivo-, los trabajos de construcción del muro de la parte norte del río de la Miel. El presupuesto final contará con la participación de la Diputación Provincial y el propio Ayuntamiento algecireño, tal y como ya se hizo mención en una entrega anterior. Para entonces y a pesar de la gran presión republicana municipal seguía desempeñando el cargo de alcalde el progresista y moderado Manuel Juliá Jiménez.

Coincidente con el fuerte peso republicano en el consistorio algecireño, el líder local y diputado provincial Antonio de la Calle recibiría -como si de una broma política se tratara- la siguiente responsabilidad: El Sr. De la Calle manifiesta -en sede provincial- que habiendo sido nombrado por S. A. el Regente del Reyno, 1er Comandante del 2º Batallón del Regimiento de Ynfantería de Mallorca nº 13 destinado en Algeciras, se veía en el caso de renunciar el cargo de Diputado provincial por dicho partido que hasta ahora ha desempeñado, ofreciendo por tal motivo sus servicios á los dignos individuos de esta Corporación de la que sentía separarse, cumpliendo á la vez el deseo y deber de expresarle su gratitud por las señaladas distinciones que le había merecido. En su vista se acordó se haga constar en sus actas como una muestra de aprecio y consideración al Sr. De la Calle que siente su separación del honorífico cargo que con tanto acierto ha desempeñado y á que tan acreedor es por sus conocimientos y distinguidos servicios. Algeciras perdió a uno de sus referentes de la primera línea política. Quizá los violentos acontecimientos acontecidos en la provincia y su ideología republicana, bien pudieron pesar en el nombramiento que le obligaba a dejar la reseñada primera línea política situándole en un destino cómodo y -sobre todo- “alejado”.

Nombramientos aparte, la realidad de los algecireños navegaba por otros derroteros, como le aconteció al vecino Antonio González Álvarez, quién necesitó sin especificar “sus motivos” la legalización de: Una certificación de partida Bautismal de Eduarda María Herrero Cambiaso, expedida por el Arcipreste de esta Iglesia D. José María Bocio, con fecha 27 de Agosto de este año. Y otra certificación de estado de la misma Eduarda Herrero y expedida por el dicho Arcipreste con fecha veinte y ocho de Agosto de este mismo año (1869). Además de la privada realidad de Antonio González, también aconteció en nuestra ciudad un hecho de carácter luctuoso que dio lugar al siguiente y legal procedimiento: Fallecido D. Bartolomé España Pardo, tesorero que fue de la Cofradía de Ánimas establecida en esta Parroquia, se autorizó legalmente la entrega de fondos pertenecientes á dicha Hermandad que obraba en la casa del finado [...] D. José de Muro, como Hermano Mayor interino; el Mayordomo D. Manuel Martel; el Secretario D. Antonio González y el vocal D. Salvador Sanz [...] se escribió por los mismos señores en el libro de Actas de la Cofradía, en el que consta que con motivo del fallecimiento del Sr. España, se celebró junta en cinco del actual á la que concurrieron los Señores: D. José de Muro, D. Juan Oncala Amaya, D. Ignacio Benítez, D. Salvador Sáez; Presbítero D. Vicente García, D. Manuel Martel y D. Antonio González, para elegir Tesorero que se hiciera cargo de los caudales y efectos que estuvieron á cargo del finado, cuyo nombramiento recayó en el referido D. Salvador Sáez, que en el mismo acto quedó autorizado para que en unión del hermano mayor y Secretario formalizarán la entrega de lo respectivo de Tesorería. Abierta la Caja o Arca que contiene los caudales, se encontraron treinta mil reales en efectivo, y examinada la última cuenta producida por Tesorería y respectiva al mes de Agosto, resultó que además de aquella [...] debía haber la cantidad de mil doscientos setenta y seis reales de los fondos corrientes además del de reserva; y en su virtud dichos señores representantes de la Cofradía, recibieron el fondo total de la misma, ascendentes á las cantidades de treinta y un mil doscientos setenta y seis reales de que se dieron por entregados [...] de cuenta, cargo y riesgo de la Junta que los ha elegido [...] también recibieron una lámpara pequeña de plata, los milagros, adornos y papeles de que se forman un inventario duplicado por separado para conocimiento de los hermanos interesados.

Reorganizada la Junta de tan importante corporación religiosa local, y coincidente con todo aquel maremágnum político nacional, y muy especialmente el gaditano, otro asunto -casi llevado en exclusividad por Juan Prim- seguía su deambular por las distintas casas reales europeas: la búsqueda de una cabeza para la huérfana corona de España. En este caso el señalado para ocupar el trono hispano era un joven príncipe llamado Tomás de Saboya, duque de Génova e hijo de Fernando de Saboya; sobrino por tanto de S.A.R. Víctor Manuel II. Su candidatura “extraoficialmente” había comenzado meses atrás, solapándose al parecer, dada la urgencia constitucional “reinante” con la del portugués Fernando de Coburgo. Sea como fuere, la respuesta fue la misma que en su momento dio el candidato luso: No. Tras aquella negativa se encontraba la influenciable opinión de la que fuera su madre doña Isabel, recelosa mujer que basó su real respuesta en lo acontecido a Maximiliano de Austria, quién tras ser nombrado emperador de Méjico, sería fusilado posteriormente en la ciudad de Querétaro (1867). Si las reales barbas de tu vecino ves cortar, pon las monárquicas tuyas a remojar, debió pensar tan augusta señora.

Y mientras la cautelosa, protectora y real progenitora pretendía para su noble vástago un futuro menos incierto que el problemático trono español, en nuestra comarca y empujada por la segura necesidad económica municipal: Se aprobó el pliego de condiciones para la subasta del arbitrio de cuatro cuartos en carga de carbón, corcho y curtido que se introduzca en el punto de Palmones; autorizándose la cobranza del citado impuesto, en tanto no se celebre la subasta. Las administraciones vecinas -Algeciras y Los Barrios- habrían de ponerse de acuerdo en el modo y manera para realizar dicha “cobranza” hasta la autorización y nombramiento de quién se hiciera cargo del preceptivo remate.

Y mientras se espera el reseñado “remate”, en la calle del Convento no se paraliza el normal desarrollo de la institución municipal: Habiéndose verificado el remate (en expediente distinto al del río de Palmones) del aprovechamiento de bellota en los Montes Majadal Alto y Matapuercos á favor de D. Eugenio Oncala; Lacayo, Beata y Barranco del Pliego en D. Joaquín Rodríguez; Majada de D. Pedro, en D. José Benítez y Tajos del Admor. en Don José Romero Rodríguez, cubriendo el tipo señalado por el Yngeniero Gefe del ramo, se acuerda se le dé posesión por la Alcaldía de Algeciras á los interesado, según ya se ha prevenido á la misma por el Sor Vicepresidente con fecha 13 del actual. Respecto á los doce Montes que han quedado sin subastar por falta de licitadores, se acordó que se anuncie dicha subasta para el día 25 del corriente, manifestándose así á dicho Alcalde para que haga las oportunas publicaciones.= En cuanto á la protesta hecha por D. José Salvatierra á la subasta de la Majada nombrada Majadal Alto y Mata de Puercos, cuyo remate ha recaído en D. Eugenio Oncala, se acuerda desestimarla por ser completamente infundada.

Al mismo tiempo que se desestima la local y montuna protesta reseñada, a nivel nacional la alta diplomacia española, como se ha visto anteriormente, recibe el último “golpe bajo” al desestimarse su palaciega pretensión de sentar un nuevo monarca -no Borbón, por supuesto- en el trono de España. Y mientras Prim y su gabinete se recomponen diplomáticamente, en Algeciras y dentro de la “solidaridad estatutaria” existente entre los miembros del gremio de mareantes, se siente muy especialmente el fallecimiento de quien fuera una de sus integrantes más populares, dada su extraña condición, para la época, de: “mujer armadora”. Su nombre: Rosa Tenorio Padilla, y había nacido en Algeciras siendo hija de Francisco Tenorio y María Padilla; estuvo casada en primeras y únicas nupcias con Antonio Colomo, de quién quedó viuda y sin hijos tras morir en campaña el que fuera su joven esposo, dejándola la pensión de 72 reales mensuales concedidas por el Ministerio de la Guerra. Mujer al parecer de gran carácter, se asoció con el también algecireño, Vicente Campillo: En la compra de dos barcas a medianera con las que ganarse la vida. Fiel devota de la Virgen del Carmen, solicitó a la hermandad de la mencionada advocación: Que su sepultura fuera tal y como se acostumbra en el seno de la misma. Año atrás, había adoptado cuando aún era niña a la que consideraría como hija propia: María Ruíz Delgado, quién más tarde se casaría con él también algecireño Juan Huida. El citado gremio, desde el siglo anterior se ocupaba de las necesidades de sus componentes enfermos o fallecidos, así como de sus familias.

Dentro del mismo contexto local y mientras el constitucional y últimamente violento -sobre todo en su último trimestre- 1869 alcanzaba sus postrimerías, el algecireño y propietario Félix Ramírez Arjona: Se desprendió de las 67 fanegas de tierras que conformaban la viña de su propiedad conocida como de Pardo, sita en la Dehesa de la Punta del Carnero de éste término municipal [...] Dicha propiedad contenía una casa de altos y bajos con cocina, cuadra y pajar; así como habitaciones para herramientas dando su frente al Norte, teniendo salida por poniente al camino que desde aquel paraje conduce hasta la ciudad. Ramírez había adquirido aquel terreno nueve años antes (1860) al comprárselo a la viuda y propietaria Catalina Dolores Rosado. La viña de Pardo, como el resto de propiedades que conformaban el Partido de Las Abiertas, estaba gravada con un canon anual a favor de Propios de dos reales de vellón, dado el origen municipal de aquéllas mediante el reparto de tierras que se efectuó por los doceañistas durante el Trienio Liberal (1820-1823), para “la promoción de la agricultura y la ganadería en los terrenos baldíos”. La viña que fuera de Ramírez fue adquirida por el también vecino de Algeciras José Sangüinety Belagamba por la cantidad de 1.600 escudos. La “bienintencionada” promoción liberal se convertiría con el paso del tiempo en una oportunidad más para la siempre presente y vigilante especulación de terrenos.

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