El Sexenio Revolucionario (1868-1874): La cilla algecireña, la cochera sevillana y el humor nacional

Historia de Algeciras

Antigua calle Soria, actualmente dedicada al político y escritor Emilio Castelar
Manuel Tapia Ledesma

01 de octubre 2023 - 02:00

Algeciras/Prosiguiendo el relato, comenzado en el episodio anterior, de la constitucional corrida algecireña:

"Al entrar el Excmo. señor general gobernador de la plaza de Gibraltar en el palco de nuestro Excmo. Señor comandante general de este Campo, la música del regimiento de Mallorca tocó la marcha real inglesa, y todos los militares ingleses y paisanos pusiéronse de pié y descubiertos, porque así lo estaban aquellos generales; terminada la marcha con frenéticos aplausos, salió la cuadrilla á hacer el saludo á la autoridad, sonó el clarín y pisó la arena Lumbrero; bien puesto y bien armado, diecisiete varas tomó y mató cinco caballos, dando tres tumbos los jinetes sin consecuencias, al quite Arjona; tres partes de banderillas clavaron, un par de frente y dos al sesgo; Curro, vestido de luto, fuese al bicho, y después de pasarlo tres veces por la derecha, dos naturales y dos de pecho, le endosó un volapié y una magnífica estocada. Esta gran estocada le valió una corona de flores, un par de palomas con cintas, cigarros y muchas palmas y tocarle la música.

El segundo respondía por Verdugo; de pelo negro, de poder y de muchas libras; nueve varas tomó, y destripó cuatro langostinos; con tres pares de palillos de adornaron el morrillo; uno de frente y dos cuarteando; el (Cabo), vestido de carmesí y plata, después de varios pares, le largó entre estocadas buenas y malas, cinco. Mucho temimos por el (Cabo), pues el toro no hacía gran caso del engaño é íbase al bulto. El tercero se llamaba Tomatito; retinto y ojo de perdiz; tomó diez y ocho varas y mató dos africanos; adornáronle con tres y medio pares de palillos, y Curro Arjona, después de pasarle con la derecha tres veces y dos de pecho, le endosó una magnífica recibiendo.

Echáronle palomas con lazos de cintas, un cajón de tabacos y muchos sombreros, y el público entusiasmado pidió que le dieran el toro, y la autoridad accedió galante al entusiasmo del público. El cuarto fué Tocinero; berrendo en negro, bravucón, de muchas libras y bien puesto; seis varas tomó y mató dos sanguijuelas; los muchachos le adornaron el morrillo con tres pares de banderillas, un par al sesgo y dos al cuarteo; el (Cabo) le dió varios pases como pudo, y le endosó una algo ida; el bicho se acercó á las tablas, y allí recibió varios pinchazos, porque no quería hacer caso del trapo, y sí buscar el bulto, siendo por dos veces arrollado y desarmado el espada; cuantas veces intentaba darle un volapié, alzaba Cocinero tanto la cabeza que creíamos cogido siempre al diestro por debajo el brazo; el público estuvo sobresaltado hasta que el toro se echó. Estos bichos de intención y de sentido creemos pasarían de siete años.

El (Cabo), como libró por fin bien, no le volvimos á ver trabajar más; sin duda estuvo pasando el susto que sus dos bichos le dieran, y por cierto que no debió ser flojo, especialmente el último. El quinto, de nombre Culebro, retinto, bien armado y de poder; tomó diez varas y destripó tres langostinos, dando dos tumbos sin consecuencia los picadores, siempre al quite Currito; dos pares de palillos le colgaron, y Curro con Paco de Oro, fuéronse á pedir la venia para que Paco matara al bicho y al que quedaba aún encerrado, por lo bien que el día antes lo hizo; obtenida la venia le brindó á la autoridad popular, por los algecireños y forasteros, fuése al bicho, y después de pasarle tres veces con la derecha y dos de pecho, le dió un volapié, una algo corta y otra buena arrancando".

Continuando la documentada crónica del día siete, y donde tomaron gran protagonismo las "populares" autoridades de Algeciras:

"El sexto respondía por Mirlo, de pelo negro, corniapretado, de muchos piés y blando; tomó cuatro varas y no mató ningún jamelgo, lo que quiere decir que fué más humano que sus compañeros; con dos y medios pares de palillos adornaron al toro, y Paco de Oro, previos varios pases, le endosó una algo ida y otra buena. Resumen: la corrida ha sido buena; tomaron los bichos sesenta y cuatro varas y mataron diez y nueve caballos con los que dejaron heridos: los toros de V. relaciona, si bien tienen una magnífica salida y en los primeros embites que dan son temibles por su gran fuerza, después no salen de los medios, y en vez de creerse al castigo se ablandan; repetimos que fué buena la corrida, pero la del primer día, de Taviel de Andadre, de Sevilla, agradó más por su nobleza á la par que bravura, cuyos bichos eran de cinco á seis años, mientras que los de Varela pasaban de seis y algunos de siete. Arjona Reyes debe marchar completamente satisfecho de la buena acogida que ha tenido en Algeciras, si bien lo ha merecido porque ha trabajado en regla y buen deseo; los demás de las cuadrilla han procurado lucirse en ambas corridas; el servicio de la plaza así, así; la presidencia acertada, y el público inglés marchó sumamente satisfecho de las dos funciones de feria de Algeciras. Calculase un sobrante de mil duros la ganancia que han dado las dos corridas á beneficio de la redención de quintos de esta ciudad".

Pero no todo fueron alegrías en aquel festivo mes; también hubo movilizaciones contra la progresista política, dando como resultado el algecireño apoyo a los efectos de aquellos actos de protesta: "Dada cuenta de la comunicación del Sr. Gobernador de la provincia trasladando otra del Alcalde de Algeciras fecha 6 del actual en que participa haber socorrido con 400 milésimas á 276 individuos indultados por los sucesos de Jerez, importando el total del socorro 110 escudos, 400 milésimas". Tras estos altercados se encontraba la situación en Ultramar y la propia economía nacional que impedían la abolición del Consumo y Quintas. En Algeciras se intentó paliar aquel descontento popular, y como se ha recogido en la crónica taurina: "El producto de las corridas de toros de la Feria Real se destinará, íntegramente, a la redención de los mozos de la localidad". Aquel sexto mes tradicionalmente festivo en nuestra ciudad, fue por lo tanto doblemente celebrado, pues al igual que aconteció con la promulgación de anteriores constituciones: "Se procedió a correr un toro enmaromado por las calles entregando, una vez sacrificada la res, su carne a pobres y presos; así como la consiguiente libra de pan y dos reales a los enfermos del Hospital de la Caridad".

Sea ello como fuere, en nuestra ciudad también acontecían otros particulares hechos de lógica y gran relevancia para sus protagonistas: "El Juzgado de primera instancia de este Partido de Algeciras, aprueba la adjudicación para Amalia Gamito Troyano, de la vivienda sita en el número 6 de la plaza de la Palma, y cuyo frente mira a poniente, mientras su fondo da al mar". La citada señora estaba casada con Rafael Enríquez Ramírez, importante hombre de negocios algecireño, teniendo ambos su domicilio en nuestra ciudad. La reseñada vivienda la había recibido Dña. Amalia tras el fallecimiento de su hermano Francisco, viudo que al morir había dejado dos hijos. El finado la había adquirido siete años antes, concretamente en 1862, a: "María del Pilar Dueñas Martínez, quién estaba domiciliada en la ciudad de Sevilla. Con la licencia marital pertinente, la propietaria de la casa número 6 frente al mercado pidió en préstamo la cantidad de 1.400 escudos al también vecino de Algeciras Francisco Miranda Pola". Recibido el dinero, Amalia afrontó el pago del previo depósito que había acordado constituir con su fallecido hermano, "y en favor de sus sobrinos Eusebio y Rafael Gamito Herrera. Devolviendo la cantidad prestada a su deudor Miranda Pola, a razón de 14 escudos mensuales".

También y por aquellos días de constitucional celebración, se procede a la venta judicial: "De una casa nombrada Cilla Decimal" (depósito de granos al que se aplicaba un diezmo o renta decimal en favor de la Iglesia), "sita en calle de la Munición, nº 50 en Algeciras. Don Francisco Delgado Pridilla, Juez de primera instancia de esta ciudad de Algeciras y su Partido [...] A los que la presente venta judicial vieren, hago saber, que, declarados en estado de venta por las leyes de 1º de Mayo de 1855 y 11 de Julio de 1856, todos los predios rústicos y urbanos, censos y foros pertenecientes al Estado y corporaciones civiles de la Nación, se instruyó el oportuno expediente en mi Juzgado [...] que autoriza la presente para la enajenación de la finca que á continuación se expresa: Casa nombrada Cilla Decimal compuesta de planta baja y entresuelo interior, sita en la ciudad de Algeciras calle de la Munición, número 50 procedente del Cabildo Catedral de Cádiz [...] se haya comprehendida en los inventarios mandados [...] de la Instrucción de 31 de Mayo de 1855 perteneciente á bienes del Estado, se ignora desde cuando y son mandados enajenar procedentes del Clero. Esta finca de que se trata -continúa el judicial documento-, fué tasada en la cantidad de 5.000 escudos y 100 milésimas en venta y en renta en 120 escudos y capitalizada en 2.160 escudos [...] quedando el remate á favor de Antonio José de Reina y Martín, casado, propietario y mayor de 40 años y de este domicilio, como mejor postor en la suma de 4.000 escudos á pagar en los 10 plazos señalados por las leyes vigentes de desamortización para la venta de los bienes del Estado á cuya clase corresponde la casa subastada. Aprobado el remate y adjudicado por la Junta Superior de Venta de Bienes Nacionales [...] se comunicó el expediente á mi Juzgado y se notificó dicha adjudicación al interesado, quién verificó el pago del primer plazo al contado de la cantidad de 400 escudos; después de lo cual hizo formal cesión del remate en favor de Pascasio García Rodríguez, casado, de 42 años, Oficial farmacéutico del Cuerpo de Sanidad Militar y domiciliado en Ceuta".

Cilla Decimal, sita en calle Munición, número 50.

Dada la cercanía de la cilla -o depósito de granos-, con el Convento de la Merced bien pudiera servir aquella para el sostenimiento de éste, ya que en 1762 se localiza su propiedad en manos de "Sebastián Lozano y Carrera, quién y junto a su mujer [...] vendió quatro años ha, al Dean y Can(do) de la Santa Yg(a) de la Ciudad de Cádiz en la que han constituido Casa silla". El farmacéutico García Rodríguez, auténtico propietario de la subastada Cilla, estaba casado con Encarnación Reyna, ubicando el matrimonio poco tiempo después su domicilio en el número 11 de la calle Ancha. Pasados los años, y una vez viuda, Encarnación Reyna arrendaría el edificio a Julio de los Ríos Lerroux, para establecer su empresa de carruajes denominada Cochera Sevillana. Para cuando "los coches de Lerroux" habían dejado para el olvido la presencia de granos en la Cilla y su decimal cobro, la progresista Constitución del 69 también se había quedado en el pasado, estando para entonces vigente la del 76; siendo otro el político escenario, pero sin dejar de arrastrar los males de siempre.

De vuelta al constitucional 1869, comentar que por entonces y aún con la callejera celebración retumbando en los hispanos oídos, comenzó la búsqueda en el mercado monárquico europeo de un candidato a sustituir las posaderas isabelinas en el trono español. Los algecireños, como el resto de los españoles seguidores de la actualidad política, comenzaron a oír diferentes nombres, destacando Fernando de Sajonia Coburgo, también conocido como Fernando de Portugal; el cuñadísimo duque de Montpensier, Antonio de Orleans, casado con María Luisa Fernanda de Borbón, hermana de la reina destronada, y el príncipe Hohenzollern-Sigmaringen, impronunciable nombre rápidamente transformado por el callejero lenguaje en: ¡Olé, Olé, si me eligen!, resultante expresión del colectivo y chispeante humor hispano considerado uno de los activos del país, como bien reflejó un galdosiano personaje en la obra del canario autor: El Audaz (1872), al expresar: -Hacía versos, lidiaba toros y frecuentaba gentes de buen humor.

Por contra, otro gran protagonista de aquel periodo -revolucionario primero y democrático después-, como Emilio Castelar (último presidente de la futura I República), describiría tal característica hispana en su obra Ricardo (1877), como: "El Equilibrio entre los humores. Verdadero secreto de la robustez de nuestras fuerzas y salud de nuestras vidas". Aconsejable actitud para quién opta -voluntaria o involuntariamente- a la española nacionalidad.

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