El acueducto de Los Arcos

Monumentos y edificios históricos de Algeciras

El proyecto se ejecutó en la segunda del siglo XVIII, cuando una Algeciras ya independiente de San Roque necesitó mejorar su suministro de agua

Fotografía coloreada de Los Arcos y del río de la Miel. Postal editada hacia 1888.
Fotografía coloreada de Los Arcos y del río de la Miel. Postal editada hacia 1888. / E.S.

Algeciras/La construcción del acueducto de Algeciras se hizo necesaria a partir de 1763 cuando, lograda la ansiada independencia de San Roque en 1755, el incremento de la población provocó el uso abusivo de las aguas del río (lavado de ropa, paso de ganado, etc.) y la contaminación de los pozos de agua potable existentes en los patios de las viviendas a causa de la proliferación de pozos negros. Por otra parte, la política ilustrada de los reyes procuraba atender la mejora de las ciudades del reino con la pavimentación de calles, la construcción de sistemas de desalojo de aguas residuales y la dotación de fuentes públicas y de acueductos para abastecer de agua potable a las poblaciones. En 1763 el alcalde mayor de Algeciras, Fernando García de la Plata, recordaba el incesante clamor existente entre el vecindario por la falta de fuentes de agua potable y la imposibilidad de utilizar las del río de la Miel por hallarse éstas con cortezas de jabón y turbias por el paso de los ganados.

En 1768 el Ayuntamiento solicitó licencia al Real Consejo de Castilla para poder imponer unos arbitrios especiales a la venta al por menor del vino y del vinagre con el fin de sufragar, con lo recaudado, las obras de un acueducto que abasteciera de agua a la ciudad. El Real Consejo le dio su autorización mediante Real Provisión el 4 de julio de 1769, aunque por diversos motivos no se pudo poner en ejecución hasta siete años más tarde. Por fin el 1 de enero de 1777 se concedió, mediante subasta pública, el abasto de vino y vinagre a don José Guerrero que ofrecía una renta anual de 18.000 reales de vellón al Municipio que éste utilizó para sufragar las obras del acueducto. Es necesario señalar, a modo de anécdota, que hasta que se puso en uso el acueducto en el año 1783-84, la población se abastecía de agua para beber por medio de un servicio de aguadores que recorrían la ciudad con sus mulas vendiendo el preciado líquido a los vecinos. Viendo, estos aguadores ―que eran cinco―, que su negocio se iba a pique con la construcción del acueducto, en el año 1776 propusieron al Ayuntamiento que se comprometían a acarrear agua a domicilio por medio de veintiuna acémilas, siempre que la concesión se les diera por el plazo mínimo de un año y se aplazaran las obras del acueducto. Pero el espíritu ilustrado había llegado también a Algeciras y el proyecto del acueducto, al final, se hizo realidad.

Los trabajos de construcción se iniciaron a mediados del año 1777. En una primera fase la arcada salvaba el valle del río de la Miel desde la actual calle los Arcos hasta la Bajadilla para terminar el trazado en la llamada Fuente Nueva. El proyecto, elaborado por el arquitecto Pablo Casaus, fue desarrollado por el maestro alarife Pablo Díaz Becerra bajo la inspección del maestro arquitecto, examinado de albañilería y fontanería, Antonio Ruiz Florindo, al que se hizo venir de Puerto Real donde estaba trabajando en la construcción del acueducto de esa ciudad. Las obras del de Algeciras duraron seis años, inaugurándose en 1783 y completándose con dos fuentes, una en la Plaza Alta y otra en la Baja. Aunque, entretanto que se excavaba la mina o conducción subterránea que debía llevar el agua a las referidas fuentes, se construyó una a pie del depósito, la llamada Fuente Nueva o del Tejarillo.

La obra de ingeniería estaba constituida por una sucesión de arcos de medio punto con rosca de ladrillos que descansaban sobre pilares de sección cuadrada realizados con sillares de piedra arenisca bien labrados. Según Santacana, al principio se levantaron los arcos sin contrafuertes, siendo el propio maestro Florindo, en una visita de inspección realizada en 1785, el que, comprobando la inestabilidad que podría sufrir una obra de tanta altura y longitud, propuso que se añadieran contrafuertes macizos cada tres arcos. Entre 1890 y 1892, cuando el ferrocarril cruzó por debajo del acueducto, por el temor a que las vibraciones producidas por el paso de los trenes dañaran la obra, se volvió a reforzar con nuevos contrafuertes, éstos a modo de arbotantes.

Una vez puesto en funcionamiento el acueducto en el año 1783, se comprobó que la presión del agua en su caída desde las laderas de la sierra del Cobre hasta la zona conocida como Cortijo de los Alamillos, hacía reventar frecuentemente los atanores subterráneos de cerámica que formaban la conducción. Para solucionar el problema, el propio maestro Florindo propuso, al poco tiempo de inaugurarse la obra, la construcción de otra arcada en aquella zona para elevar el nivel de la conducción que iba por debajo del terreno.

Tramo del acueducto construido entre 1841 y 1845 en la barriada del Cobre en la actualidad.
Tramo del acueducto construido entre 1841 y 1845 en la barriada del Cobre en la actualidad. / E.S.

Las obras necesarias del nuevo tramo se estimaron entonces en ocho mil duros, no pudiendo acometerse hasta el año 1841, quedando terminadas en 1845. La fábrica del tramo del Cobre o del Cortijo de los Alamillos era de peor calidad y menor altura que las ejecutadas en el siglo XVIII en el llamado, a principios del siglo XX, “Arco Viejos”. Los contrafuertes eran triangulares y macizos lo que le daba una sensación de pesadez al conjunto. Sin embargo, quizás por su menor altura y longitud, este sector ha resistido bien el paso del tiempo llegando íntegro hasta la actualidad.

Lápida con inscripción conmemorativa de la inauguración, en 1783, del llamado acueducto de Los Arcos (Museo Municipal).
Lápida con inscripción conmemorativa de la inauguración, en 1783, del llamado acueducto de Los Arcos (Museo Municipal). / E.S.

En el Museo Municipal de Algeciras se conserva la lápida conmemorativa de la construcción del acueducto que estuvo colocada en el aljibe situado junto a la Fuente Nueva. Dice así: “Reynando en España el Señor Don Carlos III, siendo alcalde mayor desta ciudad de Alxeciras el Señor Don Dionisio Montalvo, el 30 de marzo 1783 se construyó esta mina que tiene de longitud DCC y fue principiada en 11 de junio 1777 y costeada por el arbitrio concedido por el Supremo Consejo de Castilla sobre el vino vendido por menor para la conducción de aguas. Fueron diputados los señores Don Francisco de la Peña, Don Jacinto Monge, Don Damian Pereti y Don Joseph de Lima Thesorero”.

En 1896, según recoge Manuel Pérez Petinto, se firmó un contrato con la compañía inglesa The Algeciras Water Works, para la traída de aguas desde la Garganta de Botafuego, pero como transcurrieran los años y las obras no se acometían, se le retiró por el Ayuntamiento la concesión a la citada compañía. En 1903 se llevó a cabo la sustitución de los atanores de barro cocido del acueducto por tuberías de acero, con lo que se mejoró el servicio y la calidad de las aguas, pero no se solucionó el problema del abastecimiento para una población que superaba ya las 15.000 almas. Después de celebrada la Conferencia de Algeciras sobre Marruecos de 1906, el problema del abastecimiento de agua potable se agudizó. Según relata Pérez Petinto, en 1907 “volvieron los tristes días del acarreo de agua de los pozo del campo y del río..., pero todo se reducía a esto: el barril de 16 litros de agua de los pozos de la Zorrilla, el Cajón y los Adalides, cuando no del río filtrada a través de un lienzo, llegó a costar una peseta” (cantidad elevadísima para las economías de principios del siglo XX).

Fotografía tomada en el mes de diciembre de 1958, unos días después del derrumbe de los tres arcos centrales
Fotografía tomada en el mes de diciembre de 1958, unos días después del derrumbe de los tres arcos centrales / E.S.

El acueducto del siglo XVIII, que había superado pruebas tan complicadas como resistir el paso de las máquinas de vapor, no pudo, sin embargo, superar la furia de los elementos. La noche del 16 de diciembre de 1958 un violento temporal de viento y lluvia derribó los tres arcos centrales de la sobresaliente obra de ingeniería. En los días siguientes fueron retirados los cascotes de la vía férrea, pero nadie pensó en la restauración de los arcos arruinados. Roto el equilibrio de fuerzas del sistema, con el paso de los años los restantes arcos se fueron derrumbando como fichas de dominó hasta quedar el monumento reducido a la exigua arcada que se conserva hoy junto a la barriada de la Bajadilla.

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