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Toros
David Galván era consciente de que, al romper el paseíllo en Las Ventas este jueves, todas las miras estaban puestas sobre él. Después de la bellísima faena del 22 de mayo que le valió para cortar una oreja y sustituir al enfermo Manzanares en la primera plaza del mundo ocho días más tarde, la papeleta no resultaba sencilla. El torero de San Fernando por nacimiento y de Algeciras por adopción debía demostrar que su triunfo no era, ni de lejos, flor de un día o fruto de la casualidad.
"Entrar en el hueco dejado por una figura del toreo y regresar a Las Ventas ha sido un sueño, pero también un arma de doble filo porque corría el riesgo de devolver lo sembrado", confiesa Galván para Europa Sur a toro pasado. Sin embargo, lejos de perder crédito, la firmaza de sus faenas ante la corrida de Alcurrucén -muy descastada y abanta- le ha hecho subir en la competitiva bolsa del toreo. De resultas, dio una vuelta al ruedo después de que buena parte de la plaza pidiera para él una oreja de su primero.
"Por fortuna, la meritocracia sigue funcionando en el toreo y somos lo que nos ganamos en el ruedo", considera el diestro gaditano quien, hace exactamente un año, todavía no había arrancado siquiera su temporada, pues su primera corrida se produjo un 10 de junio en la plaza abulense de El Tiemblo, en pleno Valle del Terror, como los toreros llaman a aquella zona por el descomunal tamaño de los toros que allí se lidian.
"En este oficio, nunca se puede bajar la guardia. De un día para otro, puede surgir la oportunidad", valora Galván, quien volvió a vestir de azul cobalto y oro, y describe su segundo paso por Madrid como "una tarde complicada, pero sólida". Al escaso juego de los toros se unió el barrunto de tormenta y el viento, que descubría cruelmente a los toreros.
Al finalizar el festejo, todos los actuantes, los tres matadores de toros junto a sus subalternos, abandonan Las Ventas por el túnel de cuadrillas hasta el patio de caballos, y después a las furgonetas aparcadas en las traseras de la plaza. Escuchar a la afición allí arremolinada es uno de los mejores termómetros para los espadas, máxime en un festejo como el de este jueves, con casi lleno en los tendidos, es decir, unos 21.000 espectadores.
"Uno, durante la faena, está tan concentrado, que actúa ajeno a todo. Pero, a la salida, los aficionados me dijeron cosas que me emocionaron, frases como 'En Madrid, te hemos hecho nuestro' o 'Las Ventas te quiere ver otra vez'", recuerda Galván. No hay dos sin tres, dicen. "Este San Isidro ha sido un punto de inflexión en mi carrera". Aunque de inmediato se corrige: "También en mi vida".
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