Alberto Pérez de Vargas, el matemático que guardó a Algeciras en su corazón, fallece a los 82 años
Catedrático en la Universidad Complutense de Madrid, se doctoró en Ginebra bajo la influencia de gigantes como René Thom, pero nunca dejó de añorar las calles de su infancia
Alberto Pérez de Vargas, el niño de la calle Real
Entrevista: "Algeciras es todo. Siempre he estado de paso en otro sitio"
Algeciras/Alberto Pérez de Vargas Luque, doctor en Matemáticas por la Universidad Complutense de Madrid, catedrático de Matemática Aplicada y colaborador habitual del diario Europa Sur, ha fallecido este viernes, 27 de diciembre, alrededor de las nueve de la noche, en el Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid, donde estaba ingresado por una enfermedad renal. Había superado recientemente un cáncer. Sus restos mortales se velan en el Tanatorio M-30, sala 8.
Nacido en Algeciras el 26 de agosto de 1942, Pérez de Vargas dedicó su vida al estudio y la enseñanza, ejerciendo en universidades de prestigio como la Complutense, la Autónoma y la Politécnica de Madrid, además de la Universidad de Ginebra, en Suiza. Fue un apasionado defensor del valor del conocimiento matemático, lo que compatibilizaba con su desbordada afición taurina.
Aunque residía en Madrid, Algeciras siempre fue su gran amor. “Algeciras es todo para mí. Es mi alma, mis sentimientos, mis ensoñaciones, es absolutamente todo”, confesaba en una entrevista a este periódico en 2018. Esa pasión quedó plasmada en su último libro, Algeciras en el corazón y en la memoria, presentado el pasado mes de octubre en la capital de España. La obra, publicada por Ediciones Temple, recoge crónicas costumbristas escritas durante cinco años para Europa Sur bajo el título de Campo Chico. La última, el pasado 15 de diciembre sobre Gibraltar o la tergiversación de valores. Juan Ignacio de Vicente Lara, prologuista del libro, destacó su importancia para la historiografía local al dar voz a una generación marcada por las luchas y esperanzas de la posguerra.
En 1996, su ciudad natal le nombró Hijo Predilecto, un reconocimiento a su dedicación tanto profesional como emocional hacia Algeciras. En sus artículos, Pérez de Vargas combinaba la precisión del matemático con el lirismo de quien ama profundamente su tierra, evocando rincones, personajes y momentos que han marcado la identidad local. Nunca dejó de añorar las calles de su infancia en el callejón de las Viudas o la calle Real. Su vínculo con Algeciras trascendía lo geográfico: era su esencia, su faro, el motor de una memoria que alimentaba sus crónicas semanales.
Como docente, formó a generaciones de matemáticos y participó en el desarrollo de teorías complejas, incluyendo la teoría del caos y los conjuntos borrosos. Fue discípulo del matemático René Thom, Medalla Fields, durante su estancia en la Universidad de Ginebra, pero confesaba que lo que realmente le hubiera gustado ser era periodista. Su amor por el saber y su universalidad lo acercaban a los grandes hombres del Renacimiento, con una aversión manifiesta por la especialización estrecha. Así lo demostraba en sus charlas y en los múltiples temas que abordaba en sus textos, que oscilaban entre la anécdota local y la reflexión histórica.
Además de su labor académica, siempre promovió la educación como un camino de autodescubrimiento. “Estudia lo que te interesa, aquello que te genere curiosidad”, solía decir a sus alumnos y nietos. Con su mujer, Cristina, tuvo tres hijos.
De niño soñaba con ser librero, y como lector confeso, sus intereses iban desde la filosofía y la sociología hasta la política, con un espacio reservado para la narrativa y la poesía. En los últimos años, su atención se había fijado en proyectos personales, como una novela que lleva años en su cabeza sobre el general Luis Lacy, figura apasionante de la historia española, fusilado por Fernando VII.
La última ocasión en que visitó Algeciras fue el pasado 4 de diciembre, para presentar en su ciudad Algeciras en el corazón y en la memoria, en la sede de la Escuela Politécnica de la Universidad de Cádiz, en compañía de muchos de sus amigos.
Con su partida, Algeciras pierde a uno de sus hijos más ilustres, un hombre que supo entrelazar el rigor académico con el amor por su ciudad, dejando un legado de conocimientos, palabras y recuerdos que perdurarán en quienes tuvimos la suerte de conocerlo o leerlo.
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