La Algeciras de mi infancia (III)

OBSERVATORIO DE LA TROCHA - NUESTROS RECUERDOS PERSONALES

En este artículo he pretendido traer al presente el pasado de Algeciras de hace sesenta años. Así podemos comparar el ahora y el ayer. Lo perdido y lo ganado.

La Algeciras de mi infancia (II)

Canalización del río de la Miel.
Juan Carlos Martín Matilla - Licenciado en Filología

12 de julio 2024 - 04:00

Algeciras/Solo disponía Algeciras de un instituto de Enseñanza Media y contaba también con la Escuela de Artes. A principio de los años setenta se construyó el instituto “Isla Verde”, que se destinó a los chicos, mientras que el antiguo quedaba para las chicas. Se le llamó Instituto Femenino.

En lo referente a los centros hospitalarios, la población algecireña seguía siendo atendida en el histórico hospital civil o de la Caridad. Ya se había construido en aquella década de los sesenta el, por entonces, moderno hospital de la Cruz Roja.

En una época en la que aún no estaba generalizada la posesión de un aparato de televisión (recuerdo que muchos vecinos se sentaban en verano a la puerta de algunas casas cuyos propietarios ya disfrutaban de este “mágico” electrodoméstico para ver las emisiones televisivas), el modo de divertirse más usual consistía en acudir a las salas de cine. Tampoco había discotecas en los años sesenta, alguna abrió sus puertas ya a finales de esta década.

Algeciras disponía de trece cines, sumando los de invierno a los de verano: Casino Cinema, Florida, Almanzor, Fuente Nueva, Terraza, Delicias, Avenida, Sevilla , Alegría, Mirador, España, Terraza de verano y Fuente Nueva de verano. Recuerdo que el cine de verano costaba seis pesetas los días de diario y siete, los domingos y festivos.

El Cine Avenida, en la avenida de las Fuerzas Armadas.

El precio de los cines de invierno era de 10 pesetas los días laborables y algo más los días festivos; años más tarde el precio subió a 20 y 25 pesetas. En el cine Delicias no cabía ni un alfiler en el primer pase de la película e igualmente sucedía en el cine Florida. Menciono estos cines porque eran a los que asiduamente acudía con mi familia. También muchas veces iba al cine Sevilla. Estos cines de verano olían a una agradable fragancia de dama de noche u otras flores aromáticas.

En primavera llegaban las golondrinas, que se posaban en los cables aéreos del tendido eléctrico que cruzaban las calles de un poste a otro. Y ya que menciono el tendido eléctrico, he de comentar que el suministro de electricidad era muy deficiente y si estallaba una tormenta o se levantaba fuerte viento, se cortaba el fluido eléctrico y se tenía que recurrir a las velas para iluminarse. Eso si las viviendas disponían de corriente eléctrica; pues, por desgracia, muchas casas carecían de ella y sus moradores debían recurrir a los quinqués de petróleo.

El trabajo en el puerto pesquero era incesante. Algeciras llegó a ser uno de los más importantes puertos pesqueros de España, rival de Vigo.

Si el suministro eléctrico mostraba bastantes carencias, puedo decir lo mismo del de agua. En plenos años sesenta aún no se había construido la presa de Guadarranque, por tal motivo la población se surtía del agua proveniente del río de la Miel. En invierno, con las fuertes lluvias no había problema de llegada del vital líquido; pero en verano, con la nula pluviosidad, descendía el nivel de agua del río y la cantidad que llegaba a las casas era muy exigua, de tal modo que si se habitaba en un primer piso, no había agua al abrir los grifos. Era necesario bajar al patio y esperar colas de vecinas para llenar los recipientes: cubos o barreños de zinc con el hilo de agua que salía por los grifos.

Todavía, a comienzos de los años sesenta no se había extendido el uso del plástico, que paulatinamente fue sustituyendo a los objetos de barro y de zinc: baños, barreños, cubos, etc.

Fue famoso el comercio El Hogar del Plástico, situado en la calle Panadería por ser de los primeros en vender toda clase de objetos de esta materia sintético. También en aquellos años llegó el detergente, que poco a poco fue sustituyendo a los gruesos tacos de jabón de la marca Lagarto, de color verde o ámbar.

Curbimiento del río de la Miel.

El río de la Miel, en época estival presentaba un drástico estiaje mientras que en las estaciones lluviosas: otoño y primavera su caudal era bastante considerable. En el tramo que discurría paralelo a las vías del tren por la zona llamada de Las Vegas; es decir, al final de la actual calle Velázquez, donde se abría un paso a nivel , era necesario cruzarlo pasando de piedra en piedra si queríamos acceder a la calle Andalucía. Años después se construyó un pequeño puente sin barandillas cuyo acceso presentaba una gran dificultad, pues era necesario subir, casi trepar, por unos altos escalones.

En el año 1971 el río se desbordó debido a unas torrenciales lluvias que coincidieron con pleamar. Fui con mi padre a ver la riada a la plaza Joaquín Ibáñez; la avenida Agustín Bálsamo era literalmente un río y quedaron anegadas la plazoleta Juan de Lima, la calle Tarifa y todas las adyacentes y la plaza del mercado. Era impresionante ver convertidas en ríos todas estas calles.

Resulta curioso que el agua no llegó a la calle de las Huertas. Es obvio decir que quedaron anegadas amplias zonas de la orilla sur del río. Por el puente del matadero, el agua alcanzaba las ventanillas de los autobuses, según se comentaba. Al día siguiente fui con mi padre por la zona de Río Ancho y el panorama que vimos era desolador.

Debido a esta riada, a los pocos años, el cauce del río se desvió, canalizó y se soterró desde la zona de Pajarete. Vi horadar un túnel bajo las laderas que hoy están ocupadas por la avenida Virgen de la Palma, el cual atravesaba la carretera a Málaga por la actual calle Mezquita y Plaza de la Constitución hasta desembocar en la playa de Los Ladrillos.

La desembocadura del río de La Miel, años antes de su cubrimiento. A la izquierda, la vía del tren y a la derecha los hoteles Termino y Anglo-Hispano, todavía en uso.

Yo tendría unos catorce años cuando vi cómo desecaban el cauce del río de la Miel en la zona de su desembocadura. Previamente se habían colocado unas grandes barreras de metal para evitar la entrada de agua del mar, y con bombas se fue extrayendo toda el agua del del cauce fluvial. Era impresionante contemplar el lecho del río totalmente seco. Después se rellenó con zahorra y en su centro se excavó una canal cuyas paredes y suelo eran de hormigón armado, finalmente se cubrió con vigas del mismo material.

En lo referente a las procesiones de Semana Santa, Algeciras contaba con muy pocas. Hasta el año 1966 procesionaban las siguientes cofradías: la de La Borriquita, el Domingo de Ramos por la mañana; la de La Columna, el Lunes Santo; la de Jesús Cautivo, el Martes Santo; la de Cristo de la Buena Muerte, el Miércoles Santo; y las de Jesús Nazareno y Santo Entierro, el Viernes Santo.

En esta vieja fotografía se aprecia el Cristo de las Flores, con su desaparecida pérgola y las flores que le daban nombre, amorosamente cuidadas durante años por un anciano y devoto celador. La valiosa imagen objeto de gran devoción, se conserva en el interior de la Capilla de Europa.

El Jueves Santo no procesionaba ninguna cofradía, pues se dedicaba a la visita a los sagrarios. La procesión del Santo Entierro era acompañada por los artilleros y el público se arremolinaba en la esquina de la calle Convento, junto al casino, para ver desfilar a los cabos gastadores hacia el acuartelamiento del Fuerte de Santiago. A partir de aquel año comenzó la decadencia de nuestras procesiones, las cuales comenzaron a renacer a finales de los años ochenta, hasta conseguir el esplendor de hoy día.

Como nota curiosa, en una hornacina empotrada en la pared de un lado de la puerta principal de la iglesia de la Palma, se exponía un papel con una lista de títulos de películas que la Iglesia permitía o prohibía ver, por cuestiones de moral católica.

No puedo dejar de recordar la importante presencia militar en nuestra población, así, destacaban los acuartelamientos de Artillería, en el fuerte de Santiago, y de Infantería, en el cuartel del Calvario; no olvidemos que el renacer de nuestra ciudad en el siglo XVIII vino de la mano de los militares.

En aquellos años de mi niñez muy pocos eran los automóviles que circulaban por las calles de Algeciras, así que los niños podíamos jugar libremente en la calle. Entre los chicos, los juegos más habituales eran los “meblis”, las chapas, el fútbol, el trompo, etc. y las niñas solían jugar a la comba, a la rayuela o al diábolo. De vez en cuando pasaba algún coche que interrumpía el juego de los niños y niñas.

El trabajo en el puerto pesquero era incesante. Algeciras llegó a ser uno de los más importantes puertos pesqueros de España, rival de Vigo.

Como no había demasiado poder adquisitivo, los chavales solían alquilar cuentos o tebeos (la palabra “ cómic” aún no se habían incorporado al léxico español) por un módico precio; por lo tanto, se podían leer fácilmente aquellos cuentos de aventuras, como “Hazañas Bélicas”, “El Capitán Trueno” o “Tarzán”. Existía una de estas librerías de libros y cuentos alquilados en la calle de Las Huertas.

Entre los personajes populares de los años de mi infancia se encontraban: La Cagancha, la Miguelina, el Chato y la Bella, Juanito el Zambo, Pepe el Orejas, etc.

No podemos olvidar en este recorrido por la Algeciras de hace sesenta años el comercio de productos importados de la colonia inglesa de Gibraltar y, por supuesto, el famoso “estraperlo”. Recuerdo a las matuteras que venían de la Serranía de Ronda con sus productos serranos y se llevaban los de procedencia extranjera. En muchas viviendas particulares se vendían estos productos que habían entrado en territorio español de forma ilícita.

El barco Aline conectaba el puerto de Algeciras con el de Gibraltar. Cuando se cerró la frontera con Gibraltar, llegaban productos desde Ceuta, a partir de los años setenta. Como los que venían de esta ciudad traían un paraguas, de forma humorística se les llamaba “los paraguayos”.

Con el cierre de la frontera con Gibraltaren 1969 todo empezó a cambiar. Es a partir de esta fecha cuando Algeciras comienza su desarrollo y va dejando de ser un pueblo para convertirse en una ciudad de tipo medio. Realidad de la que aún no se ha dado cuenta la mayoría de los algecireños, que la siguen considerando de forma peyorativa como pueblo.

Eran muchas las personas que a diario atravesaban la bahía para trabajar en Gibraltar.

Llegó la industria a San Roque y a Los Barrios sobre todo y ya a mediados de los años setenta, se inicia el desarrollo portuario. Algeciras crece en número de habitantes y en extensión y cambia la fisonomía de su casco antiguo. Se construyen nuevas barriadas tanto por el Norte y Sur como por el Oeste. Se perdieron muchos edificios antiguos; pero también se modernizó la población en otros muchos aspectos. Muchos años más tarde llegarían los centros universitarios a nuestra ciudad, algo absolutamente impensable en los años sesenta.

En este artículo he pretendido traer al presente el pasado de Algeciras de hace sesenta años. Así podemos comparar el ahora y el ayer. Lo perdido y lo ganado.

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