La Algeciras de mi infancia (II)

OBSERVATORIO DE LA TROCHA - NUESTROS RECUERDOS PERSONALES

Las playas que más frecuentaba eran la de Los Ladrillos y El Rinconcillo

Durante mi niñez estaba en pie el convento de la Merced, el cuartel de Escopeteros, la plaza de toros La Perseverancia o el Casino Cinema, con los años estas construcciones fueron demolidas

La Algeciras de mi infancia (I)

“Campo Chico” era un núcleo chabolístico, pequeño pero impresentable, situado a escasos metros del centro de la ciudad
Situado al final de la actual avenida de Blas Infante, el “Campo Chico” era un núcleo chabolístico, pequeño pero impresentable, y además situado a escasos metros del centro de la ciudad. Tras su eliminación, se organizó allí el vivero municipal
Juan Carlos Martín Matilla - Licenciado en Filología

05 de julio 2024 - 02:00

Algeciras/En cuanto a las playas son pocos los recuerdos que tengo, ya que nunca me gustó ir a ellas. A parte de la ya mencionada playa del Chorruelo, las otras más frecuentadas eran la de Los Ladrillos y, por supuesto, la de El Rinconcillo. Las de Getares y San García no solían recibir muchos bañistas porque se encontraban bastante alejadas del, por entonces, exiguo casco urbano.

Se podía observar la gran afluencia de público a la de Los Ladrillos, situada cerca del estadio El Mirador, en pleno centro urbano. Ya a finales de los años sesenta, el arroyo que discurre bajo la calle Jacinto Benavente, convertido en colector de aguas pluviales y no pluviales, comenzaba a desaguar aguas bastante contaminantes; no obstante, el público seguía bañándose a partir de una zona alejada de esta fuente de contaminación. Con la construcción del desvío del cauce del río de la Miel y su desembocadura en esta playa, se tuvo que cerrar al baño.

En lo referente al urbanismo y arquitectura, las calles estaban pavimentadas con adoquines, tanto de superficie más rugosa como otras más pulidas, lo que propiciaba, en días de lluvia, más de un resbalón. Me acuerdo sobre todo de las calles Sacramento o Rafel de Muro y el tramo de la calle San Antonio entre las calles Ancha y Convento. La calle Real mantenía el antiguo empedrado de guijarros. El interior de la plaza Alta estaba enlosado con ladrillos entre los que destacaban las olambrillas de color añil. Aún conservaba su balaustrada de balaustres de terracota vidriada, muy deteriorados, que fue sustituida por unas barandillas de hierro en 1969.

Popular carrito de helados
Popular carrito de helados

Por cierto, no había palomas; estas fueron traídas por el alcalde Valdés Escuín en 1969.En esta plaza podíamos encontrar a la familia de fotógrafos Martín, siempre dispuestos para sacar una foto. También recuerdo el carrito de helados y polos que cada verano se instalaba delante de la torre de la iglesia de Nuestra Señora de la Palma. A esta plaza acudíamos los niños con los juguetes que nos habían dejado los Reyes Magos. Tengo una foto con mi caballo de cartón. Por cierto, tengo recuerdos muy vagos de la cabalgata de los Reyes Magos; creo recordar que era muy simple.

La plazuela de San Isidro todavía no se había urbanizado y mostraba un aspecto bastante desolador: un cuadrilátero de tierra rodeado de las aceras y en uno de cuyos lados crecía un raquítico árbol y había una fuentecilla con un pilón. Hasta 1969 se llevaron a cabo las obras que dieron lugar a la actual imagen de la plazuela. Aquel mismo año se reformó también la capilla del barrio, que hasta entonces mostraba un aspecto muy descuidado.

Desolado aspecto de la plazoleta de San Isidro antes de sus reformas y ajardinamiento
Desolado aspecto de la plazoleta de San Isidro antes de sus reformas y ajardinamiento

Cuando Isidoro Visuara ajardinó las calles Rocha, Libertad y Ruiz Tagle, yo tendría unos tres años, así que en mi niñez ya las vi más o menos como están ahora. La mayoría de las casas de esta barriada eran de planta baja, con tejados de tejas árabes a dos aguas y en cuyo interior se extendían extensos patios de vecindad.

A partir de 1964 se inicia la construcción de los bloques de viviendas sociales de La Piñera, en varias fases, con el fin de aliviar la enorme carencia de viviendas que sufría nuestra población, lo que supuso la expansión de la población más allá de los límites medievales por su lado suroeste, de tal modo que Algeciras iba creciendo paulatinamente. No puedo olvidarme de mencionar el poblado de chabolas que se extendía tras el cuartel de Infantería, en el llamado “Campo chico”, lugar que muchos años después se convirtió en vivero municipal. El chabolismo fue producto del aluvión de personas llegadas a nuestra población, que no podía ofrecerles moradas dignas .

Por aquel año se realizaron las obras de reforma de la iglesia de Ntra. Sra. de la Palma. Yo era demasiado pequeño para acordarme de cómo era el altar mayor antes de la desafortunada reforma, aunque posteriormente, he visto fotos antiguas. Sí recuerdo el crucero en obras; supongo que sería por ese tiempo cuando se celebró la misa en honor de Santa Bárbara en la capilla de Europa. Son evocaciones envueltas en la nebulosa de la memoria.

Sí recuerdo bastante bien la construcción de la parroquia de Ntra. Sra. del Carmen, en el lugar antaño ocupado por el colegio de San Ramón, de la congregación salesiana, que no conocí. Se construyó este edificio con pilares y vigas de hierro, no de hormigón armado, y cuando recibí mi Primera Comunión en 1966 la iglesia estaba tan recién acabada que aún no se habían construido las escaleras de acceso al atrio, de tal manera que se tuvo que preparar una rampa de cemento.

El desaparecido cuartel de Escopeteros, más abajo del convento. Hoy discurre por su solar la calle Trafalgar. A la izquierda puede verse la antigua calle Baluarte, hoy de Pablo Mayayo
El desaparecido cuartel de Escopeteros, más abajo del convento. Hoy discurre por su solar la calle Trafalgar. A la izquierda puede verse la antigua calle Baluarte, hoy de Pablo Mayayo

Todavía, cuando era un niño pequeño estaban en pie el convento de la Merced, donde se hallaba el retén de los guardias urbanos, como se decía antes; el cuartel de Escopeteros a su espalda, derribados a principios de la década de los setenta para construir la calle Trafalgar; la plaza de toros La Perseverancia, que se demolió ya en mi adolescencia, en 1975, y el Casino Cinema, que se echó abajo en 1970.

Cerca de este edificio ya se alzaba el del ambulatorio Menéndez Tolosa, entre la calle Inmaculada Concepción y la plaza actualmente denominada de La Mujer. Entré una sola vez en el Casino Cinema, que me pareció oscuro y vetusto. Recuerdo que accedí a su interior por debajo del escenario donde se situaba la pantalla, así que al llegar con la película empezada, me deslumbró a la luz del proyector.

El desaparecido Casino Cinema
El desaparecido Casino Cinema

En cuanto a la arquitectura, nuestra ciudad, que por aquel entonces era más bien un pueblo, mantenía en su mayor parte las casas de arquitectura tradicional; destacaban sus miradores enrejados, de madera o de estilo modernista. Aunque ya comenzaban a construirse viviendas de la nueva moda imperante en aquella década de los sesenta: fachadas revestidas con granito artificial y con azulejos de diversos colores, que rompían la unidad de estilo. Como nota curiosa, he de comentar que los zócalos, molduras de las jambas, dinteles o arcos y las puertas de gruesa madera de las casas antiguas solían pintarse de color rojo herrumbre, color utilizado igualmente en la plaza de toros de la Perseverancia, tanto en los resaltes de su fachada como en el interior, por ejemplo, en los burladeros.

Las paredes de las casas se encalaban con cal. Se compraba una piedra de cal y luego era preciso “apagarla” con agua para convertir el óxido de calcio en hidróxido de calcio, una pasta blanca con la que se enjalbegaban las fachadas y paredes interiores. Durante esta reacción química la piedra hervía desprendiendo gran calor. Era muy peligroso este proceso y había que dejarla en un lugar cerrado.

Extremo de la avenida de las Fuerzas Armadas. Al fondo, La zona de la granja y la iglesia de San Miguel. Entremedias, la colina de la actual plaza de la Constitución, donde se alza hoy la iglesia de San Antonio. Se perdió la oportunidad de crear una gran avenida entre el lugar de la foto y La Granja, pero es que Algeciras no tenía entonces urbanistas a la altura del crecimiento de la ciudad
Extremo de la avenida de las Fuerzas Armadas. Al fondo, La zona de la granja y la iglesia de San Miguel. Entremedias, la colina de la actual plaza de la Constitución, donde se alza hoy la iglesia de San Antonio. Se perdió la oportunidad de crear una gran avenida entre el lugar de la foto y La Granja, pero es que Algeciras no tenía entonces urbanistas a la altura del crecimiento de la ciudad

Todavía Algeciras contaba con innumerables patios de vecinos, con callejones en varios de ellos, donde asomaban las viviendas con dos habitaciones; el retrete era comunal para todos los moradores y las cocinas solían ser pequeños cobertizos. Cuando llovía torrencialmente, como los husillos no podían tragar tanta cantidad de agua, rebosaban tanto las aguas pluviales como fecales e inundaban los patios. También, desde las canales solía caer el agua a cascadas. Muchos de estos callejones interiores comunicaban dos calles; pura herencia morisca.

Las cocinas contaban con un poyete en el que se abrían dos fogones u hornillos en los que se introducía el carbón, cuyo fuego se aventaba con soplillos de esparto. Como este era el único combustible, proliferaban por toda la población las carbonerías, que vendían carbón y picón, tanto para alimentar los fogones como para encender los braseros en invierno. Recuerdo la carbonería Escalona, en la calle Panadería. También se veían carboneros ambulantes con sus burros , cuyos serones llevaban estos combustibles.

Muchos de los comercios eran locales bastante oscuros y algunos hasta algo lóbregos, con sus mostradores y estanterías de madera y sus grandes cajas registradoras de metal en los establecimientos de tejidos o ferreterías, entre otros. Mi memoria evoca la de la tienda de Tejidos Millán, en la esquina entra las calles Panadería y Emilio Santacana. En las tiendas de comestibles, sobre el mostrador, estaba la típica báscula con forma de triángulo invertido, lacada en blanco. La mayor parte de los productos se vendían a granel, de tal manera que estaban llenas de grandes sacos con legumbre, arroz, harina o azúcar.

El “Chato” y “La Bella”, una popular pareja muy querida en la ciudad (a la izquierda). Cuando la calle Tarifa era la más comercial de Algeciras (a la derecha)
El “Chato” y “La Bella”, una popular pareja muy querida en la ciudad (a la izquierda). Cuando la calle Tarifa era la más comercial de Algeciras (a la derecha)

Tampoco estaban envasados, por ejemplo, el aceite ni la lejía, así que había que llevar una botella de vino vacía para llenarla de estos productos. Como no existía la fecha de caducidad, las latas de conservas se mantenían expuestas largo tiempo, algunas hasta con óxido en su exterior; me acuerdo de las grandes latas de atún en conserva, de forma cilíndrica, que se mantenían abiertas sobre el mostrador un tiempo indefinido y de cuyo contenido se vendían pequeñas porciones a los clientes. No hablemos de la proliferación de ratones y cucarachas.

Por supuesto, tampoco la leche se vendía envasada, sino a granel. Recuerdo una lechería en la esquina entre la calle Panadería y el callejón Catana. También un lechero llevaba a las casas grandes cántaros de zinc llenos de este alimento. Dejaba el cántaro en el portal y subía al piso alto un recipiente de un litro o tres cuartos, que era el consumo corriente. Esta leche, carente de las más elementales medidas higiénicas (eso de la pasteurización no existía) debía ser hervida en los cueceleches para eliminar las bacterias u otros microbios que pudiera portar.

Almacenes Mérida fue en su momento quizás la tienda mayor y más avanzada de Andalucía, siguiendo el estilo de la madrileña Galerías Preciados, antecedente a todos los niveles de la actual cadena del Corte Inglés
Almacenes Mérida fue en su momento quizás la tienda mayor y más avanzada de Andalucía, siguiendo el estilo de la madrileña Galerías Preciados, antecedente a todos los niveles de la actual cadena del Corte Inglés

El primer comercio que innovó todo lo referente a la venta de artículos de diversos géneros, precursor de las grandes superficies comerciales actuales, fue el afamado Almacenes Mérida, situado en la calle Tarifa. Cuando yo era pequeño, este comercio contaba dos plantas y se situaba solo en la esquina entre esta calle y la de Velarde. Era muy elegante su escalera de tipo imperial que daba acceso a la primera planta. A principios de los años setenta, aumentó su volumen en dos plantas más y se extendió hacia la calle Miguel Martín. Abrió la puerta de entrada en el chaflán entre las dos mencionadas calles y elimino todo tipo de ventanales. Fue el primero en instalar una escalera mecánica.

En cuanto a la educación, he de comentar la enorme carencia de centros escolares que sufría Algeciras a comienzos de los años sesenta. Esta falta de colegios era suplida por academias particulares. Contaba con los privados de carácter religioso de los Salesianos y de la Inmaculada Concepción. En este solo estaban los alumnos hasta recibir la Primera Comunión, que por aquel entonces se impartía a los siete años. Después se irían construyendo los colegios General Castaños, Santa Teresa, etc.

Juan Carlos Martín Matilla es vocal de Patrimonio de la Asociación Cultural La Trocha y miembro de la Sección 2ª Arqueología, Etnología, Patrimonio y Arquitectura del Instituto de Estudios Campogibraltareños

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