Cuando las latas suenan, la magia despierta en Algeciras

Arrastre de latas 2025

La ciudad se llena de estruendo, churretes y nostalgia en la tradición del Arrastre de latas, donde el ruido infantil se convierte en la banda sonora de una ilusión eterna

Vídeo: El arrastre de latas inunda Algeciras de magia y tradición

El arrastre de latas inunda Algeciras de magia y tradición / Erasmo Fenoy

Algeciras/Los pasteleros tradicionales están que trinan. Protestan porque los grandes supermercados inundan las estanterías con roscones de Reyes rellenos de lo que llaman “nata”, aunque más parece una pócima inmutable, inmune al tiempo y la refrigeración. Esa nata fraudulenta, que se resiste a derretirse incluso bajo el sol de agosto, tenía pringosas las manitas de muchos niños que este domingo, 5 de enero, arrastraban sus latas, un año más, por toda Algeciras.

Porque si algo es cierto en que a los críos les fascina ensuciarse, ya sean de cualquier ciudad del mundo. Y cuanto más churretes de chocolate, de nata (o sucedáneo) y hasta de barro acumulen en su ropa y sus rostros, más memorable ha sido el día. Este año, además, la tradición del Arrastre de latas ha comenzado antes de lo habitual. La amenaza de tormenta ha llevado a adelantar el inicio desde la Plaza de Andalucía, donde todavía con legañas y coloretes, los más madrugadores empuñaban sus ristras metálicas, dejando un estruendo que Harpócrates -ese dios griego del silencio- jamás habría soportado.

La nata inmutable de los roscones comparte protagonismo con las pequeñas manos pringosas que arrastran sueños por las calles de Algeciras

Frente al viejo asilo San José, cuyas espléndidas vidrieras modernistas vibraban con cada golpe de tambor de la Banda Amando Herrero, el bullicio recordaba tiempos pasados. La capilla neogótica del asilo, diseñada por Guillermo Thompson, arquitecto del icónico Hotel Reina Cristina, sigue siendo un refugio del tiempo detenido, pero también un testigo silencioso del estruendo de las latas y las voces infantiles.

Bajada de cientos de niños y sus familias hasta el Puerto de Algeciras para presenciar la llegada en barco de los Reyes Magos.
Bajada de cientos de niños y sus familias hasta el Puerto de Algeciras para presenciar la llegada en barco de los Reyes Magos. / Erasmo Fenoy

El recorrido avanzaba entre la algarabía de la orquesta, un altavoz con la versión de Bisbal del Burrito sabanero, vendedores callejeros de globos y las nubes que poco a poco iban oscureciendo el cielo. La leyenda del gigante Botafuegos parecía revivirse con cada trueno lejano que advertía del temporal. Si antaño el gigante cubría Algeciras con niebla, en 2025 parece haber optado por desatar una monumental tormenta. Sin embargo, los más pequeños, ajenos a las predicciones de la Aemet y a las prisas de los adultos, seguían disfrutando.

En esta mañana de estruendos, las calles recobran por unas horas lo que tantas veces les ha sido arrebatado: el candor. Los adultos, al ver pasar a los niños, no pueden evitar sonreír con un gesto que tiene algo de nostalgia y complicidad. Porque ese ruido de ahora es también el ruido de antes. De cuando sus propias manos ataron cuerdas a latas y sus propios pies recorrieron esas mismas calles. Y así, por unas horas, Algeciras se llena de pequeñas sombras que corren, gritan, tropiezan y vuelven a correr.

El estruendo metálico de las latas convierte la ciudad en un escenario donde la infancia reclama su lugar

Como es tradición, el último cortejo incluía esculturas multicolores hechas de latas: un prodigioso ramo de flores titulado Naturalata, una carroza de princesa, un trineo o un cocodrilo que encabezaban el desfile por las calles Blas Infante y Fuerte Santiago, al abrigo de las murallas meriníes que recientemente se ha descubierto que eran cristianas. Tras ellos, miles de niños bajaban hacia el mar, donde la llegada de los Reyes Magos en una embarcación de doce metros de eslora era esperada entre aplausos y gritos de emoción.

Llegada en barco al Puerto de Algeciras de los Reyes Magos de Oriente tras una larga travesía.
Llegada en barco al Puerto de Algeciras de los Reyes Magos de Oriente tras una larga travesía. / Erasmo Fenoy

En la explanada del Llano Amarillo, bajo el aumento del viento del suroeste que siempre anuncia lluvia, Melchor, Gaspar y Baltasar hicieron su entrada triunfal entre la multitud. Los niños, fascinados, olvidaron por un momento sus latas, sus churretes y hasta el sueño. Porque, al final, lo importante no es el estruendo, ni la lluvia, ni siquiera el roscón perfecto, sino la magia de un día que siempre queda en el recuerdo.

Bajo el cielo encapotado, la alegría de los niños parecía desafiar al gigante Botafuegos y su amenaza de tormenta
A pesar de la amenaza de lluvia, los Reyes Magos lograron llegar a Algeciras en este 2025.
A pesar de la amenaza de lluvia, los Reyes Magos lograron llegar a Algeciras en este 2025. / Erasmo Fenoy

La mañana del 5 de enero tiene un brillo extraño, como si Algeciras, de repente, recordara algo que siempre estuvo ahí, pero que había olvidado. Es una alegría tenue al principio, casi tímida, pero que crece al compás del ruido metálico, un tintineo desigual que, más que escucharse, parece sentirse en el pecho. Ese ruido no es otra cosa que el eco de miles de latas arrastradas por cuerdas improvisadas, como si cada niño hubiera decidido llevar consigo un pedazo de futuro que todavía no sabe cómo nombrar.

Desde lo alto de la vieja Perseverancia, un ejército desordenado de críos baja la pendiente, y con ellos, el ruido. Pero no es un ruido cualquiera: es la banda sonora de una ilusión que hemos construido para ellos, como si quisieran anunciar a golpe de lata que el mundo todavía les pertenece. Incluso el mar en calma parece bendecir este ritual que cada año invoca algo parecido a la eternidad. En ese ruido hay algo más que juego: hay redención. Algeciras olvida sus contradicciones y se entrega al movimiento de esas pequeñas manos pringosas que arrastran deseos brillantes.

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