Algeciras: ¿Una oportunidad para el extremismo?
Ataque Yihadista | Análisis
Vox trata de rentabilizar desde el primer momento el crimen de la Plaza Alta vinculando el ataque yihadista a la inmigración irregular, una de las piezas centrales de su argumentario
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"No nos vamos a callar, no nos van a silenciar. Llevamos mucho tiempo denunciando las consecuencias de esta inmigración ilegal, descontrolada. El islamismo ya está en nuestra tierra". Con estas palabras, el portavoz de Vox en el Parlamento de Andalucía, Manuel Gavira, daba por iniciada en la mañana del pasado jueves de forma implícita la campaña para las elecciones municipales en Algeciras.
Apenas habían pasado quince horas desde que Yassine Kanjaa había asesinado a sangre fría a Diego Valencia, el sacristán de la parroquia de Nuestra Señora de la Palma. Sobre el mismo escenario de la barbarie que se investiga como un atentado yihadista, la Plaza Alta, la presencia y los tiempos manejados por Vox y Gavira no fueron casuales. La formación convocó a los medios de comunicación para ofrecer su valoración política una hora y media antes de la multitudinaria concentración de repulsa. Vox quebraba así el principio de prudencia en una ciudad que aún estaba conmocionada.
Tras el ataque, el líder de Vox, Santiago Abascal, también contribuyó al discurso contra el islamismo al mandar su pésame a la familia del sacristán. "Unos les abren las puertas, otros los financian y el pueblo los sufre. No podemos tolerar que el islamismo avance en nuestro suelo", sostuvo el presidente de la formación. Vox además ha pedido personarse como acusación popular en el caso que instruye la Audiencia Nacional.
A cuatro meses para la primera de las dos citas electorales de este año, las municipales del 28 de mayo, Vox busca rentabilizar en las urnas el crimen vinculando desde el primer momento el ataque yihadista a la inmigración irregular con el objetivo de ampliar su representación en las instituciones. Kanjaa, marroquí de 25 años, tenía una orden de expulsión pendiente; situación que entronca con una de las piezas centrales del argumentario del partido ultraconservador en una ciudad en la que conviven 127 nacionalidades distintas. La maniobra resulta "exportable" a muchos otros puntos de todo el país.
"No me preocupa el voto en sí mismo. No creo que el voto pueda alcanzar ese nivel. Puede desestabilizar un poco más el Ayuntamiento en el sentido de que sea necesario comprar los votos de Vox en alguna situación concreta. Sí me preocupa la paz social. Ya hay cierta prevención por parte de la ciudadanía de Algeciras que, por ejemplo, evita pasear por la noche por el barrio de La Caridad", valora Pablo Antonio Fernández Sánchez, catedrático algecireño de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales de la Universidad de Sevilla.
En Algeciras, el granero de votos de Vox se encuentra en las zonas más deprimidas de la ciudad, donde las tensiones económicas y sociales son un caldo de cultivo para el voto a opciones extremistas y donde también se concentra la mayoría de la población extranjera. Barriadas de la Zona Sur, como El Saladillo y La Piñera, cuentan con una amplia colonia foránea, especialmente marroquí, cifrada en torno a 10.000 personas de las algo más de 120.000 que (oficialmente) viven en la ciudad.
En ambos barrios Vox entró con fuerza en las autonómicas de 2018, situándose entonces en segunda posición y cumpliendo así con una pauta que quedó igualmente constatada en el conjunto de la comunidad autónoma: el partido triunfa allí donde el porcentaje de población inmigrante es mayor. De hecho, así ocurre en estas dos barriadas que están entre las zonas con más población extranjera de la ciudad, con un 12,6% en La Piñera y un 7,20% en El Saladillo.
En el conjunto de Algeciras, Vox fue la tercera fuerza política en esas elecciones andaluzas (8.689 votos) en las que la formación abanderó un duro discurso contra la inmigración ilegal tras un verano que estuvo marcado en el Campo de Gibraltar por la llegada de miles de migrantes. Y el efecto quedó revalidado en las autonómicas de 2022 al auparse como la segunda fuerza más votada por la población.
El culmen de Vox en Algeciras se produjo en las elecciones generales de diciembre de 2019. Entonces, el partido fue la formación más respaldada en la ciudad con 15.492 papeletas, el 28,8% del total, superando al PSOE (15.066) y PP (10.197).
Si se divide el mapa de Algeciras en 20 barriadas o zonas, el partido se hizo hace ahora casi cuatro años con el primer puesto electoral en nueve, varias de ellas las de mayor tamaño. San García (campo de golf y Getares), La Reconquista (por solo cinco votos respecto al PSOE) o El Rinconcillo apoyaron mayoritariamente a Vox, mientras que en San Bernabé la lista encabezada por Agustín Rosety logró su mejor marca, con el 35,09% de los votos depositados en las urnas.
También ganó en el entorno de la Feria, la Colonia San Miguel (por un voto más que el PP), Moncayo, Los Guijos y la Cuesta del Rayo. Una victoria transversal y que contribuyó decisivamente a la formación a conseguir el segundo diputado por Cádiz.
Sin embargo, la "ola Vox" de esas tres citas con las urnas no tuvo su traslación a las municipales de 2019 en las que José Ignacio Landaluce se quedó a apenas 200 votos de la mayoría absoluta. El PP logró 17.903 votos frente a unos discretos 3.555 para la formación ultraconservadora, relegada al cuarto puesto y con solo dos concejales en la Corporación. Poco después, el edil Jorge Domínguez dejaba solo a Antonio Gallardo en el grupo municipal al pasarse al grupo no adscrito.
¿Captará ahora Vox el voto municipal algecireño tras la tragedia en pleno corazón de la ciudad? ¿Se convertirá en una formación política clave para ser llave de gobierno ante la tendencia a la baja de Ciudadanos, actual socio del PP? Para resolver ambas preguntas con datos habrá que esperar al 28 de mayo.
"El populismo se aprovecha de las circunstancias políticas, pobreza o el descontento social. Sin responsabilidad, opciones políticas populistas de todo tipo ofertan soluciones que son falsas, que no se pueden llevar a cabo ni son éticamente aceptables. Ante los discursos de odio, los políticos tienen una enorme responsabilidad. Cabe recordar que el discurso de odio es un delito", concluye Fernández.
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