Un barrio que quiere vidaLa Yesera

La Yesera se sitúa en la zona sur con la gasolinera de Moncayo como puerta de entrada

Unas 2.000 personas residen en este vecindario marcado por la tranquilidad y lejanía

1. Vista del letrero que da la bienvenida a La Yesera, , con la conocida gasolinera de Moncayo a la espalda. 2. La calle Los Barrios, donde los vecinos piden más presencia policial. 3. El campo de fútbol público de la barriada, ya adecentado aunque con defectos de alumbrado y en el muro perimetral. 4. Un punto de contenedores, visiblemente en mal estado y antiguos. 5. El parque infantil con apenas atracciones y la pista deportiva abandonada al fondo. 6. Parte de la acera, erosionada, en una de las calles del barrio.
1. Vista del letrero que da la bienvenida a La Yesera, , con la conocida gasolinera de Moncayo a la espalda. 2. La calle Los Barrios, donde los vecinos piden más presencia policial. 3. El campo de fútbol público de la barriada, ya adecentado aunque con defectos de alumbrado y en el muro perimetral. 4. Un punto de contenedores, visiblemente en mal estado y antiguos. 5. El parque infantil con apenas atracciones y la pista deportiva abandonada al fondo. 6. Parte de la acera, erosionada, en una de las calles del barrio. / Reportaje Gráfico: Erasmo Fenoy

La Yesera se encuentra casi escondida, flanqueada entre sus límites por Cortijo Vides, La Piñera y El Saladillo. La puerta de entrada al barrio es la mítica gasolinera Moncayo. Detrás queda una maraña de casas y algún bloque de pisos levantados en plena pendiente, la mayoría de autoconstrucción, y algunos nuevos residenciales. Alrededor de 2.000 personas y unas 500 viviendas integran el núcleo vecinal formado por Santa Águeda, Moncayo y La Extremeña.

Desde las calles Ubrique hasta Puerto Real, limitando con la antigua N-340 a su paso por El Saladillo, todas las callejuelas estrechas y ordenadas como una cuadrícula con nombres de pueblos gaditanos forman este pequeño barrio.

Un filón de yeso sirvió de pretexto para el nombre del barrio, que antes fue un cortijo

Un filón de yeso ubicado en la zona sirvió de pretexto para dar nombre al barrio, según cuentan los vecinos, que fue creciendo conforme se vendían los terrenos. Más de 50 años tienen algunas de sus casas, cuyo mantenimiento ha corrido a cargo de los propietarios. La crisis ha provocado que algunos inmuebles hayan acabado cerrados por los bancos y ahora sean los okupas los nuevos inquilinos. De hecho La Yesera es un barrio tranquilo, al menos así se ha mostrado siempre, pero precisamente ese ambiente sereno marca actualmente su uso como punto de encuentro de grupos que alteran la paz vecinal.

El vecindario tiene una población envejecida y de clase media trabajadora. Sin embargo muchos de los nuevos residentes son jóvenes que han nacido en el seno del barrio y han decidido permanecer entre sus calles. El aumento de migrantes también se deja notar, como viene siendo la tendencia demográfica de la zona sur, pero eso no resta para que sea buena la convivencia.

La Yesera no dispone de colegio ni instituto, se sitúan en los barrios aledaños. El centro de salud Tomasa Morales, de Cortijo Vides, les corresponde y sucursales bancarias no hay. La cercanía de la entrada a El Saladillo por la N-340 sí ofrece a la zona una puerta de entrada a varios supermercados, gasolineras y varios comercios. Es lo poco que añade vida a la ausencia de ella que se percibe en la zona.

El vivero de empresas para emprendedores creado por el Ayuntamiento de Algeciras, el único bar que hay junto a la N-340, las instalaciones de Asansull y el renovado centro deportivo -situado en la zona más alta-, es lo que da más movimiento a un vecindario tranquilo donde apenas hay tiendas de comestibles.

Servicios

La Yesera es un barrio que pese a estar casi escondido se sitúa muy a mano en la entrada a El Saladillo desde la circunvalación de Los Pastores. Un letrero señala su ubicación, el problema es que si hay que guiarse por las letras instaladas a pie de carretera N-340 se cae en el error de acceder al vecindario por una calle que es dirección prohibida y de acceso restringido a un residencial privado y a un supermercado.

Precisamente es esa sensación de estar ocultos lo que les arroja tranquilidad e inseguridad al mismo tiempo. Además eso deriva en menos visibilidad al resto del municipio y en una carencia puntual en algunos servicios municipales.

La conexión con la ciudad es difícil, ya sea a pie o con servicios públicos. Las calles, al ser muy estrechas, carecen de un acerado ancho y otras ni tienen o están escalonados. En cuanto a parques se puede decir que hay prácticamente un vacío ya que sólo hay uno infantil que no tiene columpio y con apenas dos cacharros, mientras que para mayores pese al perfil del vecindario no hay nada, además de una pista deportiva en desuso que se utiliza para aparcar en el centro deportivo, que es una de las joyas de La Yesera, después de muchas demandas vecinales para que estuviera arreglado.

En cuanto a limpieza disponen de un barrendero fijo pero, como ocurre en todos los barrios, los vecinos no lo encuentran suficiente para cubrir toda la zona. Apenas hay papeleras, ni siquiera en el centro deportivo de La Yesera. Solicitan a su vez un saneamiento de los puntos de basura, sin contar los contenedores en mal estado, que son además de los modelos más antiguos.

comunicaciones

El barrio está en pendiente y alejado del centro. El principal problema para sus residentes está en la desconexión que sufren con respecto al servicio de autobuses ya que no entra ninguno. La asociación de vecinos, que preside actualmente Juana Naranjo, considera que debería al menos funcionar un minibús para facilitar la accesibilidad a las personas más mayores. Las paradas más cercanas están en Cortijo Vides o bajando la cuesta hasta la carretera nacional.

Seguridad

La tranquilidad de La Yesera es un arma de doble filo ya que el barrio es un atractivo para grupos de personas -en su mayoría jóvenes con edad de trabajar procedentes de otros barrios- que se reúnen en plena calle desde primera hora de la tarde hasta casi la madrugada junto a casas particulares o en los aledaños de la plaza Teresa de Calcuta, donde el alumbrado brilla por su ausencia. Cuando amanece se ven restos de botellas de alcohol, basura y decenas de colillas que marcan el rastro de estos encuentros.

Los vecinos alertan que la Policía Local se ve poco por el barrio y su presencia podría ser muy efectiva para controlar algunos de estos grupos que rompen la paz vecinal, especialmente en la calle Los Barrios.

Tráfico

El gran desnivel que predomina en la mayoría de las calles del barrio no impide que muchos vehículos vayan "volando". Los vecinos solicitan que se regule el tráfico, al menos colocando resaltos que impidan que los coches atraviesen las calles a más de 100 kilómetros por hora, especialmente por la noche cuando el ruido de motos y coches se hace más perceptible. Esta situación se da bastante en la calle Algodonales, si bien es una tendencia que aumenta desde que está el Mirador de Moncayo y el acceso a Cortijo Vides por la calle Ubrique.

Los vecinos también piden que se impida aparcar en un pequeño tramo de la calle Trebujena, que conecta Ubrique y Alcalá, ya que resta visibilidad y hace peligrosa la maniobra de incorporación a la calle general de acceso a Cortijo Vides. Y en la calle San Fernando ocurre algo parecido cuando se accede desde Algodonales, por la falta de visibilidad.

No está de más tampoco una regulación del tráfico y del sentido de las calles, porque los aparcamientos restan espacio para circular en ambos sentidos ante la estrechez de las vías.

Centro deportivo

Las instalaciones deportivas públicas de La Yesera presentan una imagen renovada. La asociación vecinal ha luchado durante años para que así sea ya que al abandono se le sumaron incluso okupas. El Ayuntamiento actual invirtió más de 40.000 euros en una actuación que permite al complejo contar con un campo de fútbol 7 de albero ya ensanchado, nuevas luminarias, vestuarios completos y una nueve sede social.

Demandas

A simple vista el barrio necesita muchas mejoras empezando por las aceras, algunas rotas o inexistentes. En la calle Vejer ni siquiera hay asfalto. Otra de las grandes demandas del vecindario está en la plazoleta pública Teresa de Calcuta, sin bancos ni alumbrado y es que los vecinos lamentan la falta de vida porque precisamente no hay facilidades para usar estos espacios públicos. Y la oscuridad es la que trae inseguridad, cerrándose así un bucle.

La pista de deportes que hay junto al parque infantil está también abandonada y sin pintar, siendo usada a veces como aparcamiento del campo de fútbol. Si se adecentara podría ser una alternativa de ocio para los pequeños, que ya de por sí no disfrutan de un parque en condiciones-

vecinos

La asociación lleva en pie más de 50 años y la sede la construyeron los propios vecinos junto a la plaza Teresa de Calcuta, nombre por cierto que desean cambiar por el de Antonio Mariscal, antiguo presidente y gran luchador por el crecimiento de La Yesera, cuyo legado mantiene su hija Patricia, vicepresidenta actual del colectivo.

En la sede se imparten numerosas actividades y se celebran convivencias pero necesitan más, especialmente un espacio de restauración -en un local anexo a la sede actualmente en desuso- en el que tienen puestas las esperanzas los vecinos para que se cree un bar que dé vida al corazón del barrio, sumido en la oscuridad.

Y es que la nueva directiva tiene muchas ideas, entre ellas fomentar las actividades para mayores y el uso de la sede. Los vecinos quieren que La Yesera vuelve a ser la que era.

historia

El barrio actual nació a partir del cortijo La Yesera, que formaba parte de la Dehesa de Ceuta, que databa de finales del siglo XIX. Como curiosidad a raíz de la gran epidemia de cólera se creó en ese siglo un lugar de observación de todos los viajeros de Tarifa, donde se les hacía un reconocimiento o se les dejaba en cuarentena. La forma cuadriculada de las calles responde a la propia venta de parcelas del cortijo.

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