Barrios, barriadas y distritos (II)
Campo Chico
La calle Río era el histórico asentamiento de nuestros gitanos, desde El Pañero hasta Miguel Lara
En el Patio del Cristo había un lugar apartado con una pintura mural de un Cristo crucificado
Barrios, barriadas y distritos (I)
Algeciras/No debe interpretarse la observación hecha sobre el pretendido Barrio de la Caridad como un reproche. Porque de lo que se trata es de llamar la atención sobre la importancia de mantener el sentir popular frente a avatares derivados de actuaciones administrativas. El Departamento de Gestión de Fondos Europeos, como instrumento técnico del Ayuntamiento de Algeciras, está haciendo una labor que merece el reconocimiento de todos los algecireños. Nunca antes hubo acciones generales tan importantes dirigidas a mejorar la habitabilidad de la ciudad. Y dado que se trata de una política diseñada y asumida por la Alcaldía deben tomarse con la debida paciencia, porque todo no se puede hacer a la vez: cualquier reducto urbano debe esperar a que le llegue su turno para beneficiarse de lo que, en definitiva, está orientado a hacer más grato el paseo y las estancias.
Hay un par de indicios, a los que me referiré más adelante, de por qué a alguien con la debida autoridad para convertirlo en decisión corporativa se le ocurrió acuñar la expresión "Barrio de la Caridad”, englobando en él reductos de alcances distintos, cuando no dispares. Había que ponerle un nombre al proyecto y quizás la entrañable popularidad tanto de la iglesia como del hospital sopló la denominación en la mente del acuñador. Yo habría sugerido, por ejemplo, “Algeciras Sur” o cualquier otro título –es cuestión de echarle imaginación– que no asociara el proyecto a un supuesto barrio sino que se ajustara a la idea de actuar sobre el casco histórico. Si entramos, como haremos, en las peculiaridades de la zona nos daremos cuenta de que no es un barrio sino un conjunto de partes de un todo asociado al nombre de Algeciras desde que se lo pusieron los conquistadores castellanos y lo asumieron sus primeros repobladores: los gibraltareños víctimas de la depredación inglesa del verano de 1704. Por otra parte, el título del proyecto no tiene por qué afectar a la onomástica tradicional. Déjesele, pues ya no cabe corregirlo, al proyecto pero déjese de utilizarlo en la cartelería y en el lenguaje oficial. Mucho pueden hacer los locutores, redactores y comentaristas de medios al respecto simplemente evitándolo y habituándose a llamar a los sitios por su nombre de toda la vida.
La Plaza, llamada así, con mayúscula inicial, sin más, es una referencia con un gran peso sentimental. Mucho antes, hacia 1820, de que el recinto se transformara gracias al ingenio de Eduardo Torroja Miret y al espléndido proyecto arquitectónico de Manuel Sánchez Arcas, albergó una fuente pública para el ganado y las casillas y cajones dispuestos para la venta de los más variados productos de consumo alimentario. En los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, la Plaza era un hervidero de actividad en donde destacaba el almacén de frutas de los Ortega, en el recodo de la izquierda una vez agotada la calle Real. Esta terminaba, caminando hacia abajo por esa acera, después de la ornamentada y florida zapatería de Antonia, en El Aeroplano, la tienda de coloniales de los Oriente. Antonio y Lourdes, los hijos de sus propietarios, eran guapos y altos. Lourdes, bellísima, estudiaría Medicina en Cádiz y se establecería en Jerez. Fue la primera reina de nuestra Feria. Y Antonio estudió en Sevilla, peritaje industrial, y acabó instalándose en Málaga.
En la Plaza, entre José Santacana y Pescadería, en una vivienda situada en el número 9, nació Cristóbal Delgado Gómez, el que tantos años fuera cronista oficial de Algeciras y tanto tiempo dedicara a ponernos en antecedentes sobre el discurrir de nuestra ciudad. Era frecuente oírle decir “yo nací en la Plaza”, porque esa sería la expresión ajustada al modo en el que los especialitos aludimos a donde nacimos o a donde crecimos. Un personaje tan algecireño como Pepe Vallecillo se referiría a la calle Panadería y a la calle Sacramento como escenario de su infancia, si bien fue Ronda su lugar de nacimiento. La calle de la Aduana, hoy José Santacana, donde naciera Juan Guerrero Soriano, el inolvidable creador y conductor durante casi dos décadas del Mesón Algeciras de Madrid, no sólo es una arteria principal de la Plaza hacia la orilla izquierda del rio, hoy desaparecido, sino que tiene su propia historia. Hubo, en efecto, una aduana en el solar que ocupa el edificio de los Gaggero, que fuera construido para ser hotel y fue eso y unas cuantas cosas más. Al patio de Juan, contiguo a ese monumental edificio, le llamaban “el Cuartelillo” por haberlo sido de la Guardia Civil en tiempos de la aduana.
El edificio de los Gaggero, construido en los primeros años veinte del pasado siglo, sería, antes de convertirse en el Hotel Sevilla -para lo que fue construido- el alojamiento en 1929 del primer instituto de enseñanza media que existió en el Campo de Gibraltar. Posteriormente, sería sede de la compañía Transmediterránea y del Juzgado de Instrucción y siempre supondría un enriquecimiento de la imagen urbana de Algeciras en uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad: a la vuelta de la dinámica acera de la Marina y sirviendo de tribuna al paso del tren.
El tren tenía en la Estación Marítima su punto de partida hacia el interior. Una estación de ferrocarril extraordinaria, ajustada al puerto y marchaba camino de la ordinaria, bordeando la orilla izquierda del río (hubo un tiempo en que la vía estuvo a la derecha) adonde efectuaba su primera parada. Todos los que vivíamos en los alrededores del Puerto y la gente que esperaba la hora de partida en los numerosos negocios de hostelería de la acera de la Marina tomaban el tren en la Estación Marítima. En la otra esquina de la calle de la Aduana, el Hotel Madrid, con sus paredes cubiertas de azulejos verdes, suponía el complemento oportuno a la majestuosidad del de los Gaggero. La pensión Vizcaíno, propiedad de una conocida y querida familia algecireña, sucedería al hotel y se convertiría, en los tiempos más brillantes del Algeciras CF en el lugar en el que el presidente, Manolo García –padre adoptivo de aquella gran mujer que fue Maribel García Revilla–, recibía generosamente a árbitros y directivos de los equipos visitantes. En los años sesenta, tras su segundo ascenso a Segunda a punto estuvo el equipo de ascender a Primera.
El panadero de los barcos de pesca, Curro Molina, era uno de esos personajes de referencia. Su panadería estaba aproximadamente a espaldas del actual Hotel Al Mar. Era la calle López, a la que los vecinos de las proximidades, y no sólo nosotros, llamábamos la calle del Cristo, evitando la confusión con la calle Cristo de los Callejones, esa especie de triángulo rectángulo cuya hipotenusa sería Duque de Almodóvar y cuyos catetos serían las actuales Cayetano del Toro y Miguel Martín. Sus aledaños, la calle Río, histórico asentamiento de nuestros gitanos, desde donde José El Pañero hasta donde Miguel Lara, dejando a un lado el callejón de las Moscas con la casa del inolvidable Juan El Chirobao y sus paralelas hasta la Marina forman un polígono urbano simétrico de la banda del río respecto al cauce, vestíbulo de la Villa Vieja. Un lugar elegido para vivir por los ingleses de Gibraltar y, sobre todo, por los que vinieron acompañando al ferrocarril y a la traída de aguas desde más allá de El Cobre. Aguas de muy buena calidad que hicieron pensar a un alcalde que tuvimos, apasionado del localismo, en crear una planta embotelladora y comercializarlas. Total, ya se había hecho de una imagen de la Virgen de la Palma, ajena a su iglesia, hizo colocar un anuncio señalando al Rinconcillo como la mejor playa del mundo y si le hubieran dado tiempo y hubiera tenido poder suficiente, habría retomado el viejo y fallido proyecto de crear una provincia a costa de las de Cádiz y Málaga.
Que los próximos llamáramos la calle del Cristo a la calle López, hoy Teniente Riera, se debía al Patio del Cristo. Estaba situado en el recodo que hace la calle López en su acceso desde la calle Pescadería, llamada así porque fue cuerpo de la primera lonja de Algeciras. El mar llegaba, todavía en los años cincuenta, hasta donde estaba una nave abierta que servía de lonja. Después, a ésta se le añadirían paredes haciéndole interpretar el doble papel de lonja y pescadería. Los pequeños barcos de pesca podían acercarse a descargar a la orilla, muy cerca ya de la lonja, y lo hacían directamente a los puestos de venta. No muy lejos, con entrada desde la Plaza, un balneario, donde hoy está la oficina de Unicaja, aprovechaba la oportunidad que le brindaba la vecindad del mar. El Patio del Cristo disponía de un lugar apartado en el que había una pintura mural con un Cristo crucificado que con el tiempo se convirtió en una imagen venerada por la gente. En las noches apacibles abundaban quienes se acercaban a rezar ante el Cristo, del que se decía había sido pintado por un soldado mientras convalecía de las graves heridas que sufrió en una de las guerras de Marruecos.
Lo comentado nos conduce a considerar que la gran parcela que tiene a la calle Tarifa como línea de demarcación norte y al eje del río, hoy convertido en avenida, como límite sur; al este, la marina y al oeste el curso de la antigua carretera de Cádiz a Málaga; tiene una personalidad en el entramado urbano, bien definida; y un contenido social e histórico diferenciado. Sus dos núcleos, el residencial en los Callejones y el comercial en torno a la calle Río, están hoy desfigurados por mor de movimientos de inmigración sobrevenidos, pero eso no debe suponer ignorar lo que, en definitiva, lo define en tanto que parte fundamental del casco histórico y, concretamente, de la llamada Villa Nueva, que es en realidad la primera que fue habitada. Pero esa es otra historia.
También te puede interesar
Lo último
Contenido ofrecido por Crosscomar
Contenido Patrocinado
Contenido ofrecido por El Centro Inglés
Contenido ofrecido por ADECCO
Contenido Patrocinado