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Las calles de la Algeciras musulmana

ALGECIRAS MUSULMANA Y CRISTIANA (SS. VIII-XIV)

Parecidos a los documentados en otras ciudades de al-Andalus, las estrechas vías discurrían desde la zona alta de la ciudad, hasta la orilla del mar, plagadas de comercios

Calle que separaba dos viviendas excavadas en el nº 3 de la calle Cánovas del Castillo. / E.S.
Antonio Torremocha

24 de agosto 2019 - 06:00

LAS calles de al-Yazira al-Jadrá, como en las restantes ciudades musulmanas excavadas en el territorio andalusí o aún conservadas en el Norte de África como Tetuán o Fez, eran estrechas (lo suficientemente anchas para que pudieran cruzarse dos acémilas cargadas) y, algunas, acabadas en adarves o fondo de saco que podían cerrarse durante la noche. Las que enlazaban la zona alta de la ciudad –donde se hallaban situados los espacios áulico y religioso– con la meseta donde hoy se localizan la Plaza Alta y las calles Sevilla, Regino Martínez y Alfonso XI, y la parte baja cercana al río presentaban pendientes acusadas. En algunas zonas debían existir pequeñas plazuelas con fuentes públicas como ocurre en las medinas del norte de Marruecos en la actualidad, aunque hasta ahora no se han podido documentar mediante las intervenciones arqueológicas llevadas a cabo.

Las calles estaban pavimentadas con lajas de piedra, cantos rodados o tierra batida que ocultaban tramos de atarjeas y canalizaciones procedentes de las viviendas cercanas. Si damos crédito al compilador al-Himyarí (siglo XIV) las calles de Algeciras discurrían desde la zona alta de la ciudad hasta la orilla del mar. En ellas se localizaban los puestos del zoco. Refiere este autor que “las tiendas de la ciudad se extienden sin solución de continuidad desde la mezquita mayor hasta el borde del mar”.

En al-Yazira al-Jadrá, en el transcurso de las numerosas intervenciones arqueológicas realizadas, se han localizado varios tramos del sistema viario de la ciudad, aunque muy afectados por remociones posteriores o destrucciones sufridas al construirse la Algeciras moderna. Es necesario hacer constar que en las zonas llanas las calles se estructuraban en torno a las manzanas de casas de manera regular, pero que en las laderas, ya citadas, se trazaban adecuándose a las curvas de nivel y a las pendientes del terreno, dando lugar a dos tipos de calles: unas en cuesta que conectaban las partes altas de la ciudad con las zonas bajas y otras horizontales que se adaptaban a las curvas de nivel en las laderas.

Tramo de un “arrecife” elevado o calzada exhumada en la Calle Tarifa, esquina con Emilio Santacana. / E.S.

En la zona baja, en torno a las atarazanas y cerca del río, las calles, que se formaron a partir del siglo XI, cuando se colmataron los espacios inundables y, con la construcción de la muralla meridional, frontera al río, se liberó esa parte de la población de las frecuentes avenidas invernales, presentan cierta regularidad proporcionada por la topografía favorable. En la excavación realizada en el solar nº 11-13 de la calle Las Huertas se exhumó un tramo del viario, interpretado como parte de un adarve, con unas dimensiones de entre 1,40 y 1,60 metros de anchura. En la intervención realizada en el solar nº 18-20 de la calle General Castaños se documentó un tramo de 20 metros de una calle, datada en el siglo XI, constituida por un nivelado de arenas y arcillas compactadas sobre el que se colocó un pavimento empedrado con cantos y lajas calizas con una anchura de entre 4,5 y 5 metros. La citada vía salvaba un desnivel de unos sesenta centímetros (entre los 10,40 y los 9,64 metros sobre el nivel del mar). En el transcurso de la excavación se observó que existió una posterior intervención en el viario, entre los siglos XIII y XIV, que modificó la anchura de la calle estrechándola hasta dejarla con una amplitud de entre 2,30 y 2,50 metros. En el número 6 de la calle Teniente Riera, cerca de la antigua playa y de la orilla del río, se localizó una edificación, que es probable que se correspondiera con las atarazanas de acuerdo a los datos aportados por el arqueólogo que realizó la intervención, y unas estructuras datadas en época taifa construidas sobre la duna fósil, así como una calle sin pavimentar constituida por la arena de dicha duna. Un tramo de calle bien empedrada, debajo de la cual discurría una atarjea proveniente de una vivienda cercana, se localizó en el transcurso de la excavación en el número 4 de la calle General Castaños.

Un notable elemento viario apareció en la excavación realizada en la calle Tarifa, esquina con calle Emilio Santacana en el año 2000 llevada a cabo por el arqueólogo José María Tomassetti. Consistía en una estructura longitudinal, orientada de Oeste a Este, identificada como un camino elevado o “arrecife” bien empedrado cuya finalidad sería salvar la zona inundable. Su pavimento presentaba una anchura de 2,95 metros de media. Se apreciaron dos fases constructivas, posiblemente porque el nivel del agua subió y hubo que elevar el camino empedrado de la primera fase realzándolo unos 40 cm. Este elemento viario se fue colmatando, en sus frentes norte y sur, con sedimentos hasta quedar soterrado y perder su primitiva función, probablemente una vez que se cerró la zona meridional con la muralla que separaba lo edificado del cauce fluvial. No es descartable que este “arrecife” tuviera relación con el acceso a alguna estructura portuaria ubicada en los entornos de la desembocadura del río.

En el recinto urbano meriní situado al sur del río (activo desde finales del siglo XIII), no se han hallado vestigios del viario musulmán. Sin embargo, en las intervenciones arqueológicas llevadas a cabo, entre otros, por los arqueólogos Rafael Jiménez-Camino y Darío Bernal Casasola en esta parte de la ciudad, se han podido documentar restos de un viario de la ciudad romana de Iulia Traducta, que permite avanzar que en la zona cercana al acantilado marítimo se hallaban situadas las factorías de salazón de pescado y en lo más alto de la colina la acrópolis con diversas edificaciones y tamos de calles. Estos reveladores hallazgos viene a confirmar la hipótesis –avalada por las fuentes árabes– de que cuando el sultán de Fez, Abu Yusuf, mandó edificar la villa nueva ésta se configuró como una ciudad-campamento, con algunos edificio áulicos y religiosos (alcázar, mezquita, baños, alhóndiga, etc.), pero sin trama urbana, con espacios libres de edificaciones donde se instalaban las tiendas de campaña del ejército de “Voluntarios de la Fe” norteafricanos que acudían a al-Andalus para hacer la Guerra Santa.

A modo de resumen se puede decir que el sistema viario de al-Yazira al-Jadrá no difiere mucho de los documentados en otras ciudades de al-Andalus, con la particularidad de que la abrupta topografía de algunas zonas de la ciudad obligó a empinar las calles o adecuarlas a las curvas de nivel para salvar las diferentes cotas. Los tipos de calzadas documentadas son muy variadas, no tanto en anchura, oscilando entre los 2 y 5 metros, como en su factura. Algunas están habilitadas sobre el manto geológico (arenas) apisonado, otras presentan una capa de arcilla compactada y las hay de cantos rodados o lajas de piedra colocadas sobre una base de arcilla o argamasa. A veces los bordes cercanos a las fachadas de las viviendas están constituidos por lajas grandes, mientras que el resto del pavimento está formado por cantos o lajas pequeñas. La aparición de atarjeas que discurren por debajo de algunas calles evidencia la existencia de un sistema de desalojo de aguas residuales de carácter público del que se tratará en el capítulo dedicado a ese elemento urbano.

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