Las canciones de Paco de Lucía se unen a los ritmos afrolatinos en Nueva York
FESTIVAL PACO DE LUCÍA LEGACY
La orquesta explota algunas de las canciones más reconocidas del maestro, como 'Río Ancho' o 'Yo solo quiero caminar'
El espíritu de Paco de Lucía se adueña de Nueva York en el décimo aniversario de su muerte
Programación: El corazón de Nueva York late a ritmo de flamenco con el festival 'Paco de Lucía Legacy'
El guitarrista mexicano Arturo O'Farrill rindió en la noche del miércoles homenaje a Paco de Lucía en un emotivo concierto en Nueva York, donde entrelazó las complejas partituras del algecireño con los ritmos afrolatinos, elevando a una nueva dimensión algunas de las canciones más emblemáticas del género flamenco.
En el segundo día del festival Paco de Lucía Legacy, el teatro del Symphony Space (en el Alto Manhattan) se llenó casi por completo para recibir a la orquesta de Farrill (Afro Latin Orchestra) y a grandes del género como el percusionista brasileño Rubem Dantas, el guitarrista madrileño Antonio Rey o la bailaora catalana Karime Amaya.
Bajo la dirección de O'Farrill y el valenciano Alex Conde, la orquesta explotó algunas de las canciones más reconocidas del maestro, como Río Ancho o Yo solo quiero caminar, de una forma un tanto peculiar.
Las ya de por sí eclécticas composiciones de Paco de Lucía, que experimentaba fusionando el flamenco con distintos géneros musicales, se unieron a los ritmos afrolatinos que el propio Farill (de ascendencia cubana) ha mamado desde pequeño y ha defendido a lo largo de su trayectoria musical.
"Paco de Lucía es como una droga de entrada. Creo que una vez entablas una relación con su música no sabes realmente dónde vas a ir, porque viene de todas partes del mundo", expresó O'Farrill antes del espectáculo.
La viuda del guitarrista, Gabriela Canseco, quiso dedicar unas palabras antes de que comenzase la función y aseguró emocionada que el artista "estaría muy satisfecho con la noche de hoy".
El cajón peruano, el protagonista de la noche
En la mayoría de ocasiones, el protagonista de la noche fue el cajón peruano, un símbolo del flamenco que fue introducido en el género por Paco de Lucía y el presente Rubem Dantas, con quien el gaditano formó un sexteto en los años 80 que se convirtió en referente para la industria musical.
El propio Dantas contó antes del inicio del concierto que, en un viaje a Perú, los dos artistas quedaron embobados con el cajón que tocaba un músico en una fiesta organizada por la embajada de España, y decidieron incorporarlo a su música.
El brasileño tocó hábilmente su instrumento en Yo solo quiero caminar, la primera canción grabada con un cajón, según explicó él mismo. Fue la cantaora granaína Chonchi Heredia, que acompañó durante sus giras a Paco de Lucía y se mostró emocionada al interpretar sus composiciones, la encargada de poner voz a esta canción, en la que intentó sin éxito que el público siguiese el compás de sus palmas.
Pero cuando más brillaron tanto Dantes como los directores, O'Farrill y Conde, fue en los momentos en que estaban acompañados por el armonicista madrileño Antonio Serrano, que tocó de manera virtuosa su instrumento y arrancó algunos de los aplausos más entregados del público.
La orquesta, los directores y todos los invitados se reunieron en el escenario para interpretar Zyriab, en la que destacaron con sobresaliente tanto Heredia como la bailaora catalana Karime Amaya, que apareció por primera vez en esta ocasión, casi al término del espectáculo.
Su breve presencia en el teatro fue más que suficiente, y su zapateado de más de cinco minutos (que en algunos momentos estaba acompañado sólo por el cajón de Dantes y las palmas de la orquesta) fue lo que más emocionó al público, que le dedicó estruendosos "¡Olé!".
Su baile, unido luego a la prestigiosa voz de la cantaora Heredia, hizo llorar al percusionista, que discretamente se secó con un pañuelo las lágrimas que se deslizaban por sus mejillas.
Como era de esperar, los artistas pusieron el broche final al espectáculo interpretando "Entre dos aguas", la composición más reconocida de Paco de Lucía, y los flamencos se despidieron de Nueva York señalando hacia el cielo, hacia la leyenda, poniendo en valor un legado musical que aún hoy sigue cruzando el charco.
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