La capilla de los Navegantes ya guarda historias de la Bahía de Algeciras dignas de una novela de Verne
Tras años de espera, la antigua capilla del Santo Cristo de la Alameda reabre como museo para exhibir piezas históricas reunidas por Antonio Viñas de Roa, un abogado apasionado por la cartografía y la memoria del Estrecho
Fotos de la inauguración de la capilla del Cristo de la Alameda en Algeciras con la colección de Viñas de Roa
Algeciras/Desde las diez ventanas y dos balcones que tiene la pensión La Plata, algunos curiosos observaban el inusual ajetreo. La mayoría eran viajeros de paso, con maletas de ruedas aparcadas junto a la puerta o en el descansillo, sorprendidos ante la multitud que se arremolinaba en un rincón normalmente tranquilo del Barrio de la Caridad. El bullicio del trenecito navideño rompió momentáneamente la escena, obligando a la comitiva a reacomodarse mientras el alcalde, José Ignacio Landaluce, y los concejales presentes aguardaban para descubrir una placa conmemorativa.
La escena no podía ser más simbólica: una capilla que durante años albergó un taller de coches y un almacén de vinos, ubicada junto al todavía activo aparcamiento Hispano y un negocio de cambio de neumáticos ya cerrado, volvía ahora a abrir sus puertas convertida en museo. El contraste entre lo sacro y lo profano, entre lo histórico y lo cotidiano, se manifestaba en los comentarios de algunos asistentes que recordaban con nostalgia al hombre al que apodaban El Goma y su negocio junto al oratorio.
Durante el acto, Landaluce ensalzó los logros recientes de la ciudad, recordando otras inauguraciones de 2024, como la reapertura de la cercana capilla de San Antón, el centro de interpretación Paco de Lucía y las factorías romanas de salazón, en la calle San Nicolás. Mientras tanto, el historiador Ángel Sáez, principal responsable de la musealización del espacio, actuaba como cicerone, explicando a los visitantes los pormenores de la colección de Viñas de Roa y la historia del edificio.
La capilla del Santo Cristo de la Alameda ha abierto al fin sus puertas, no sin un toque de urgencia burocrática. Lo que el Ayuntamiento ha presentado este 2 de enero como la inauguración oficial, con el descubrimiento de una placa conmemorativa, encierra tras de sí la prisa por justificar una subvención europea. Con 96.800 euros financiados al 80% por Fondos Feder, el Consistorio se había comprometido a tener listo este espacio antes del 31 de diciembre de 2023. Y, aunque los problemas de humedades -eternos en el edificio, ya que se levanta junto al antiguo cauce del río de la Miel- han retrasado su rehabilitación casi un año, el Ayuntamiento cortó la cinta de forma extraoficial unas horas antes de fin de año, cumpliendo con lo justo para cobrar la ayuda.
En esta segunda mañana de 2025, sin embargo, las autoridades han preferido mirar hacia adelante. La capilla, antaño conocida como la de los Navegantes, resplandece de nuevo como un museo que alberga la colección de Antonio Viñas de Roa, un abogado local fallecido en 2018 cuya pasión por la historia del Estrecho de Gibraltar quedó inmortalizada en más de 360 piezas. La Bahía, siempre protagonista en el destino de Algeciras, se convierte en el hilo conductor de esta interesante exposición permanente, que ofrece al visitante mapas, grabados, acuarelas, documentos y objetos que cuentan historias de travesías, batallas y comercio.
La colección que ahora se exhibe en la antigua capilla de Los Navegantes es un auténtico tesoro desconocido para muchos algecireños. Fruto de la pasión del abogado por los grabados, las cartas marinas y las vistas algecireñas, este conjunto no solo es un archivo de valor histórico, sino también un homenaje al paisaje y la memoria de estas latitudes.
Viñas de Roa, licenciado además en Historia del Arte, encarnaba el espíritu renacentista. En su corta vida -murió repentinamente a los 49 años- dejó un legado marcado por su insaciable curiosidad y un amor sin reservas por la Bahía. Fue un coleccionista tenaz, viajero incansable y conocedor de anticuarios, donde adquirió cartas náuticas, mapas, litografías y grabados que hoy nos transportan al corazón de los siglos XVIII y XIX.
La colección deslumbra tanto por su contenido histórico como por la belleza intrínseca de muchas de sus piezas. Las acuarelas refinadas del litoral, los grabados de un Peñón que parece sacado de los sueños de un cartógrafo y las cartas marinas que podrían ser páginas perdidas de una novela de Julio Verne ahora encuentran el escenario perfecto en la capilla de Los Navegantes.
Construida en 1776, este antiguo oratorio fue durante décadas refugio espiritual de marineros y soldados. Durante el Gran Asedio a Gibraltar, los militares españoles acudían a rezar en su única nave de planta rectangular, cobijados por una cubierta a dos aguas que, pese al paso del tiempo y las humedades, aún parece susurrar historias de travesías y súplicas al filo de la batalla.
Hoy, el espacio expositivo -rehabilitado gracias al exquisito trabajo de la empresa Blank Exhibitions- se presenta como el envoltorio ideal para este legado. Cada carta náutica, cada grabado y cada mapa dialoga con el entorno: la capilla, que una vez vibró con los ruegos de quienes enfrentaban la incertidumbre del mar, ahora resguarda las memorias que Viñas de Roa reunió con el mismo fervor con que los navegantes surcaban las aguas del Estrecho.
El entorno, sin embargo, no oculta sus limitaciones. Aunque el Ayuntamiento ha presentado esta inauguración como un paso más para revitalizar el Barrio de la Caridad, las críticas sobre el limitado horario de apertura retumban con eco en las paredes revestidas de pladur para tapar las humedades. La capilla, como otros espacios culturales de la ciudad, solo abrirá de lunes a sábado por la mañana, una reducida franja que dificulta el acceso para muchos potenciales visitantes.
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