La Capillita de Europa, el libro
Campo Chico
Larga y rica historia es la de la Capilla y más corta, pero emocionante, la de la Cofradía
Más emocionante aún para quien vivió su ausencia en los desfiles procesionales de la semana santa de 1985
Un libro imprescindible
Algeciras/El libro de Francisco López MuñozLa Capilla de la Virgen de Europa, publicado cuando la pandemia del Covid-19 empezaba a condicionar nuestras vidas, por una de nuestras principales instituciones educativas, el colegio Los Pinos, es esencial para conocer básicamente la pequeña historia y el devenir de nuestra capillita. Que a punto estuvimos de perder, en los primeros años de la Transición. El disparate, del que hablaremos más adelante, no se consumó de verdadero milagro. De momento vamos a detenernos en el libro y en detalles relacionados con su autor, al que sus paisanos amigos hemos llamado siempre Paquito López, sin que pudiera haber lugar a confusión. El diminutivo no es sino un modo de declarar lo entrañable que es para nosotros la referencia. Cierto es que tanto la capilla como Paco son más bien pequeños, pero no se trata de ese detalle secundario, sino del cariño que ambos, la Capilla y Francisco, nos inspiran.
Los dos son historia, los dos están envueltos en la leyenda de esta ciudad en la que nacimos y crecimos, en esta ciudad inseparable de nuestro propio ser. Hace unos días, Europa Sur acogía una parte de un vídeo que reproduce una entrevista con Paco de Lucía. Hay un detalle en sus palabras que pone de manifiesto el sentimiento que compartimos los algecireños. Dice Paco lo que diríamos cualquiera de nosotros, doquiera que estuviéramos: “Yo cuando subo a un escenario, estoy en Algeciras tocando; yo siempre estoy en Algeciras”. Puedo asegurar que así es y lo puedo asegurar yo que llevo más de seis décadas residiendo en otra parte, sin dejar de vivir en Algeciras.
Como editor del libro, el administrador de la sociedad propietaria del Colegio, Francisco López Ortega, firma un comentario precediendo al prólogo de Miguel Ángel Delgado, vestidor de la Virgen de las Lágrimas y una de las figuras destacadas del mundo cofrade algecireño. Sin duda, son dos personalidades a la medida de la edición de este libro fundamental, pero si las destaco, aparte del honor que me cabe al hacerlo, no sólo es por su adecuación e importancia, sino también por el hecho de que el autor del comentario sea hijo de Paco; circunstancia debida al papel principal que su familia ha desempeñado en la existencia y progreso de esa querida institución educativa que a punto estuvo un día, de constituirse en promotora de la primera universidad, en este caso privada y propia, que se habría instalado en el Campo de Gibraltar.
En los años noventa, el Gobierno central abrió la posibilidad legal de crear en España universidades privadas. Fue un periodo en el que por mi destino profesional en la Dirección de un centro privado adscrito a la Universidad Complutense de Madrid, me familiaricé con las iniciativas que fueron apareciendo. No sé si llegó a existir una Fundación centrada en el propósito de constituir una universidad privada en el Campo de Gibraltar. Pero sé que un grupo liderado por el abogado Rafael Pérez de Vargas López tenía la intención de hacerlo. El fallecimiento de Rafael en un desgraciado accidente de tráfico, cerca de Tahivilla, en 1999, frustró el proyecto y causó un daño irreparable a la sociedad algecireña, segando una joven y prometedora vida que estuvo siempre puesta al servicio de la gente necesitada de protección y ayuda.
Esos dos apellidos del editor, López y Ortega, derivan de dos de las familias de mayor trascendencia en nuestra historia reciente. Para la primera de ellas me referiré a su patriarca, Aurelio López Domínguez, un almacenista de coloniales, el más pequeño de diez hermanos, que se instaló en 1917 en el número 3 de la calle Convento, casi en los límites de la ciudad, cuando aquella gran avenida junto al parque y al cuartel de Infantería, se llamaba el Calvario y estaba coronada al ocaso por la plaza de toros de la Perseverancia. Aurelio fue una figura muy importante en la dinámica social y comercial de Algeciras, donde nació en el seno de una familia cuyos ancestros probablemente procedían de la América española. Enviudó de un primer matrimonio del que nacieron tres hijos, dos varones y una hembra, que quedaron siendo muy pequeños, ella recién nacida, huérfanos de madre. Uno de esos hijos Victoriano Juan López Cuevas, fue nada menos que presidente de la Junta de Obras del Puerto, actual Autoridad Portuaria, y de la Cámara de Comercio, el único que ha ostentado hasta ahora esos dos altos cargos.
Siendo Victoriano el máximo responsable de la Cámara se acometió la construcción del edificio hoy llamado de Pérez Villalta, en honor del gran artista tarifeño, y en algún momento Kursaal. Las viejas y frustradas aspiraciones de este gran artista de convertirse en arquitecto, se desplegaron en esta obra magnífica, que supo interpretar de modo espléndido el arquitecto algecireño Enrique Salvo Medina, autor del proyecto. Había sido pensado para ser sede de la Cámara, pero la funcionalidad para la que fue proyectado, no era precisamente la que cabía esperar. Muchos años transcurrieron sin que se consiguiera ajustar esa funcionalidad a una tarea. Hoy, como es sabido, es propiedad de la ciudad y alberga a la Delegación de Cultura, además de constituir una referencia para Algeciras y materializar en un objeto arquitectónico la capacidad creativa del gran Guillermo Pérez Villalta.
Aurelio López sonaba como alguien que disponía de todo lo que fuera posible disponer, las numerosas tiendas de comestibles que había en Algeciras acrecentaban su presencia social y su importancia. Considerado republicano, al estallar la guerra civil no tuvo más remedio que refugiarse en Gibraltar para evitar ser detenido, para lo que contó con la ayuda del conocido monárquico llamado Chato Huertas, un hombre de bien. En las elecciones de 1931, Aurelio había sido elegido concejal por el Partido Republicano Radical. Sin embargo, al terminar la guerra, fue llamado por el Gobernador Militar del CdG, el general Muñoz Grandes, para encargarle la organización del colectivo adaptándolo a unos tiempos de limitaciones y racionamiento. Lo que acabaría siendo la Comisaría de Abastecimientos del CdG; primer organismo oficial que se creó en la Comarca; llegó a alcanzar una territorialidad e importancia extraordinarias. Sus competencias llegaban hasta Rota y Barbate, era independiente de la capital, y comprendía toda la serranía de Ronda. Bien podemos imaginar, como dice el propio Victoriano, que esa Comisaría fuera el precedente que inspiraría, tres décadas más tarde, al ministro Castiella para la aplicación de lo que sería el Plan de Desarrollo del CdG; el antes de este después industrial y portuario de la Comarca.
Algún tiempo después de haber enviudado, en 1934, Aurelio volvió a casarse y lo hizo con una prima de su mujer fallecida. De esta segunda unión nacieron cuatro hijos, el mayor de los cuales fue nuestro Paquito López, que siendo muy joven quiso ser cofrade de la histórica cofradía de la hoy llamada Hermandad Sacramental de la Columna, si se hace en breve, o Sacramental e Ilustre Hermandad de Nuestra Señora del Rosario de Europa y Cofradía de Penitencia de Nuestro Padre Jesús Atado a la Columna y María Santísima de las Lágrimas, si se recurre a su nombre oficial. La historia de esta Cofradía está muy ligada a la historia de la posguerra en Algeciras y al sentimiento de recuperación de las tradiciones ligadas a la religiosidad popular que fueron abortadas en el período de laicidad radical obligado por la República.
Larga y rica historia es la de la Capilla y más corta, pero emocionante, la de la Cofradía para los que coincidimos con su creación y promoción en nuestros primeros años de existencia. Más emocionante aún para quien como yo vivió su ausencia en los desfiles procesionales de la semana santa de 1985, de la que fui pregonero. Denuncié, naturalmente, con las autoridades municipales en primera fila, la sensación de manifiesta decadencia de religiosidad popular que daban las calles, y denuncié también lo que faltaba, tanto como faltaba, al ver una capillita en práctico abandono y a una Columna que no tenía quien la sacara a la calle. Ese año traían el paso de la Oración del Huerto y me referí a su llegada por la carretera de Los Barrios, aludiendo a que tal vez el Cristo no se atrevía a entrar por el Bujeo para no quedarse extasiado ante el impresionante espectáculo de la Bahía.
La otra familia que confluye en la genética del editor y se une en él a esa saga de buena gente de la que deriva su primer apellido, pertenece también a esa legión de emprendedores que han contribuido a la espléndida realidad de la ciudad de Algeciras y a la del entorno comarcal al que pertenece. Los Ortega transformaron lo que casi era una agrupación de mercaderes en un auténtico mercado que se descolgaba hacia la plaza por las calles Real y Sacramento, dándoles contenido. La imagen de los hermanos Ortega era un cuadro que se constituía por sí mismo en la mejor lección del sentido de familia. Les veo juntos en Los Rosales, adonde se concibió la creación de la Cofradía de la Columna, y les veía dispersos en sus almacenes.
El lugar referente de los Ortega estaba en el recodo que pasado el Ojo del Muelle seguía a la tienda de comestibles de Oriente. En ese lugar donde se instaló la primera sucursal bancaria en Algeciras del Banco de Bilbao, ya hoy obsoleta. Poco antes de llegar al Bar Peña, el negocio del padre de nuestro compi Juanito. Juan fue el primer algecireño que obtuvo el prestigioso título de ingeniero aeronáutico. Era uno de los mejores de aquella fila de primeros espadas que dio el Instituto: Pilar López García, Inmaculada Vargas Machuca, Armengol Viñas Castro, Manolo Natera, José Alberto Gonzalo Platero, Santiago Sarmiento, José Pérez Martínez, Manolo Soria y tantos otros que llenaron de luz a una ciudad obligada hasta entonces a la dependencia y retroalimentada por el chalaneo que generaba la colonia. José Ortega Diaz, de la generación de los Ortega a la que pertenece la esposa de Paco López, es también como éste, uno de los grandes del movimiento cofrade algecireño. Su figura se alza tras la de su antecesor como hermano Mayor del Nazareno, el inolvidable Juan Martínez, y antes de la de su sucesor, Manuel García Campillo, protagonistas todos ellos, del renacer cofrade de Algeciras a lo largo de las últimas cuatro décadas.
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