El Casino, un valor histórico
Campo Chico
Mañana, día 10, los socios del Casino van a ser invitados a tomar una decisión de una gran trascendencia y gravedad
No es fácil asimilar que los directivos, después de haber enajenado una parte del edificio, no sepan revitalizar la sociedad

Algeciras está vertebrada entre la cota que marca la Plaza Alta (17 m. se dice en una cerámica oculta en la fuente central) y el nivel del mar en el que se sitúa la Plaza Baja. Seguramente por eso, en el primitivo diseño de la ciudad, se llamó Calle Real al eje que une esos dos enclaves fundamentales en su historia urbana. Bien que la Plaza Baja parecía tácitamente destinada a albergar los tenderetes del mercado, la calle Real era el camino que desde el corazón de la ciudad, se dirigía a la Marina, al Puerto y a sus aledaños. Para el Mercado se prefería la calle Sacramento, en donde, nada más acceder, se veía enfrente la joyería La Artística donde en un balcón, de vez en cuando, asomaba su belleza, Estrella. Era una muchacha muy atractiva que no frecuentaba demasiado el paseo vespertino de la calle Ancha, ni siquiera los fines de semana, lo que hacía mucho más llamativa su presencia en el alto de aquel frontal dotado de un espléndido escaparate.
La radicación, nada más acceder a la calle Sacramento, a la izquierda, de la casa de la Tía Anica, junto a la freiduría de Los Gallegos, hacía de aquélla una referencia en el entramado viario. Anica era popularísima no sólo por señalar la casa por excelencia, de alquiler de disfraces, sino también por tratarse de uno de los lugares más conocidos entre aquellos en los que radicaban los comercios que se dedicaban a vender productos adquiridos en Gibraltar. En cualquier lugar de España, referirse a Algeciras provocaba la cita de la Tía Anica. La calle Sacramento fue acumulando locales de negocio relacionados con el mercado de abastos y otros tan conocidos como el estudio fotográfico de Gázquez o la tienda de curtidos de Hidalgo. Al mediodía, cuando el mercado empezaba a perder fuerza, El Túnel, una taberna frecuentada por la gente de la mar –sustituida hoy día por una gran pescadería– reemplazaba al ruido de las mañanas. La calle Sacramento se entendía como una calle comercial, muy pocos la tomaban para ir a la Marina.
Trafalgar y el navío 'Algesiras'
Esas dos plazas desempeñaban roles complementarios. La Baja era el zoco de la ciudad y la Alta la neurona de asociación de su dinamismo ciudadano. La práctica totalidad de las iniciativas políticas, sociales y culturales trataban de situarse en la Plaza Alta. Lo intentaron también con el Ayuntamiento e incluso los primeros acontecimientos corporativos se celebraron en sus pertenencias, pero la Alcaldía acabó situándose en una calle. Un caso poco frecuente; muy pocas ciudades tienen su casa consistorial situada en una travesía o en un pasaje. La inmensa mayoría ha construido su ayuntamiento en una plaza o en un espacio amplio. La apertura de la calle Trafalgar fue providencial. Una de las pocas buenas actuaciones urbanas que se han llevado a cabo en nuestra sufrida Algeciras, víctima del mal gusto, de la precipitación, de las tendencias especulativas y de las cortas entendederas de técnicos y administradores de desigual y variada extracción.
La nueva calle Trafalgar ha permitido que el edificio histórico del Ayuntamiento tenga un frente lejano que le permita una perspectiva de cierta prestancia sin tener que apretar la espalda contra la acera de enfrente. El nombre de la calle, por otra parte, mejora la importancia que se da a una batalla de gran trascendencia histórica y militar que tuvo lugar frente a la costa occidental gaditana, a la altura del cabo del mismo nombre y de la localidad barbateña de Caños de Meca. En la batalla tuvo un papel destacado un navío llamado Algesiras, de la marina francesa. Medio casco del Algesiras se exhibe en el Museo Marítimo Nacional de Greenwich. El barco recibió ese nombre en memoria de la batalla naval que tuvo lugar en nuestra bahía en el verano de 1801 entre la escuadra hispano-francesa y la inglesa.
La independencia municipal
Algeciras se convirtió en ciudad por Real Cédula de 6 de septiembre de 1755, de ahí que hace poco más de un mes, algunos paisanos, se esforzaran en recordar la efeméride, que pasa, por lo general, desapercibida. La situación geográfica privilegiada de Algeciras incidió en la decisión de que tuviera, para compensar, un término municipal más pequeño que el de sus vecinos.
El alcalde de la Conferencia (1906), Emilio Santacana, cuenta en su Antiguo y Moderno Algeciras (1901) que cuando la nueva ciudad adquirió su autonomía necesitó disponer lo necesario para crear una Corporación y habilitar una Casa Consistorial. Se refiere al año 1756, y no al de la cédula real, seguramente porque fue en 1756, el 9 de agosto, cuando la Corporación se reuniría por primera vez.
En torno a la Plaza Alta, empezando en la casa del alcalde, se fue forjando la ciudad. Las propiedades del regidor Varela, que sirvieron de cobijo a los nuevos pobladores exiliados de Gibraltar, comprendían un extenso territorio que contendría los terrenos que ocupan hoy la Plaza Alta y sus calles adyacentes, particularmente la hoy rotulada como Radio Algeciras, donde unos caserones contiguos a la Capilla de Nª Sª de Europa, acogieron el arranque de instituciones tales como los juzgados, el ayuntamiento y los primeros círculos sociales.
Hasta 1895, cuando se inauguró el actual edificio de la Alcaldía, el Ayuntamiento vivió de prestado, empezando por los alrededores de la Plaza Alta y acabando por alquilar una finca donde se construiría años después el edificio definitivo. Es por esas fechas cuando se va gestando la creación del Casino, a imagen y semejanza de tantos como en las más importantes ciudades de España, van constituyéndose a efectos de ser los lugares de encuentro de las sociedades de ese tiempo.
La historia del Casino de Algeciras es inseparable de la de la ciudad. Entre sus presidentes y en sus Juntas Directivas daríamos con una buena parte de los emprendedores, de los administradores públicos y de los personajes más significativos del discurrir de Algeciras. Lo ocurrido en estos pagos, desde la ignominia de la toma de Gibraltar ocupan algo más de tres siglos, de modo que no cuesta mucho conocer el detalle, sobre todo contando, como podemos contar, con investigadores y estudiosos que han puesto su esfuerzo e inteligencia al servicio de sus próximos y semejantes.
Hubo un antes y un después
La Historia, como la Sociedad, también padece los malos efectos de la mediocridad, de la ignorancia y de la incultura, y así, como estamos en un ambiente contaminado por esos males, parece como si todo hubiere empezado en el 711, cuando el islam pone sus ojos en las tierras de allende el Estrecho. Pero no es así, hay una Iulia Traducta y pasan muchas cosas hasta que la corrupción de las personas y de las instituciones del período visigodo, permiten que se abra un paréntesis –porque es un paréntesis– en el discurrir natural, en la trayectoria esperable desde que la romanización nos hizo ciudadanos y los, en principio, bárbaros del norte nos dieron sentido de Estado.
La juventud de nuestra ciudad, si contamos desde su resurrección en los albores del siglo XVIII, hasta nuestros días debe ser conjugada con su larga aventura desde aquella Iulia Traducta, que nace a modo de réplica de la floreciente y políticamente fuerte, Carteia, hasta la destruida al-Yazira al-Jadra.
Escribe Luis de Igartuburu en su Manual de la Provincia de Cádiz (1847) lo siguiente (transcribo del original, literalmente): “D. Alfonso XI, segun varios autores, i XII segun el cronista Mendez de Silva, salió de Jerez en 1342 para la conquista de Algeciras; la cual logró en 1344 por capitulación que hicieron Jusef i Abul-Hacem, después de un largo i porfiado asedio; dedicando su mezquita á la Virgen de La Palma, por haberse celebrado en Domingo de Ramos esta ceremonia. En 1379 fue de nuevo tomada por los árabes, i completamente destruida, empezándose su reedificación por Felipe V en 1716, desde cuya época ha ido embelleciéndose i acrecentándose, siendo hoy una de las ciudades mas respetables de la Provincia”.
Algeciras fue, volvió a ser, volvió a perderse y acabó por estar donde está a través de un cauce convulso que se refleja en su escudo, actualizado por un equipo de ilustres paisanos liderados por nuestro querido e inolvidable cronista, Luis Alberto del Castillo: “Civitas Condita Ex Lethaeo Bis Restavrata” ("Ciudad fundada desde el olvido, dos veces restaurada").
El Casino de Algeciras
El último periodo de nuestra historia urbana empieza casi con el siglo XVIII. Cuando como consecuencia de un latrocinio, del proceder fraudulento de una potencia dada a la piratería, al pillaje y a la depredación, Inglaterra, los vecinos de la ciudad de Gibraltar se ven obligados a abandonar sus pertenencias y a refugiarse en las proximidades de la plaza usurpada. Uno de eso lugares, el más importante y el primero en el que los ciudadanos gibraltareños empiezan a agruparse, es en torno a la Capilla de Europa en donde estuvo Algeciras.
Habrían de pasar casi dos siglos hasta que, casi al mismo tiempo que el Ayuntamiento ocupa plenamente el nuevo edificio de la calle del Convento o Alfonso XI, se crea (1896) la sociedad Casino de Algeciras, que empieza a funcionar en el número 10 de esa calle, en la llamada Casa de las Muñecas, pegada a la Alcaldía; una notable construcción frente al Convento, que rodeaba la esquina con la calle San Antonio y fue destruida por mor de la llegada de la modernidad.
Hacia 1920 la sociedad traslada su sede a la Plaza Alta, al emplazamiento que ocupa hoy después de más de cien años. Una parte, el costado que rodea el recodo, se alquila al Bar La Plata, que se constituye en el servicio de hostelería del Casino. El nuevo recinto societario es del estilo de la época, con un gran patio central morisco, rodeado de columnas, y dos alturas. En un diseño parecido al de la antigua Escuela de Artes y Oficios –hoy dependencias municipales– en la esquina de San Antonio y Sevilla.
Siendo presidente del Casino José Ángel Cadelo Rivera, que sería después alcalde y contaba con la gran capacidad emprendedora de un hombre excepcional, Victoriano Juan López Cuevas, se puso en marcha el proyecto de construcción de un gran edificio de cuatro plantas. Se encargó de su realización al estudio de José Cáceres Triviño, que entonces desempeñaba la función de arquitecto municipal. Hacía poco que se había incorporado al equipo de Cáceres, el arquitecto algecireño Enrique Salvo Medina, que intervino de modo importante en el diseño del proyecto, una de sus primeras actuaciones profesionales.
Desde 1971, cuando el formidable inmueble se convierte en la actualización de la vieja sociedad, el Casino ha tenido que encajar los cambios extraordinarios de la sociedad algecireña, en unos casos por su propia, rápida y dinámica evolución, pero sobre todo impulsados por el desarrollo vertiginoso de los medios de comunicación y los embates de los avances propiciados por las técnicas asociadas a la información. Las sucesivas Directivas no han dado con los recursos que habrían contribuido a mantener el vigor de la Casa ni han abordado la tarea necesaria de incorporar jóvenes a sus actividades.
Cuando en 2004 Francisco R. Moya Navarro, antiguo director de banca con una larga y fructífera experiencia, se hizo cargo de la presidencia del Casino, la sociedad alcanzó un récord de altas, dinamizó y amplió el funcionamiento de sus recursos hosteleros y alcanzó unas cotas de presencia y prestancia social que hacía mucho tiempo que se añoraban. Las ya olvidadas iniciativas de Feria, que hacían de la caseta de la sociedad, la más concurrida y celebrada, se recuperaron. Especialmente en la Feria de 2006, cuando el Ayuntamiento presidido por Tomás Herrera Hormigo, abordaba la conmemoración del centenario de la Conferencia Internacional, que retrasó pero no impidió la explosión bélica de 1914.
Pero cuando Moya acudió a su reelección con un programa en el que anunciaba la necesidad de alquilar parte de las instalaciones para subsistir, esos iluminados que se oponen a toda clase de iniciativas y que no sólo no aportan nada sino que de añadido, obstaculizan la labor de los emprendedores, consiguieron derrotar su candidatura y pusieron a sacudir esos polvos que ahora son lodos.
Mañana, día 10, los socios han sido convocados y van a ser invitados a tomar una decisión de una extraordinaria trascendencia y gravedad. Su número seguramente ronde el medio centenar, porque no quedan muchos, y lo paradójico es que no alcanzarán el de los presidentes que ha tenido el Casino a lo largo de su riquísima historia. No es fácil asimilar que sus directivos, después de haber vendido una buena parte del edificio, no sepan revitalizar la sociedad.
También te puede interesar
Lo último
Contenido ofrecido por Grupo Armas Trasmediterránea