Visto y Oído
Broncano
NO cabe ninguna duda de que una de las causas que incidieron en el estancamiento del comercio legal a través del puerto algecireño a lo largo del siglo XIX, fue el contrabando proveniente de la vecina colonia de Gibraltar, actividad incentivada por las propias autoridades del Peñón, por las numerosas empresas comerciales (algunas de ellas de nacionalidad española como la de los Hermanos Larios) establecidas en la colonia y por la permisividad y, con frecuencia, connivencia de las autoridades de este lado de la frontera.
El contrabando fue un fenómeno iniciado en la primera mitad del siglo XVIII, pero que adquirió un gran desarrollo desde mediados de la citada centuria y que acabó por socavar las endebles estructuras del comercio legal en algunos territorios fronterizos de España, entre ellos la bahía de Algeciras y los pueblos que la rodean. Se puede incluso hablar de un síndrome comercial que tuvo una virulencia extraordinaria, afectando el desarrollo económico de la comarca a lo largo de dos siglos.
Desde principios del siglo XIX son numerosos los viajeros, principalmente británicos, a los que llamó la atención el fenómeno del contrabando y dejaron constancia de su existencia en sus escritos. A. Mackensie se refiere a los grandes beneficios que Gibraltar obtenía por medio de este comercio ilegal. Lord Byron, John Galt y S. T. Coleridge, observaron la importancia que esta actividad ilegal había adquirido en la colonia. Hacia 1768, Étienne de Silhouette anotaba la relevancia que tenía, desde el punto de vista comercial, la posesión de Gibraltar para Inglaterra, puesto que por este puerto entraban en España muchas libras de algodón. Esta es la visión que tiene también G. Dennis, en 1839, que, como otros viajeros ingleses de la época, se sorprende ante la indigencia y miseria que observa en los puertos españoles y en los pueblos que rodean a Gibraltar, en comparación con la opulencia y riqueza de la colonia británica. Isidore Taylor, en 1824, refiere que, Gibraltar es puerto franco, gran almacén de mercancías, pero cuyo comercio legal no es la causa principal de su prosperidad. A un paso de España, lo es el contrabando, fuente de enormes ganancias para muchos que hacen del fraude una profesión lucrativa.
Además del contrabando realizado a través del paso fronterizo terrestre, bien documentado desde principios de siglo por los viajeros, cónsules extranjeros y las autoridades encargadas de su represión, a pesar de estar expresamente prohibida por el Artículo Décimo del Tratado de Utrech toda comunicación por la parte de tierra, la vía marítima, existente desde, al menos, los años treinta del siglo XVIII, fue un medio alternativo y de enorme éxito muy utilizado para realizar comercio lícito desde la vecina plaza hasta el puerto de Algeciras.
El contrabando con la colonia inglesa había alcanzado tal nivel que, en el año 1828, la Dirección General de Aduanas dirigió diversas órdenes a los funcionarios encargados de reprimirlo con la finalidad de que sirvan de prevenciones más enérgicas y eficaces a los empleados…, a fin de que todos…, impidan por todos los medios que estén a su alcance la introducción y circulación del contrabando, que además de tener anonadados los ingresos de la Real Hacienda, causa la entera destrucción de la industria nacional y del comercio de buena fe. Estas órdenes se repetirán una y otra vez a fin de que se pusiera, por parte de los funcionarios encargados de la vigilancia y represión del contrabando, el celo suficiente en la vigilancia y se impidiera el desenvolvimiento de actividades comerciales ilícitas.
El origen de este intenso contrabando obedecía especialmente a los elevados aranceles que habían de abonar las mercancías extranjeras al pasar por nuestras fronteras. Estos gravámenes eran más altos para los productos textiles, lo que hacía el contrabando de tejidos el más atractivo. En la primera mitad del XIX serán estos productos los más solicitados por el mercado español. Sin embargo, a mediados de siglo, cuando las medidas tomadas por Bravo Murillo acabaron con la total prohibición de las importaciones de algodones, se dio paso a la comercialización ilícita de otros productos, entre los que destaca sobre todo el tabaco. T. M. Hughes manifestaba que si por el censo de 1835 Gibraltar tenía 15.008 habitantes, se dedicaban a la manufactura de cigarros tres mil personas ¡Cuánto se debe fumar en Gibraltar! Los expendedores de tabaco de esta maravillosa Roca, en 1835, eran 880, y en ocho años han casi duplicado su número. Si España persiste en su política, en otros ocho años la población que se dedica a esta actividad se cuadruplicará y al tabaco se dedicarán 12.000. Artistas, oficiales y soldados abandonarán sus pesados deberes y se dedicarán a elaborar cigarros y Sir Robert Wilson cambiará sus obligaciones como Gobernador y satisfará sus conocidas tendencias ahorradoras dedicándose al lucrativo negocio de la manufactura de tabaco. Pero fuere el tabaco o el algodón el principal género del contrabando, las cantidades reembolsadas por Inglaterra eran extraordinarias.
El militar Rochfort Scott, que vivió en Gibraltar formando parte de la guarnición entre 1822 y 1830, señala que la cantidad de algodón que Gran Bretaña envía a Gibraltar anualmente alcanza el valor de medio millón de libras esterlinas, cifra que era muy superior a la producida por la exportación a todos los demás puertos españoles que ascendía a trece mil libras.
Estas fabulosas cantidades reportaban a Inglaterra tales ganancias que hacían de Gibraltar un enclave digno de mantener y mimar. La colonia era la puerta de salida de gran parte del algodón inglés y, al mismo tiempo, una excelente base militar desde la que apoyar los intereses comerciales de la Gran Bretaña en el Mediterráneo. Sin embargo, la inestabilidad política que reinó en España desde la entronización de Isabel II, con sucesivos cambios en el gobierno de la Nación, impedirán aplicar una estrategia estable en las relaciones con Gibraltar y la Gran Bretaña.
Se alternarán medidas de estricto control y persecución del contrabando (prohibición de exportar comestibles al Peñón para imposibilitar la entrada de géneros fraudulentos en los viajes de retorno, imposición de un canon de 4 reales de vellón a los españoles que viajen a Gibraltar, modernización de la vigilancia marítima con la introducción de guardacostas a vapor, aplicación a rajatabla de la Ley, etc.) con otras más permisivas (supresión de las trabas al comercio con la colonia, instrucciones para que se aplicara la ley con indulgencia, etc.).
Las circunstancias anteriormente expuestas provocaron que, a mediados de siglo, el problema del contrabando procedente de Gibraltar continuara siendo un grave asunto que lastraba la economía de la zona. El 6 de noviembre de 1842 se creó una Subdelegación en Algeciras, dependiente de la Intendencia de Cádiz, para que fallara sobre causas de contrabando, atribuyéndosele las mismas facultades que tenía la de la capital de la provincia. Con esta medida se intentaba acercar la administración al problema y agilizar la enorme cantidad de expedientes que cada año se incoaban en Algeciras y su área de influencia.
Antonio Torremocha. Doctor en Historia Medieval. Académico de número de la Academia Andaluza. Director del Museo de Algeciras (1995-2007)
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