En el corazón del fuego: un día con los bomberos de Algeciras
Entre maniobras, leyendas urbanas y la solidaridad que trasciende las llamas, los bomberos de Algeciras demuestran que su vocación va más allá de un simple oficio: es una forma de vida y un compromiso con el Campo de Gibraltar
Fotos del parque de bomberos de Algeciras
Algeciras/Aún no son las once de la mañana y el Parque de Bomberos de Algeciras, ubicado en la salida 104 de la A-7, ya late con el ritmo frenético de dos intervenciones. La primera, un coche reducido a escombros por las llamas en una barriada; la segunda, un rescate discreto pero no menos urgente: abrir la puerta de una vivienda donde una anciana había quedado atrapada. Las botas aún húmedas descansan en el umbral del vestuario mientras los efectivos, en turnos de guardia, se preparan para lo que venga después. Aquí no hay margen para la rutina: cada llamada al 085 es una moneda al aire.
“Algeciras es un destino estupendo para un bombero”, reconoce José Canas, jefe del Parque. En sus palabras se dibuja el mapa de un término municipal que nunca duerme: una ciudad populosa, uno de los puertos más importantes del país o montes que parecen encenderse con el viento de levante. “Aquí nos enfrentamos a todo: incendios en viviendas, rescates de tráfico, derrame de mercancías peligrosas, inundaciones...”, añade, mientras arreglan uno de los vehículos que han llevado a Valencia tras la devastación de la DANA.
El Parque de Algeciras registra unas 1.300 salidas al año, pero entre los efectivos todavía persiste la sombra de una leyenda urbana: que los bomberos trabajan poco y cobran mucho. Uno de los hombres, enfundado en su uniforme de intervención, lo comenta sin rodeos. “Es un cliché porque trabajamos en guardias de 24 horas y después, por norma general, libramos cuatro días. Claro, a veces nos ves en el gimnasio o echándonos unas risas, pero eso es porque en este trabajo hay que estar listo en todo momento. Aquí, cuando suena la alarma, en dos minutos tienes que estar en el camión”.
Algeciras registra unas 1.300 salidas al año, enfrentándose a incendios, rescates y emergencias impredecibles
Esa vocación, que a menudo queda sepultada bajo las cenizas del desconocimiento, es lo que mueve a la mayoría de ellos. “Venir aquí contento y saber que vas a ayudar a los demás: eso es ser bombero”, puntualiza Canas.
Un día cualquiera en un lugar extraordinario
El Parque es un microcosmos donde conviven anécdotas, camaradería y tensión contenida. Cuando el reloj marca las ocho de la mañana, empieza el relevo. No hay tiempo que perder: se intercambian novedades y comienza un protocolo de revisión en la cochera. El jefe de guardia se asegura de que todos estén al tanto de lo ocurrido durante los últimos días. Después, motores en marcha. Los camiones se arrancan, se revisan los niveles de combustible y aceite, se comprueban las botellas de aire comprimido y se inspecciona todo el material.
A media mañana, se hace un alto para desayunar y limpiar la cocina, pero sobre las 10:30, los bomberos vuelven al trabajo. Aquí entra en juego el programa de formación, una parte esencial de su día a día. “Tenemos maniobras para todo”, explica Canas. El equipo realiza ejercicios prácticos que abarcan desde rescates en altura hasta incendios en viviendas o achiques de agua. El objetivo es claro: estar listos para cualquier tipo de emergencia. Estas maniobras se repiten cíclicamente cada dos meses, con una mezcla de teoría y práctica supervisada por el sargento jefe de guardia. La rutina formativa ocupa buena parte de la mañana.
"‘Venir aquí contento y saber que vas a ayudar a los demás: eso es ser bombero", dice José Canas, jefe del Parque
“La creencia de que los bomberos trabajan poco es incierta”, insiste el jefe del Parque. “Siempre hay trabajo. Si no estás en un servicio, estás preparando el siguiente”, concluye. Por la tarde, el equipo se divide según las necesidades. Algunos realizan inspecciones para verificar el cumplimiento de normativas de seguridad, mientras otros permanecen en el parque encargándose de tareas como la limpieza de equipos y materiales. Y en medio de todo, claro, los servicios que puedan surgir.
En Algeciras, las estaciones del año dictan las emergencias: incendios de pasto en verano, viviendas calcinadas por braseros y estufas en invierno. Pero siempre hay algo más. “Algeciras tiene de todo”, dice Canas. El Parque principal no solo atiende su área; también presta apoyo amunicipios vecinos como La Línea, San Roque, Los Barrios, Jimena o Tarifa.
“Un incendio de vivienda, por simple que parezca, siempre conlleva un riesgo”, reflexiona. Desde un contenedor con sustancias explosivas hasta accidentes de tráfico donde un camión amenaza con desplomarse, el peligro es una constante. Los bomberos se juegan el pellejo en cada salida. Sin embargo, también están las recompensas: el abrazo emocionado de un padre tras salvar a su hija de las llamas o la gratitud de alguien rescatado de entre hierros retorcidos en plena A-7. “Esas cosas te marcan”, confiesa Canas.
Desde rescates en altura hasta salvar vidas en inundaciones, la formación continua es clave para estar siempre listos
El poder del equipo
Con 53 efectivos y 12 vehículos equipados al milímetro, el Parque de Algeciras se erige como un ejemplo de cooperación y logística en el Campo de Gibraltar. Al formar parte del Consorcio de Bomberos de Cádiz, sus recursos se multiplican. “Podemos contar con los 600 efectivos de la provincia si es necesario”, destaca Canas.
El legado del Consorcio, fundado en 1982, es motivo de orgullo. “Fue el primero en España, un sistema pionero en su época”, recuerda. Incluso el lema, Etiam Phoenix –"Incluso el Fénix"–, simboliza la capacidad de renacer tras el desastre.
Los avances en equipamiento han transformado el trabajo. “Antes, arrancar una bomba era como ganar una pelea”, bromea Canas, recordando sus inicios. Hoy, las cámaras térmicas permiten localizar víctimas en incendios, y los vehículos incluyen piscinas portátiles para grandes emergencias. La última incorporación, una autobomba Nodriza industrial, es una pieza clave para las intervenciones en las industrias de la comarca. Y el futuro promete más: “Estamos esperando drones para combatir incendios. La tecnología no para de sorprendernos”.
En paralelo, el Consorcio ha lanzado este otoño una campaña inédita: instalar detectores de humo en los hogares de personas mayores y dependientes, las más vulnerables frente a un incendio. Con el lema “Los detectores salvan vidas”, esta iniciativa, que cuenta con el respaldo de la Diputación de Cádiz y los Ayuntamientos, busca proteger a unas 100.000 viviendas distribuidas por toda la provincia. Los detectores se colocarán de forma gratuita, marcando un hito en la prevención de incendios domésticos.
Héroes en el barro
Cuando la DANA azotó con furia la Comunidad Valenciana el pasado 28 de octubre, dejando tras de sí un paisaje desolador de agua y barro, los primeros en movilizarse para prestar ayuda desde fuera de la región fueron los bomberos del Consorcio de Cádiz. Desde el sur, 24 efectivos de siete parques de bomberos, incluidos siete miembros del Parque de Algeciras, partieron rumbo al este equipados con ocho vehículos, una embarcación y dos perros de rescate. Entre ellos iba José Canas, un veterano cuya emoción al recordar lo vivido en Valencia refleja el lado más humano de esta labor heroica.
Durante días, trabajaron en las localidades más afectadas: Alfafar, Catarroja y Sedaví. Allí, la devastación era abrumadora. En las calles y garajes inundados llegaron a retirar más de 60 vehículos arrastrados por el agua, mientras achicaban agua de sótanos y huecos de ascensores, y removían toneladas de lodo que bloqueaban la vida cotidiana.
Cuando la DANA arrasó Valencia, los bomberos de Algeciras se unieron al esfuerzo, llevándose consigo más que ayuda: consuelo
Pero más allá del esfuerzo físico y técnico, lo que quedó grabado en Canas y sus compañeros fueron las historias de quienes lo habían perdido todo y, aun así, ofrecían lo poco que les quedaba. “Allí nos encontramos con gente que no tenía nada y, a pesar de eso, te daban lo poquito que les quedaba. Un termo de café, pan de molde… lo que fuera”, relata Canas conmovido. “Yo soy muy llorón y se me saltan las lágrimas al recordarlo. Estábamos de barro hasta los ojos, y el problema es que no había dónde comprar nada”.
La solidaridad se entrelazó con la tragedia en cada gesto, recordando a estos bomberos que su labor trasciende lo práctico: en cada acción, llevaban también consuelo y esperanza. "En situaciones así, no solo estás para limpiar o rescatar. Estás ahí para que la gente sepa que no están solos”, asegura. Los bomberos regresaron a casa cubiertos de barro, pero con la satisfacción de haber cumplido una misión que para muchos fue más que ayuda: fue un rayo de humanidad en medio de la tormenta.
Incluso el Fénix
Otra leyenda pintoresca que persigue a los bomberos es que bajan por barras metálicas para enfrentarse a las llamas. Pero esa imagen pertenece al cine y a otra época. “Hace años que está prohibido. Es más seguro bajar por las escaleras o los accesos habilitados,” explica Laura, una de las pocas mujeres en el cuerpo. “Es una de esas cosas que la gente asume, como que siempre llegamos tarde”.
Sobre esta última creencia, el sargento Rafael Bernabé se muestra rotundo: “La policía está patrullando constantemente por las calles con coches pequeños. Así es fácil llegar los primeros. Nosotros partimos del mismo punto, con vehículos enormes, y muchas veces nos enfrentamos a calles imposibles en Algeciras”. Las recientes obras en el Acceso Sur han añadido más desafíos. “Con el carril tan estrecho que han dejado, es imposible pasar rápido en una emergencia,” lamenta. "Nadie piensa en los bomberos al diseñar este tipo de cuestiones".
Entre el equipo, Abraham, de 25 años, representa la sangre nueva del Parque. Es el bombero más joven de Algeciras y, aunque lleva apenas un año en el cuerpo, ya acumula historias para contar. “Cuando estás en el camión, camino a un incendio, se te cruzan mil pensamientos. Pero en cuanto bajas, actúas por instinto, como te han entrenado”.
En Algeciras, ser bombero es más que un oficio: es una forma de vida. Aquí, en el corazón del Parque, las botas mojadas descansan solo lo justo antes de volver al fuego. Porque, como dice el lema del Consorcio, Etiam Phoenix: incluso el Fénix renace de sus cenizas.
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