Donde se demuestra que la educación nunca termina y siempre es útil

Formación

Recorremos el centro de educación de adultos Juan Ramón Jiménez, de Algeciras, con Ana Sánchez, su directora

“Google siempre va a estar ahí. Para transmitir, estamos nosotros”, indica la responsable

Profesores del Centro de Educación Permanente Juan Ramón Jiménez. / Erasmo Fenoy
Fernando Silva

22 de enero 2024 - 02:00

Algeciras/Educación Permanente. Este es el servicio que se presta en centros de muchos países para adultos, aunque la singularidad que existe en Algeciras se comprueba cuando se conoce el día a día en uno de esos centros, como por ejemplo el Juan Ramón Jiménez que dirige Ana Sánchez, ubicado en el barrio de La Reconquista. El alumnado está compuesto por nativos y migrantes, ya sea por nacimiento o por grado de conocimiento digital, personas que buscan una formación con objetivo laboral o, simplemente, para encarar su vida, para enriquecerse en conocimiento. El germen de la educación de adultos en Andalucía fue acabar con el analfabetismo que existía en la población. Corría la década de los años ochenta del siglo XX. Ahora ya no es así.

“El marco europeo tiene mucho que ver -afirma Ana Sánchez-. La educación permanente la entiende de otra manera. Antes se veía que era para personas de cierta edad. Ahora para nada. Tenemos aquí población de 15 años en adelante, y mucha. Y los que antes entraban por analfabetismo ya no entran con el mismo objetivo. Normalmente ya todo el mundo sabe leer y escribir, por suerte. O vienen a formarse en tecnología, para hacer trámites, o como última oportunidad para quienes no han tenido una educación normalizada, básica, y puedan reengancharse también a los grados medio y superior”.

Las cifras de alumnado en el Juan Ramón Jiménez se han disparado en los últimos tres años. De los 576 matriculados del curso 2021-2022, se ha pasado a los 1.508 contabilizados a septiembre de 2023. Es un crecimiento exponencial que se atiende con la misma plantilla de profesores y personal de administración, que es de trece personas.

“Hemos avanzado mucho en educación permanente, pero una de las cosas que más me chocó es que era la gran desconocida. Además, me sentí mal hasta yo porque no tenía ni idea de que esto era así. Vine por un error administrativo, que luego se solventó, pero no me he ido. La sociedad en general no es consciente de que esto está aquí. Ahora existe más oferta para la obtención de títulos educativos. Nosotros el año que viene, ya lo tenemos aprobado, queremos abrir camino en la formación profesional semipresencial con auxiliar de enfermería y atención sociosanitaria. Eso antes no era posible”, explica Sánchez.

Pero el mayor tiempo de educación que se da en el Juan Ramón Jiménez es emocional. En palabras de la directora, “Google siempre va a estar ahí para acceder a conocimiento. Para transmitir, para hacértelo llegar, estamos nosotros”.

“Es una enseñanza -añade- que es lo más bonito del mundo. Yo no la cambiaría por nada. Es lo mejor que me ha pasado en mi vida profesional, y mira que yo más a gusto que he estado en el IES Torrealmirante... pero aquí eres maestra de verdad. El premio es que demos una salida vital integral. A veces es tirarte una hora escuchando a una persona, que te cuenta todo lo que le pasa. Esto es un regalo”.

Competencias clave

El equipo del Juan Ramón Jiménez mantiene contacto constante con el Servicio Andaluz de Empleo y con el CADE de la ciudad (Centro Andaluz de Emprendimiento). Con el primero coordina el servicio de competencias clave, dirigido a personas que no tienen título y que aprobando matemáticas, lengua e inglés tiene acceso al trabajo con un reconocimiento académico mínimo, equiparable al Graduado Escolar. Con el segundo, el CADE, la comunicación sirve para la preparación del alumnado para llevar a cabo sus ideas empresariales o para que sepa entender una nómina o cómo darse de alta en autónomo.

Una de las clases que se imparten en el centro. / Erasmo Fenoy

Uno de los ejemplos es el de una joven migrante que llega al centro para conseguir competencias clave. Tiene una carrera universitaria en su país, pero ha llegado a España y no se le puede homologar su titulación. La mayoría de países no europeos no tienen acuerdo de homologación académica con nuestro país.

Otros casos son los de personas que han trabajado veinte años en un taller mecánico, pero no tienen título reconocido como profesional de ese sector. El cómputo de su vida laboral, los cursos no formales que ha recibido y aprobar el examen para el que se le prepara en el Centro de Educación de Adultos (CEPA) le conducirá a la estabilidad profesional o a un nuevo itinerario laboral.

Adultos, en primera persona

En esta comunidad educativa no hay padres y madresde alumnos. “No, aquí te lo viene a decir el que sea directamente –expresa Ana Sánchez-. Yo creo que la mejor defensa son los proyectos que hacemos, que marcan un ambiente y previenen actitudes que no deseamos. Hacemos un simulacro y el que te ha tocado es de un país más cerrado que el tuyo, según tu perspectiva, y al que tienes que darle la mano. Llega un momento que cuando tu conoces algo es muy difícil odiarlo. Aquí al principio de curso se trabaja mucho en eso”.

Parte de ese trabajo es crear un marco de convivencia en el que importan las actitudes, por supuesto, y en el que ayuda mucho la decoración de espacios. El centro incluye muchos mensajes cuando se recorren sus pasillos. Existe, a la entrada, un cartel de bienvenida y un pequeño espacio en el que existen unos buzones, los blancos para depositar necesidades y ofrecimientos sociales, y los negros para reclamar mejoras o atención académica. Existe también un pasillo con fotografías de mujeres de referencia, y hay un rincón violeta, contra la violencia de género.

“Aquí te enteras de lo que está pasando, y están pasando cosas muy malas –afirma Sánchez-. Mira que entiendo que el proceso de alfabetización de toda aquella persona que no sabía leer y escribir, en los años ochenta, tuvo que ser crudísimo y muy importante. Era entonces una situación crítica. Pero ahora, que estamos en el siglo XXI, 2023, no es normal las cosas que pasan. Aquí te tiras más tiempo atendiendo problemas de vivienda, de ropa, o personas que ya terminan proceso de acogida, o paradas de larga duración”.

Alumnas del CEPER Juan Ramón Jiménez. / Erasmo Fenoy

Ese marco que se crea en las paredes y en el modo de relación del centro sirve también para dejar en la puerta el ánimo de confrontación, e incluso la violencia verbal que se da en algunos momentos y espacios de nuestra sociedad.

“Aquí nos preocupa –confiesa la directora-. Hay perfiles que se prestan más a eso que se vive fuera. Hay personas que no han titulado por circunstancias ordinarias, y hay otros casos más extraordinarios. Si tu vienes de ese último ámbito aquí no podemos permitir que lo reproduzcas. Desde que se entra se hacen muchas actuaciones que no quiere decir que funcionen, pero que de momento hasta ahora evitan que se den problemas. Aquí los gritos no están admitidos si no son para reírte o para cantar”.

Araceli Laza es profesora de hábitos saludables. A sus clases acuden mujeres viudas o que ya viven solas con su marido, u otras personas que trabajan o buscan trabajo. “Me baso en la definición de salud que hace la Organización Mundial de la Salud, que la define también en el ámbito social y emocional. Todo lo que a una persona le haga emocionalmente sentirse bien, entra dentro. Todas las aficiones. Cosas tan polémicas como los toros, que a unos les gusta y a otros no, crea debate y nos ayuda”. En ese ámbito también abordan otras cuestiones como la memoria histórica.

Trini Casas es profesora y enseña español para extranjeros: “He caído de pie. Estaba en otro centro. Me costó el cambio porque me gustan los niños a la hora de educarlos. Aquí me siento muy bien, realizada. Ayudas a tanta gente que ni tu te lo imaginas”.

Entre esa gente estuvieron una pareja y un tercero afganos: “Ella, abogada del gobierno afgano. Él, profesor de Universidad. Entran los talibanes y a ella la amenazan de muerte. El tercero, hermano de ella. Habían disparado a su coche, creyendo que ella iba conduciendo, pero quien conducía era el hermano. Le dan un tiro y lo dejan minusválido, siendo el padre de un bebé”.

En el centro reciben educación turcos, bielorrusos, rusos, o ucranianas con uno de sus hijos, mientras su marido y otros hijos se han quedado en el país; y mujeres magrebíes como Nadia, que junto a sus compañeras aprende español y se prepara para poder acceder a un módulo de bachillerato que le permita luego llegar a la educación superior.

“Cuando se producen llegadas de migrantes sabemos que esto es un efecto dominó -relata Ana Sánchez-. Los reciben las asociaciones de primera recepción y de ahí, en quince o veinte días, los tenemos aquí”. El marco educativo facilita la convivencia entre personas de tan distintas nacionalidades y culturas.

“Creo que eso es cuestión de suerte porque al final el resultado es la suma del comportamiento de cada persona, y las personas cuando no estamos en un grupo somos distintas –piensa Sánchez-. No digo que seamos más cobardes, sino menos valientes, y somos más tolerantes de uno en uno. Cada persona que viene tiene sus derechos humanos reconocidos, y el respeto aquí es absoluto. Aquí se reconoce tu identidad como persona. Eso sí, en clase te lo tienes que currar mucho porque todos tenemos muchos prejuicios”.

Brecha digital

En Algeciras, además del Juan Ramón Jiménez, se imparte educación permanente en otros cuatro centros: Al-Yazirat, Río de la Miel (en el centro penitenciario Botafuegos), y en los IES Kursaal y Entre Dos Aguas. Ahora, por primera vez en los centros de educación permanente, llegan cursos de capacitación digital básica de treinta horas que han tenido muy buena acogida. El Juan Ramón Jiménez cuenta con equipos e intranet gracias a Juan José Cortés, coordinador del Plan de Transformación Digital. Al aula de informática, que se sustenta con un acuerdo con el Ayuntamiento de Algeciras, que facilita un profesor semanal, y con la Fundación Orange acuden jóvenes y adultos como Fernando Gallego, que fue funcionario municipal, jugador, entrenador y profesor de fútbol.

“El impacto (digital) se notó y parecía que tenía que ver con la edad –relata la directora del Juan Ramón Jiménez-. Fue la primera impresión que tuvimos nosotros, hará unos tres o cuatro años. Servicios a la ciudadanía como el de la banca, hacer las operaciones concretas en un cajero. Pero eso ya no está siendo exactamente así. Estamos siendo muy conscientes ahora que para ciertos trámites la gente joven maneja muy bien el móvil, pero ya está. Ahí hemos tenido que echar el freno a la hora de hacer los grupos, que han ido creciendo en clases de informática”.

La situación se resume en que el mayor sabe qué es lo que hay que hacer en las administraciones o los bancos, pero no sabe cómo manejar la tecnología; y los jóvenes saben cómo manejar la tecnología pero no saben qué es lo que hay que hacer en las administraciones y para qué. Se ha cumplido la amenaza de que los jóvenes no se manejan nada bien antes las complejidades y las abstracciones.

Ana Sánchez: “Los mayores tienen menos trauma pero más miedo, y los jóvenes no tienen miedo pero luego se traumatizan en la primera que llega, porque ellos creen eso de “mi abuelo es el que no sabe manejar esto o incluso mi padre, que está obsoleto”. Y cuando llegas a clase y les dice que en la “plataforma” le he puesto toda la información, te preguntan qué es eso de la plataforma. Les cuesta más extrapolar. El mayor, en cambio, se lanza aunque tenga miedo”.

El grupo de inglés está en la entrada del centro, de regreso del desayuno. Prepara visita a Gibraltar con las profesoras Josefa Gallego Conejo y Carolina Postigo Martín. Por encima de ellos, como mensaje de despedida para quienes salgan del edificio, un mensaje en un cartel: “Ahora comparte tu viaje. Disfruta de los retos conseguidos, las nuevas amistades creadas, los nuevos conocimientos adquiridos, la mejora de tus competencias… Y contagia tus logros. ¡Gracias por dejarnos formar parte de tu andadura!”.

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